Regina Mundi: Un hogar que da vida
La casa de acogida de enfermos crónicos es la beneficiaria de la colecta extraordinaria de la novena de la Virgen de los Reyes
“La obra como el grano de mostaza, será muy pequeña en su comienzo, pero crecerá y se desarrollará cuando lo quiera el Sagrado Corazón”. Estas palabras de la madre fundadora Rosario Vilallonga, además de ilustrar un marcapáginas de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, marcan el día a día de la casa Regina Mundi, que uno de sus voluntarios la define como “un hogar que da vida y familia a quien no la tiene”.
Luis Aza, baenense de 62 años, es funcionario de profesión y voluntario de devoción. “Mi mujer me dijo en 2011 que viniera, ya que se me da bien cocinar para mucha gente”, relata mientras corta una zanahoria en la cocina de Regina Mundi. Él y su mujer, Mercedes, van “una o dos veces al mes y en Navidad con otros tres matrimonios”. Son algunos de los más de 200 voluntarios que colaboran a lo largo del año con este hogar de acogida. “Vivimos de la providencia, porque nuestras reglas nos impiden pedir”, explica la hermana Elisa, superiora de Regina Mundi. Esa divina providencia les ayudará en los próximos días a través de la Asociación de Fieles de Nuestra Señora de los Reyes, que saldrá en procesión en jueves. Mañana martes, en las misas de la novena en honor a la patrona de la Archidiócesis de Sevilla, la colecta extraordinaria que se recauda cada año irá a parar a Regina Mundi. “Para nosotros es muy importante”, reconoce la superiora sobre esta ayuda que les suele llegar en años alternos.
Ella, junto con las hermanas Emma y Mari Ángeles, sacan adelante optimizando recursos una casa muy especial. “Somos una familia”, aclara Elisa refiriéndose a la unión que existe entre religiosas, trabajadores, voluntarios y enfermos acogidos. Regina Mundi le abre las puertas a aquellas personas con una enfermedad crónica que no tengan medios económicos o logísticos para llevar una vida digna. En esta casa, ubicada frente a la estación de metro de San Juan Bajo, la tienen desde hace más de medio siglo gracias a esta institución benéfica.
La hermana Elisa, de 52 años, es una de las madres de esta familia tan numerosa. “Me levanto a las seis de la mañana y me acuesto a las once o doce de la noche”, cuenta sonriente esta religiosa de El Tardón que llegó a Regina Mundi hace casi una década. Lo hizo para encargarse de personas con secuelas de ictus o con parálisis cerebral. “Los trabajadores sociales del hospital nos llaman cuando le dan el alta a alguien que no tiene a donde ir o que no pueden hacerse cargo de él su familia”. Así llegan muchos a esta casa de acogida. “La mayoría entra para toda la vida”, revela.
Uno de ellos es José Peña. Tiene 93 años y entró por segunda vez en Regina Mundi con 65. Nació en Marchena, de la que tuvo que marcharse por el desborde del Tamarguillo. “Era tractorista, pero sólo en cortijo porque no tenía carnet de conducir”, recuerda. Su prodigiosa memoria le lleva hasta los tiempo de la madre fundadora, cuando “traían tortas de mantecados que hacían los niños de Tablada”. Rememora con nitidez la Guerra Civil y, sobre todo, la dura posguerra. “Bebíamos café de cebada tostada”. Peña, como le conocen en la casa, también estuvo al cargo de la hermana Teresa Jáuregui, a la que define en una frase: “era muy mayor, pero no paraba en todo el día”.
Esta definición encaja a la perfección en la filosofía de la institución. “Aquí siempre hay cosas que hacer”, expone la hermana Elisa, que se apoya en una psicóloga, una enfermera, una fisioterapeuta y varios auxiliares para dar la mejor vida que pueden a los acogidos. Y para que los familiares de los enfermos también confíen en la institución. “Es muy duro para unos padres tener que dejar a un hijo enfermo aquí porque no pueden hacerse cargo de él”, confiesa.
La palabra familia alcanza una dimensión superior en este bello rincón del Aljarafe, donde la consanguinidad y los apellidos dejan sitio al amor.
Del Bilbao de la posguerra a la Bolivia del XXI
La Institución Benéfica del Sagrado Corazón comienza a dedicarse a los enfermos abandonados y tuberculosos en 1947. Su primer hogar fue en la plaza Moyúa de Bilbao, donde también fundaron un segundo en el Monte Avril . De allí, hacia el sur. Sevilla en los años 50, Albacete en los 60 y Almería y Granada en los 70.
La entrada del nuevo siglo también significó la apertura en 2008 de una casa al otro lado del Atlántico. La ciudad elegida fue Cochabamba, situada en el corazón de Bolivia y a más de 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar.
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