Así era Rafael Estévez, la víctima más joven del coronavirus en Sevilla

Natural de La Rinconada, acababa de publicar un libro sobre el comunismo libertario en su localidad natal

Falleció el domingo a los 37 años en el Hospital Virgen Macarena y no tenía ninguna enfermedad previa

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La entrada principal al Hospital Macarena.
El Hospital Macarena, donde falleció Rafael Estévez / José Ángel García

"Cuando nos comunicaron que había fallecido, no nos lo podíamos creer. Era un tío sano, fuerte, que no fumaba ni bebía. No tenía ninguna enfermedad. Todos pensamos que iba a salir adelante y la noticia nos dejó helados". Quien así habla es Daniel Fernández. Se refiere a su amigo Rafael Estévez Guerrero, la víctima más joven del coronavirus en Sevilla. Murió el pasado domingo 22 de marzo en el Hospital Virgen Macarena.

Estévez era natural de La Rinconada, pero llevaba tiempo viviendo en Sevilla capital. Era anarquista y era muy conocido en el mundo del activismo en la ciudad. Acababa de publicar un libro, Comunismo libertario en La Rinconada, fruto de un trabajo de investigación de diez años. Presentó la obra el 2 de marzo en Sevilla y unos días después en Madrid. Puede que se contagiara allí, porque ninguno de los asistentes al evento en Sevilla ha tenido síntomas de la enfermedad.

Durante su estancia en la capital de España ya encontró los primeros indicios de una ciudad que se preparaba para afrontar la epidemia que llegaría en cuestión de horas. "Me vengo a Madrid tres días y me cierran todos los museos y musicales. Me fui a Sao Paulo este verano y se me hizo de noche a las dos de la tarde. Que no, que no me gusta viajar", tuiteó el 11 de marzo.

Un día después empezó a sentirse mal. Un tratamiento con Nolotil y corticoides no funcionó y el 14 fue ingresado en el Hospital Macarena, donde fue aislado con los enfermos de coronavirus. Empeoró y pasó a la UCI y finalmente falleció, dejando una profunda huella entre sus amigos y compañeros.

Estévez estaba casado y no tenía hijos. Deja una profunda huella en los colectivos anarquistas de la ciudad, donde era muy conocido. "Siempre estaba en primera línea, era muy echado para adelante, muy valiente, y además un tipo muy simpático", cuenta Fernández, que le ha escrito un obituario en La voz del sur.

"Era un tipo peculiar, si por peculiar entendemos lo que se sale de la norma habitual", dice el texto, que cuenta también las distintas profesiones que desempeñó. Era auxiliar de enfermería, profesión que compaginó con otras en los periodos de desempleo, en los que recogió naranjas, trabajó en la hostelería y en una fábrica de pollos. "Un tipo trabajador donde los haya, fuerte, despierto y abierto con la gente, cualidades todas ellas muy apreciadas por cualquier empleador", escribió su amigo.

Militó en el sindicato anarquista CNT en Chiclana, Sevilla y Camas, si bien en los últimos tiempos ya no estaba afiliado. El anarquismo fue, según Fernández, "el gran leitmotiv de su vida, porque si por algo le gustaría ser recordado a Rafa es por ser fiel embajador de las ideas que marcaron su trayectoria vital". Era un gran lector de los clásicos teóricos ácratas, como Proudhon, Bakunin, Malatesta o Kropotkin, cuyas ideas "le dotaron de un corpus de valores, principios y fundamentos morales y sociales que, desde muy joven, darían sentido a su existencia".

Creó una pequeña distribuidora de libros, con ejemplares encuadernados por él mismo y que vendía a precio de coste, "sin recibir beneficio alguno". Vendía libros en la Plaza del Pumarejo, primero, y junto al Parlamento después. "Era un hecho familiar verlo cada sábado por la mañana con su mesa repleta de libros mientras que algún otro paseante se detenía y ojeaba curioso. Siempre lo encontrabas alegre y dispuesto a charlar con cualquiera". Tenía también un blog, Negro sobre Negro.

De Estévez también ha escrito el periodista Francisco Artacho, que coincidió a veces con él en el Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla. "Es un lugar clave para investigar qué ocurrió en Andalucía y en España durante la Guerra Civil y el franquismo. Allí se almacenan miles y miles de expedientes que ayudan a indagar, pueblo a pueblo, a quién se juzgó, a quién se depuró, a quién se castigó. Rafa, al que muchas personas conocían simplemente como Rafa Rinconada, invirtió muchas horas de su vida tecleando en el rudimentario, pero efectivo, viejo ordenador que abría la puerta a los casos sumarísimos y otros documentos", dice Artacho.

El domingo, día de su muerte, sus compañeros lo despidieron entonando el himno anarquista, A las barricadas, desde los balcones y ventanas de sus casas. No podían acompañarlo en el cementerio para no vulnerar la cuarentena. Que la tierra le sea leve.

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