Veinticuatro días en compañía del Covid-19
Testimonio de un sanitario curado
El farmacéutico hospitalario José Antonio Marcos, uno de los primeros contagiados por coronavirus de Sevilla, explica cómo ha sido un proceso lento y desesperante
Así ha cambiado su trabajo tras su regreso a su puesto en el Virgen Macarena
A José Antonio Marcos no se le pasó por la cabeza que pudiera ser uno de los primeros infectados por Covid-19 en Sevilla. Tampoco que aquello que en su cuerpo empezó como un cuadro gripal leve tuviera que ver con la pandemia que ha dado la vuelta al mundo en pocos días. Veinticuatro exactamente ha durado su convivencia con el coronavirus, un proceso lento y difícil de aislamiento familiar, protocolos, consultas telemáticas, falta de material y también mucha desesperación.
El testimonio de este sanitario, que trabaja en el Servicio de Farmacia del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, resume la impotencia de muchos compañeros que, como él, han tenido que aislarse y alejarse de sus puestos justo cuando más necesidad había en ellos. Tras superar la enfermedad con síntomas muy leves, su mayor desgarro ha sido la soledad impuesta, que le ha obligado a aislarse de su familia y de sus funciones.
Su relato se inicia el 6 de marzo, cuando empezó a notar los primeros síntomas mientras estaba en el parque junto a sus hijas y achacó el malestar general y la destemplanza a que días antes, en Madrid, había salido a correr con poca ropa un día con mal tiempo. Entonces la creencia era que el virus sólo atacaba a gente mayor y no sintió ni miedo ni sensación de peligro ante un cuadro sintomático leve. "Pero las noticias no eran buenas y veíamos como aumentaban los casos de manera exponencial en España. Mi estado era aceptable, dolor muscular, febrícula y astenia general pero tenía la gran duda de qué hacer cuando no tuviese fiebre. ¿ir a trabajar?", explica el farmacéutico, que desarrolla su actividad profesional en ámbito oncohematológico.
En esos momentos iniciales, los protocolos eran otros. "Llamé al teléfono habilitado para la ocasión y tras comentar mi caso, me recomendaron vida normal: vigilar los síntomas y prestar atención a la disnea que nunca llegué a tener. Y la indicación fue que cuando no tuviese fiebre me incorporara a mi puesto de trabajo", comenta. José Antonio Marcos no reunía entonces los criterios para hacerse la prueba y él lo entendió.
Esos días, y a criterio personal, se quedó en casa, en familia y adoptando medidas de seguridad desde el primer día: utilizaba un baño sólo para él, dormía y comía en habitaciones separadas y extremó la higiene de manos y el contacto físico con su familia con quien, salvando estas cautelas, siguió conviviendo.
Con el paso de los días su estado siguió estable, ni mejor ni peor. Pero los protocolos cambiaron y haber estado los días previos a notar los síntomas en Madrid ya empezó a considerarse un factor de riesgo. Tras comunicarlo le dijeron que le harían un test en 24 ó 36 horas. "Yo no estaba preocupado, pero sí quería saber si podía generar un problema mayor cuando me incorporase al trabajo", comenta.
Pero no llegaron a hacerle la prueba y la infección se disparó en España. Siguó con febrícula que iba y venía en el día; pérdida de gusto y olfato, síntomas que por entonces no se relacionaban con la enfermedad; dolores ostemusculares y algo de tos. Nada grave, pero continuó corriendo el tiempo. El 19 de marzo recibió por fin una cita de su centro de salud para hacerse una test en su propio coche. Cuando acudió, ya apenas tenía síntomas más allá de una tos residual y la confianza de que el resultado sería negativo. Pero no fue así: positivo. Estaba infectado por Covid-19 y la indicación fue que permaneciera en casa aislado totalmente en una habitación. Y llegó el momento más difícil. En su cabeza golpeaba continuamente el recuerdo de los días que había pasado en casa junto a su mujer, sus tres hijas de 5, 4 años y 11 meses, y su suegra, considerada vulnerable por su edad. Y todos los miedos que antes no sintió se agolparon ante la posibilidad de que hubiera contagiado a alguna de ellas.
Las niñas comenzaron a tener fiebre puntual y tos. Su mujer, síntomas de malestar general y su suegra, dolor de cabeza. La situación no fue a más, pero él continuó aislado, sin signos de enfermedad, con mucha impotencia por no poder ayudar a sus compeñeros del hospital y con la obligación de esperar una semana más para someterse a una nueva prueba. "Telemáticamente y con un acercamiento y sensibilidad especial, mi médico de atención primaria siguió mi evolución y me citó el 25 de marzo para la segunda prueba. Tenía ganas. Pero no pudo ser porque no había kits suficientes", explica.
Y nació la desesperanza. "Quería incorporarme al hospital pero no me dejaban. Normal. Debíamos ser muchos los sanitarios que como yo, tras un positivo y estando bien, no podíamos incorporarnos por no tener un resultado negativo, por no tener la prueba". Una situación difícil de asimilar, sobre todo, cuando empezó a recibir partes de la situación sobre el terrero en hospitales de Madrid, de Barcelona, Málaga, Sevilla… "Me sentía afortunado cuando conocía casos de gente joven sin patologías previas que lo estaban pasando muy mal. El aislamiento pasa a un segundo plano cuando ves casos graves".
Por fin llegó una cita del hospital: le hicieron una nueva prueba el 29 de marzo. Negativo. "Somos muchos los que lo hemos superado. Tú, también. Cuando terminen tus fuerzas, comienzan la nuestras". Ése fue su mensaje de esperanza en redes sociales horas antes de incorporarse a su trabajo.
Punto y seguido. En apenas cuatro semanas el panorama ya era otro en la Farmacia Hospitalaria del Macarena. Teletrabajo, telefarmacia para proveer de atención personalizada a los pacientes, a quienes se les envía la medicación a domicilio, entre otras cosas, y turnos presenciales impermeables par evitar contagios entre el personal. "En mi servicio, por suerte, he sido el único positivo aunque un par de compañeros tuvieron que estar en cuarentena unos días por la aparición de síntomas, antes de que se confirmaran que eran negativos", explica.
José Antonio Marcos es consciente, no obstante, del gran desgaste físico y emocional que sufren los sanitarios y destaca que, a pesar de las adversidades, hay una gran colaboración y una predisposición por parte de todos los trabajadores. "Han sido muchos los compañeros de otras especialidades los que se han ofrecido a colaborar con otras unidades que han sido más demandas como Cuidados Intensivos o Infecciosas. Ojalá este sentimiento de equipo no lo perdamos cuando todo esto pase", apunta. Hoy desde la farmacia de su hospital se percibe el cariño de la gente y se observan cómo llegan donaciones de material de seguridad y de alimentos. Y, de momento, no se dejan de oír los aplausos de las ocho.
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