Si Rafael de Cózar no va a la Carbonería...

AYER en Sevilla y hoy en Cádiz. En esta segunda ciudad es donde Rafael de Cózar (Tánger, 1951), vivió a partir de los once años, donde hizo sus primeros pinitos como pintor, su alter ego, y donde ya escritor participó en la fundación de la revista Marejada.

Las dos ciudades-mujer en las que Rafael de Cózar presenta Los huecos de la memoria. "Yo que tanto peco, y me he quedado solo con mis ecos". La presentación en la Biblioteca Pública Infanta Elena fue como un partido de vuelta. Cózar ha presentado todos sus libros en La Carbonería -Entre Chinatown y Riverside, Los ángeles guardianes, Ojos de uva- y allí presentó los libros de tantos amigos. Ayer Pisco Lira se desplazó desde la calle Leviés hasta las inmediaciones del parque de María Luisa para introducir a este autor de la casa, de la familia.

Fue en La Carbonería, presentando una de las primeras entregas de Alatriste, donde nació la amistad de Cózar con Arturo Pérez-Reverte y con Juan Eslava Galán. Este último ganó el Planeta con En busca del unicornio, pero Cózar es más de Lira que de Lara. En la presentación sevillana contó con Julio Neira, director general del Libro, Archivos y Bibliotecas, que recomendó buscar por esas dependencias, archivos y blbiliotecas, la tesis doctoral en la que Rafael de Cózar documenta que el hermanamiento entre poesía e imagen es anterior a Apollinaire y ya está en la Grecia clásica.

Los huecos de la memoria tiene un apéndice de poesía visual, ese lado de "desocupado mirón" que Lira ve en el autor tangerino. Los poemas, todos inéditos, los escribió entre 1977 y 1980, hijos pues del trienio que va de las primeras elecciones democráticas al 28-F. Son versos coetáneos de Martín Lucía, el joven editor, 35 años, de Ediciones En Huida, en cuya colección Crepusculario, vocablo que deben a Neruda, aparecen los ecos de Cózar. Esa poesía que como él mismo reconoce es "más reconocida que conocida". Ése es el objetivo de estos mil libros: conocer a Cózar.

El prólogo es de Andrés Sorel, cómplice de aquellos conciliábulos de escritores antifascistas que sellaron la amistad, recordó Pisco Lira, en una taberna de Amor de Dios. Poemas contra el aburrimiento y sobre los estragos del amor, tema que el autor admite haber "estudiado, investigado, vivido y padecido en abundancia".

Pisco Lira ve en los versos del mosquetero Cózar rastros del postismo -el primero, su amistad con Carlos Edmundo de Ory-, de la psicodelia, del situacionismo. Anabel Rodríguez, directora de la biblioteca Infanta Elena, celebró la buena entrada para un libro de poesía. Poemas que se pueden tocar con las manos, pletóricos de materiales: puerta de cinabrio, hambre de níquel, bocas de estaño. Cózar se dejó de discursos e hizo una lectura apasionada de sus poemas. Una ardorosa excepción a la regla que enunció Julio Neira. "Los poetas suelen leer muy mal sus poemas".

En Cádiz presentará el libro Jesús Fernández Palacios. De biblioteca a biblioteca. "... aún oigo cómo trabaja el tiempo / acuchillándome poco a poco, sin remedio, / el camino agridulce de la vida". El pecador moderó los pecados y los estímulos. "Ya somos de comunión diaria y de tintito con agua". Algunos de sus versos estuvieron en poemarios que fueron finalistas de los premios Ricardo Molina y Rafael Montesinos. La hija del escritor lo inmortalizó con su cámara digital. Se puso a firmar ejemplares. Venderá 998 libros. Dos los reservará para su próximo encuentro con Pérez-Reverte y Eslava Galán.

Le llegó la cátedra y ahora la jubilación. Lira evocó otros canales expresivos de Cózar. Padilla le editó Sinfonía en negro y con El corazón de los trapos consiguió el premio Vargas Llosa de Novela en Murcia. No tiene el Planeta. Es más de Lira que de Lara.