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“A mí me ha salvado un ángel que se llama doctora Asunción”

Rosario Valiente | Paciente curada de Covid-19

Tiene 74 años y varias patologías previas, pero tras 13 días en Valme relata cómo ha superado la enfermedad, un testimonio lleno de esperanza y gratitud

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Salida del Hospital de Valme de una paciente curada de Covid.
María José Guzmán

06 de abril 2020 - 23:01

Rosario Valiente tiene 74 años, cinco hijos y un montón de goteras que pronosticaban que su caso, cuando le diagnosticaron que estaba infectada de Covid-19, pintaba bastante mal. Ha pasado en el Hospital de Valme 13 días hospitalizada y ahora guarda una nueva cuarentena en casa, aislada y convencida de que, más allá de los fármacos y tratamientos a los que se ha sometido, su curación tiene nombre de mujer, el de la doctora intensivista que ha cuidado de ella con un esmero que sólo atribuía a los ángeles de la guarda. “Yo tengo claro que me ha salvado un ángel que se llama Asunción Navarro”, comenta emocionada desde la habitación de su casa donde está recluida con su hija.

El testimonio de esta vecina de Los Palacios, una del casi centenar de pacientes curados en la provincia de Sevilla, es la mejor prueba de que hay esperanza frente al Covid-19 y que ésta no sólo sale de los laboratorios y famacias de los hospitales, sino que tiene que ver con la empatía de los sanitarios y el trato humano recibido. “Es muy duro, estuve varios días que no era consciente y si no llega a ser por lo que me decían los médicos no sé si hubiera salido”, explica Rosario Valiente que, tras el trance superado, hace honor a su apellido.

La historia particular de esta paciente, hipertensa y con antecedentes como un ictus y una operación del corazón, comienza a mediados de marzo. Ya se había decretado la alarma por coronavirus y estaba esperando para entrar en el quirófano del Hospital del Tomillar para una intervención de hernia. Ante el aplazamiento de la cita y en vista a que los dolores que sufría eran grandes, acudió a urgencias del Hospital de Valme en busca de algún remedio transitorio, pues su cirugía no se aconsejaba en la actual situación. Después de pasar toda la jornada en el hospital regresó a casa.

Rosario Valiente.

Apenas habrían pasado 48 horas cuando su estado cambió. “Perdí la cabeza, mis hijos dicen que parecía que tuviera una demencia precoz o que me hubiera dado otro ictus”, explica la paciente, que ya había sufrido anteriormente un pequeño infarto cerebral. Ninguno de los síntomas apuntaba a una sospecha de Covid-19. Ni había fiebre, ni tos, ni nada que relacionara su dolencia con la epidemia. “Además, yo no había salido de mi casa para nada, sospecho que me contagié el día que estuve en las urgencias del hospital”, comenta Rosario Valiente, que vive con su marido y uno de sus hijos, con síndrome de Down. Sin ayuda a domicilio, sus hijos le hacían todos los recados y estaban cumpliendo a rajatabla con el confinamiento.

Ya en el Valme los médicos explicaron a la familia que esa pérdida de memoria se debía a la falta de oxígeno que llegaba a su cerebro, circunstancia que estaba provocada por la neumonía bilateral (en los dos pulmones) con la que fue hospitalizada. “En Observación me hicieron el primer test y fue negativo, pero me lo repitieron y ya me diagnosticaron la enfermedad, por lo que me pasaron directamente a la séptima planta, la habilitada en el Valme para coronavirus”, explica Rosario Valiente.

Todo esto lo sabe de haberlo oído a su hija, pues durante varios días no reaccionó. Los protocolos establecen que la familia recibe una llamada al día para conocer la evolución de los pacientes, no se permiten las visitas y todo el personal va con equipos completos de protección. “A los pocos días empecé a ver siempre la cara de la doctora Asunción Navarro que, además de los cuidados necesarios, me insistía para que hablase con mi gente y que éstos me vieran en vídeo. Cuando le conté que era torpe para eso ella misma me enseñó a hacer videollamadas y cada día me ayudaba a contactar”, explica la paciente.

Inyecciones de ánimo a un lado y al otro de la pantalla. Rosario Valiente reconoce que ésta ha sido la mejor receta para que el tratamiento con dos antivirales que se le han suministrado: uno contra la malaria y otro contra el VIH. Una prescripción que también se hizo extensiva para los familiares, otros afectados que aguardan a diario noticias desde la más absoluta impotencia.

La doctora-ángel cogió su móvil para grabar a la paciente el pasado viernes, cuando salió del hospital. Una emotiva despedida a los sones de Resistiré que congregó a los sanitarios de la planta para hacer un pasillo mientras aplaudían al paso de la mujer. Un vídeo que recibió por Whatsapp con un perfil de la doctora la hija de Rosario, Chari Ayala, que no olvidará el gesto. “La verdad es que tengo mucha suerte, ahora cuida de mí otro ángel de la guarda, he salido de ésta y, si Dios quiere, en agosto cumpliré 75 años, feliz y agradecida”.

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