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Quintero, el bético que nunca fichó por el 'Madrid'

Calle Rioja

Pionero. Trajo a Serrat o Víctor Manuel y Ana Belén en pleno Mundial de España 1982

De izquierda a derecha, Jesús Quintero, Rafael Alberti, yo mismo, José Luis Pellicena y María Asunción Mateo (viuda de Alberti), en el café Placentines. / Paco Cazalla

Antes de conocerlo en persona, ya me había familiarizado con su voz. La voz de Estudio 15-18. Ese programa de música y entrevistas pausadas en el que se alternaron Jesús Quintero y Alfonso Eduardo Pérez Orozco. Dos andaluces de pueblo, uno de San Juan del Puerto, otro de Montellano, los dos de la quinta del 40, niños de la posguerra, que se abrían paso en la jungla de Madrid. Como la voz sureña de Gonzalo García Pelayo, madrileño de cuna, sevillano de Los Remedios, gurú del rock andaluz, que hacía con Carlos Tena el programa Para vosotros, jóvenes. La radio fue la avanzadilla del 28-F.

En persona lo conocí en la plaza de América. Primavera de 1982. Quintero había vuelto a Sevilla. Tenía un programa al medio día en Radio Nacional de España. Por esa época hizo con Pepe Guzmán y José María Arenzana una historia de los suicidas de la Giralda. Pero Jesús iba para muecín de la noche. De la plaza de América a la avenida República Argentina. Estaba predestinado a cruzar el charco, como lo había hecho su paisano Juan Ramón Jiménez, Nobel en el 56, muerto en Puerto Rico. Hijo de José y de María, puro portal de Belén, Quintero contaba una broma familiar según la cual él era pariente del poeta que se casó con Zenobia Camprubí por la parte de Platero.

Participé en el nacimiento del Loco de la Colina. Cuando en ese epicentro de Los Remedios era vecino de ilustres catedráticos como Manuel Clavero Arévalo o Juan Antonio Carrillo Salcedo. La cultura de Jesús era natural, su enciclopedismo intuitivo. A dos pasos de los estudios de Radio Nacional de España se encontraba el bloque de viviendas donde el rockero Silvio encontró a la musa de su canción La ragazza del elevatore. Recuerdo que en una ocasión, con motivo de un derbi local en Heliópolis, en Diario 16 Andalucía juntamos al bético Quintero y al sevillista Silvio para pulsar sus aficiones. Dos genios con los que Vittorio de Sica habría hecho maravillas.

El loco tenía un loquero llamado Paco Cervantes y un técnico de sonido, Antonio Calderón. Puro Siglo de Oro, Cervantes y Calderón. Y con ellos, Pilar Gutiérrez, conocedora de los secretos de la radio, donde todo es secreto porque nadie lo ve, como la fe verdadera. Aquel verano del 82 Sevilla se convirtió en una ciudad brasileña. Fue la sede de Brasil en el Mundial de España. Los futbolistas se alojaron en el parador de Carmona y la prensa carioca, imagino que ahora pendientes del derbi Lula-Bolsonaro, en el hotel Inglaterra.

Quintero y Cervantes organizaron un Mundial Cultural. Precursores del Icónica Fest, montaron en los escenarios de Lawrence de Arabia una carpa gigante en la plaza de España donde todas las noches amenizaba la espera el piano de Paco Aguilera. Vinieron Víctor Manuel y Ana Belén, Serrat, Lole y Manuel, María Dolores Pradera, las brasileñas de Macunaima. Camarón dio una sonora espantá. En esa época, Quintero vivía en el barrio de Santa Cruz, muy cerca de la tumba de Murillo, el callejón del Agua, el tablao Los Gallos y el restaurante La Albahaca.

Los 80 fueron trepidantes. En 1980, el 28-F. En 1981, el 23-F. En 1982, los triunfos socialistas de mayo (Rafael Escuredo) y octubre (Felipe González). En 1983, Quintero se va a la Ser. El año del 12-1 a Malta. En 1984 da el pregón de los Carnavales de Cádiz (un año después que Carlos Edmundo de Ory), viene Borges a Sevilla, al Seminario de Literatura Fantástica, y un toro mata en Pozoblanco a Paquirri. En 1985 se va Gordillo al Madrid. A Quintero también lo quisieron fichar, pero ya no dejará su tierra. Como Carlos Herrera, con el que dejó inconcluso un proyecto esbozado en un encuentro en Bajo de Guía, han sido capaces de hacer radio para toda España (que es decir para todo el mundo) sin salir de Sevilla. Desde la calle Rioja o desde Placentines. Los dos además tuvieron como colaborador eminente al gran José Antonio Garmendia, químico, dibujante, humorista, relevista y autor del diccionario de Cipriano Telera. En 1986 muere Borges y la Argentina de Maradona gana el Mundial. Otro juguete roto, la especialidad de Jesús Quintero.

Netflix ha estrenado su documental sobre Figo, el portugués que pasó del Barcelona al Madrid. El partido en el que le lanzan en el Camp Nou una cabeza de cerdo lo vimos en la casa de Quintero en Placentines, cuando fue vecino de Juan Robles. Con sus amigos Guti y Paco Cervantes. A Jesús le gustaban los personajes que estaban en la frontera, ya fuera de la tierra y del mar o del bien y del mal o del Barça y el Madrid. Abrió su colina el año de la primera visita del Papa Juan Pablo II a Sevilla, en pleno traspaso de poderes de Leopoldo Calvo-Sotelo a Felipe González. La UCD ya se estudia en Arqueología. El hijo de José y de María, crucificado simbólicamente por la maledicencia y sus agentes, los mediocres, era como un confesor. Fue a su pesar Jesús Superstar, con curas que venían del jornal como Diamantino García o que iban a la aristocracia, como Aguirre, la cólera de Dios. Igual que el gran Pulpón, mánager de flamencos, Quintero se puso a mendigar un programa en televisión. No había sitio para su transgresión. Los silencios son muy estridentes para la furia española. Genio y figura.

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