Recuerdos del primo de Villalón
Calle Rioja
Literatura. El Ateneo de Sevilla recordó al académico sevillano Manuel Halcón, que entró como socio en 1919 y en 1926 recibió un premio de la docta institución
LOS viernes por la tarde, el presidente del Ateneo, Alberto Máximo Pérez Calero, tiene consulta como médico. Pero la docta casa está en muy buenas manos, sobre todo si se trata de actividades literarias. Miguel Cruz Giráldez, catedrático de Literatura, es adjunto a la presidencia de la institución, y si hay duda con algún libro, para eso está el bibliotecario, Gerardo Pérez Calero, hermano del presidente y médico que recibe pacientes las tardes de los viernes.
Recuerdos de Manuel Halcón. Este homenaje literario se ajustó a la fórmula de ese libro soberbio, pura filigrana, que Manuel Halcón le dedicó a su primo el poeta y ganadero: Recuerdos de Fernando Villalón. La presencia de éste fue constante. En la casa sevillana de los Halcón, descendientes del soldado Luis Daoiz, nace el poeta Villalón y muere la santa Ángela de la Cruz. El acto fue organizado conjuntamente por las asociaciones Fernando III y Ademán. Estos últimos fueron los que hace dos años convocaron un homenaje forzosamente clandestino a Agustín de Foxá, prohibido por la entonces delegada municipal Josefa Medrano, de Izquierda Unida. "Le estamos muy agradecidos a esta concejal, con la que nos veremos el próximo año en los juzgados", dice Javier Compás, de Ademán, "consiguió que en las librerías se agotaran los libros de Foxá".
Eusebio León, presentador de los dos ponentes, recordó aquella aciaga noche literaria la censura propiciada "por el entonces gobierno bolivariano de la ciudad", que obligó a trasladar literalmente a la calle el acto. A la autoridad gubernativa, usando el símil taurino, no le tembló el pulso inquisitorial pese a que entre los participantes figurasen un premio Nacional de Literatura, Aquilino Duque, y un premio nacional de Biografías y de Traducción, Antonio Rivero Taravillo.
Ese gobierno municipal que ahora está en la oposición no hubiera visto con buenos ojos que antes del homenaje a Halcón, su principal exégeta, el escritor Fernando de Artacho, diplomado en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria, hubiera glosado la gesta de su abuelo, el comandante Pérez Blázquez, que al frente de trescientos falangistas sevillanos venció en Brunete a las tropas comandadas por Enrique Líster con refuerzos de las Brigadas Internacionales. Antepasado al que dedica una novela que saldrá con el título de La segunda bandera.
Manuel Halcón nació en Sevilla en 1900. este escritor de comienzos de siglo es un fin de raza, como tituló uno de sus libros, que apareció en 1927. Pertenecía por derecho propio a esa generación, como prueba la aparición en 1925 de El hombre que espera, que le valió el premio José María Izquierdo del Ateneo (institución de la que era socio desde 1919) o en 1926 de su novela Los treinta años de su mujer. De niño quiso ser seise, de mayor fue académico con piso en el madrileño paseo de la Castellana. Dice Cruz Giráldez que su ascendencia nobiliaria perjudicó su carrera como escritor. Pese a sus obligaciones madrileñas, su triángulo lo formaban Sevilla, Lebrija y Morón, la finca de su primo Villalón por la que una vez apareció el Pernales y donde se recibían a diario Le Figaro y el Diario de Cádiz. Era marqués de familia y un primo suyo, el conde de Halcón, fue alcalde de Sevilla en tres periodos distintos. Dejó la Alcaldía el 14 de abril de 1931. Ochenta años después, Halcón, el marqués, tiene una nieta, Pía Halcón, que es concejala en el Ayuntamiento de Sevilla, hija de Pío Halcón, el singular mecenas que regentaba una productora de cine, Galgo Films, con la que financió la película Manuela que Gonzalo García Pelayo y Pancho Bautista, con música de Lole y Manuel, dirigieron a partir de una historia del académico que murió en 1989. Fin de raza. Una película que el cronista vio en el verano de 1977 en el cine Sinaí.
Artacho y Cruz Giráldez repasaron otra faceta fundamental de Manuel Halcón, la de periodista. Su firma fue habitual en dos de los principales periódicos de la ciudad en el primer tercio del siglo XX, El Liberal de José Laguillo y El Noticiero Sevillano de Peris Mencheta. Ganó un premio de cronistas de guerra. En plena contienda, dirigió la revista Vértice, aunque más trascendental fue su paso por Mediodía, para cuyo primer número empeñó el alfiler de su corbata. Colaboró en el periódico Fe, órgano de la Falange, que se hacía en el mismo taller y con el mismo formato donde hasta su desaparición se tiró El Liberal.
El Ateneo de Sevilla goza de buena salud, y no precisamente porque su presidente tenga consulta de galeno los viernes. El salón de actos registró una buena entrada para estos recuerdos del que recordó, Halcón, el primo de Villalón, aquel sevillano sibarita, urbanita, un "animal social" en palabras de Artacho. Entre el público, Pedro Ybarra, que se acaba de jubilar como párroco de Santa Cruz y solicitó su ingreso como socio del Ateneo. Donde Halcón entró en 1919.
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