Rastreadores militares contra el covid-19: tres millones de llamadas coordinadas desde Sevilla
La Fuerza Terrestre dirige los trabajos de la operación Baluarte para frenar la expansión del virus
A los rastreos telefónicos se unen las desinfecciones, el apoyo logístico y el traslado de vacunas
La última tarea es el seguimiento de los viajeros que proceden de Brasil y Suráfrica
Por los pasillos que pisaron Peter O’Toole y Alec Guiness hace sesenta años, durante el rodaje de Lawrence de Arabia, hoy pasan con cierta prisa militares con el uniforme de faena y mascarillas quirúrgicas. En la cafetería reina el clásico ajetreo de cantina militar con un aroma a café del bueno, pero los carteles dejan claro que sólo pueden colocarse en los lugares marcados con cintas y que nada de grupos. Una enorme foto de la jura de bandera del Día de las Fuerzas Armadas de 2019 recuerda otros tiempos en los que el público podía aglomerarse en la Plaza de España.
El edificio de la Capitanía General de Sevilla, que diseñó Aníbal González junto a la Plaza de España para la Exposición Iberoamericana de 1929, y que Hollywood convirtió luego en el cuartel general británico en El Cairo, alberga hoy el cerebro de la operación Baluarte. Desde aquí se coordinan todos los trabajos del Ejército de Tierra contra la pandemia del Covid-19 en toda España.
Estas labores consisten ahora principalmente en rastreos de contactos con positivos y en desinfecciones de edificios. Este fin de semana está previsto que se superen ya los tres millones de llamadas telefónicas desde que comenzó la operación Baluarte, allá por el mes de septiembre de 2020. Todo se controla desde una gran sala ubicada en una de las plantas del edificio. Es el Mando Componente Terrestre, que constituye el centro neurálgico de la operación Baluarte. Como ya la fue de su predecesora, Balmis, que se puso en marcha durante el principio de la pandemia.
Y como también lo fue durante el mes de enero del apoyo del Ejército a Protección Civil durante el temporal Filomena, cuando los militares enviaron a provincias como Madrid, Toledo y Guadalajara personal y maquinaria para despejar carreteras, asegurar los traslados de pacientes críticos o con operaciones urgentes mediante ambulancias todoterreno o llevar a sus puestos de trabajo a personal tan esencial como controladores aéreos o los investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que desarrollan la vacuna española contra el coronavirus.
Contar con el Ejército para este tipo de labores tiene dos grandes ventajas. La primera es que puede aportar una gran cantidad de personal, con el que ninguna otra institución cuenta. Y la segunda es que puede hacerlo los 365 días del año y las 24 horas del día, al tiempo que puede ir adaptando y cambiando la manera de trabajar en función de cómo evolucione la pandemia. Así lo explica el coronel Fernando Ruiz, jefe del área de Preparación del cuartel general de la Fuerza Terrestre (Futer).
"Es una operación escalable. Estamos muy pendientes de la evolución de los datos para ir trabajando de una forma u otra en cada área e incrementar el apoyo logístico y sanitario para poder contener el covid". Los militares cumplen así con una de sus premisas básicas: el servicio a la ciudadanía. No hay que olvidar que de la Fuerza Terrestre dependen también las misiones internacionales en las que participan los soldados españoles.
En los trabajos de rastreo participan actualmente unas 1.800 personas en toda España. El número puede aumentar o disminuir en función de la evolución de la pandemia. De hecho, hubo momentos en los que llegaron a trabajar unos 2.500 rastreadores militares. Estos soldados se encargan de llamar a una serie de personas que han dado positivo por Covid-19 y hacerle unas preguntas para poder conocer quiénes han sido sus contactos estrechos (personas que hayan estado durante un tiempo superior a 15 minutos a menos de dos metros de distancia) y tener así vigilada la transmisión del virus.
Ese trabajo lo hacen las Unidades de Vigilancia Epidemiológica (UVE), que funcionan en la práctica como un call-center. Hay 18 unidades en España con 81 secciones diseminadas por todo el territorio. En Sevilla está la de cuartel del Copero, desde donde se rastrean a diario a cientos de personas siguiendo los datos facilitados por el Servicio Andaluz de Salud. El Ejército no decide a quién llama, sino que está a disposición de cada comunidad autónoma. Éstas les envían los datos de los positivos a través de unas aplicaciones y son ellos los que vuelcan su trabajo en un sistema informático para evitar duplicidades.
En cada comunidad autónoma hay unos protocolos o formas de gestionar la pandemia distintos, de forma que el Ejército se ha tenido que adaptar al trabajo de cada una, dando formación específica a sus soldados. De todas formas se intenta que el rastreador sea del lugar al que llama, o al menos que lo conozca. Desde el 30 de septiembre de 2020, se han rastreado 680.060 casos y 804.987 contactos. A este millón y medio largo de personas hay que sumarle otras 1.432.657 llamadas de seguimiento, con las que se controlan a aquellos que han de guardar cuarentena. El pico de esta actividad se alcanzó en la semana del 13 al 19 de enero, en plena tercera ola de la pandemia, con casi 80.000 contactos. En un día, se registró un máximo de 19.000 llamadas, a una media de unas 14 por rastreador.
Este trabajo se compagina con el de las desinfecciones, si bien estas se han realizado casi todas en la comunidad de Madrid. También se han coordinado desde Sevilla. Ha habido 693 desinfecciones en esta región y otras 131 en otras zonas de España. La mayoría de esta actividad ha sido en centros de test de antígenos y en residencias de ancianos, aunque también se han realizado labores similares en otros edificios en los que se han registrado brotes de covid. Hace unas semanas, la Brigada X Guzmán el Bueno desinfectó la cárcel de Sevilla-I, donde se habían disparado los casos positivos entre funcionarios y presos.
No sólo están las desinfecciones en sí, sino también la formación a distintos organismos civiles en estas labores. Se forma al personal de Protección Civil o Bomberos en estos trabajos. Otro capítulo de la operación Baluarte se centra en el apoyo logístico. Se han realizado 374 actividades de este tipo, consistentes básicamente en la instalación de zonas para cribados masivos o montaje de tiendas para triaje.
A toda esta batería de actividades se les suman dos relativamente recientes: el traslado de vacunas y el apoyo a la vacunación, y el control de los viajeros que proceden de países como Brasil o Suráfrica, donde se han detectado cepas propias del covid-19. En estos casos lo que se hace es hacerles una serie de llamadas en días alternos y a distintas para comprobar que no tienen síntomas.
Todos los viajeros que han entrado en España procedentes de estos países lo hicieron con su PCR negativa y un test de antígenos negativo en suelo español. Sólo uno ha tenido síntomas en todo este periodo. Si no se consigue contactar con él tras varios intentos, se les denuncia ante las autoridades sanitarias para que éstas sepan que hay una persona procedente de un país de riesgo no localizada.
Al principio de la pandemia se utilizaba mucho el lenguaje belicista, se tildaba al virus del enemigo y se decía que era una guerra del siglo XXI. Hoy se utilizan menos esos términos, pero los que están listos para la guerra, y muchos de ellos son veteranos de Irak, Afganistán o el Líbano, están plantando cara al virus desde un edificio de Sevilla.
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