Puerta de Córdoba: un trozo de historia de Sevilla encerrado en una torre

Muralla de la Macarena

¿Por qué se conserva la atalaya más antigua de la Muralla de la Macarena? ¿En qué estado está? ¿Se puede visitar? ¿Quién es su propietario y qué planes tiene?

La Hermandad de San Hermenegildo muestra su patrimonio y sus proyectos para recuperar la capilla y convertirla en oratorio

Puerta de Córdoba: un trozo de historia de Sevilla encerrado en una torre
María José Guzmán - Fotos y vídeo: Antonio Pizarro

10 de febrero 2019 - 18:06

Un chirrido y luego el bronco arrastre de las pesadas puertas bastan para alertar a varios viandantes, que tardan unos segundos en sacar sus teléfonos móviles para grabar. Quizás son vecinos o pasan a diario por este extremo de la Muralla de la Macarena, por la Puerta de Córdoba, un edificio anexo a la iglesia de San Hermenegildo, frente al convento de Capuchinos, que encierra una parte de la historia de Sevilla y que sigue siendo uno de sus tesoros ocultos.

Quien abre las puertas a este periódico es Luis Álvarez, hermano mayor de San Hermenegildo. Y, desde hace unos años, lo hace cada vez que un grupo lo solicita. “No podemos hacerlo más días, el pasado abril hicimos una jornada de puerta abiertas, porque no tenemos recursos para costear el mantenimiento, a los grupos pedimos simplemente un donativo”, explica para desmentir la creencia de que esté cerrada al público. También de que sea patrimonio público, como la muralla de la que forma parte.

¿Quién tiene las llaves?

Las tiene la hermandad desde el siglo XVI, cuando se le concedió su uso como capilla para venerar a San Hermenegildo, rey visigodo y copatrón de Sevilla, representado allí en imágenes y del que se decía que estuvo preso y fue martirizado en dicha torre-puerta. “Si este patrimonio existe hoy en su estado primitivo es porque se salvó de la piqueta municipal al estar en manos privadas y no una vez, sino dos”, asegura Álvarez.

¿Por qué sigue en pie?

La Puerta de Córdoba es la más antigua que se conserva de la muralla, la única almohade, y apenas ha sido transformada. Hay dos hitos que explican esta circunstancia. En el siglo XVI, cuando estos sistemas defensivos pierden su razón de ser, las puertas de la muralla se transforman para darles otro uso que ya no es el militar y ahí se sitúa el momento en el que este monumento pasa a manos de la hermandad. El Cabildo Municipal abre un nuevo postigo más amplio junto a la Puerta de Córdoba, del que hoy queda una guía para los tablones que se colocaban en la puerta para proteger a la ciudad de las riadas, y la primitiva torre queda en manos de la hermandad, que la usa como capilla.

De las justas a la actual iglesia

La hermandad de San Hermenegildo se fundó en el siglo XIII por los caballeros del rey San Fernando, que celebraban torneos y justas en la Puerta de Córdoba para honrar a San Hermenegildo. Tras la reconquista cristiana, la hermandad, que residía en la parroquia de San Julián, se traslada allí a instancias de Cristóbal Suárez de Ribera. La hermandad posee un retrato suyo, obra de Velázquez, que está depositado en el Bellas Artes y expone una copia. La actual iglesia se construyó en 1616, cuando el Cabildo Municipal concedió unos terrenos, al quedarse pequeña la capilla. El templo se restauró en los años 50 y fue entonces cuando aparecieron nuevos elementos de la torre que estaban adosados, como una puerta con arco de herradura y unos frescos de un altar de Santa Justa y Rufina que fueron retirados y cuyo paradero desconoce la hermandad. También se abrió la puerta principal, trasladándose el quiosco que había allí a los terrenos que hoy ocupa el bar La Pastora.

La construcción de la nueva puerta evita que la primitiva sea derruida o transformada, según explican en la hermandad, que sitúa la construcción de la actual Iglesia de San Hermenegildo, anexa, en el siglo XVII. La devoción creció y la capilla se quedó pequeña por lo que se solicitó al Cabildo Municipal la cesión de unos terrenos para levantar un templo, de la misma anchura que la torre y hacia el campo, que hoy es la ronda. Se hizo el templo y un jardín, que hoy ocupa un vivero, pero todo el terreno restante que discurre junto a la muralla, hasta el arco de la Macarena, que era un basurero insalubre, se cedió también a la hermandad que lo convirtió en huertas. “Por eso tampoco se edificó nada en ese espacio y esto explica la conservación de estos lienzos de muralla, declarados en 1908 monumento nacional”, apunta.

No obstante, en el siglo XVIII estos terrenos fueron devueltos al Cabildo, que empezó a adecentar la ciudad, construyendo paseos y alamedas. Luego las necesidades del tráfico han reducido también ese espacio verde, que se limita a unos metros entre la muralla y la acera de la ronda.

Registro en 1873

El otro hito que destaca la hermandad y que fue clave para mantener en pie la Puerta de Córdoba se sitúa en el siglo XIX. Habían pasado casi tres siglos en pacífica posesión cuando llegó la revolución de 1868 y se acelera el derribo de las murallas, consideradas un corsé para el progreso de las ciudades. “Se tiró la Puerta de Córdoba que se construyó en el siglo XVI, como muchas otras, se expropió el templo, cuya entrada se hacía todavía por la primitiva torre, y fue entonces cuando la hermandad solicitó, por conducto del gobernador de la provincia, la suspensión de su venta”, explica el hermano mayor. Y ahí se inicia un proceso que acaba obligando al ayuntamiento a devolver las llaves de la Puerta de Córdoba a la hermandad, que dio un paso más, el que muchas instituciones están dando en los últimos años para inmatricular sus bienes patrimoniales.

/ Antonio Pizarro

La hermandad tiene una copia de la orden que mandó el entonces Regente del Reino para que la propiedad fuese entregada de nuevo a la corporación de San Hermenegildo. Y con dicha resolución gubernativa, de junio de 1872, se formó el expediente judicial que mandaba su inscripción en el Registro Único de la Propiedad. Los juzgados estaban entonces en San Vicente y todo se protocolizó en la notaría de Antonio Palacios y Fernández en enero de 1873, en una escritura que incluye la torre-puerta, la iglesia y otros elementos que ya no se conservan. “Teníamos constancia de todo esto pero los datos se perdieron, nos costó encontrar una referencia para localizar los papeles en el registro pero ya los tenemos y, de hecho, el Ayuntamiento no ha hecho por litigar hasta ahora y cuando inmatriculó la muralla para solicitar la ayuda del 1.5% cultural sólo registró los lienzos, no la puerta”, explica.

Mucha devoción y pocos hermanos

Desde antiguo, los sevillanos fueron muy devotos de San Hermenegildo, primer rey católico de Sevilla. La hermandad, fundada durante la reconquista cristiana en 1248 por caballeros del rey San Fernando, cuenta actualmente con sólo 150 socios, aunque hace una década llegaron a ser cinco. A petición suya, el Ayuntamiento rotuló una calle en memoria del santo en el barrio de San Julián. Pero en la ciudad hay numerosos testimonios de su figura. Desde el convento de San Hermenegildo, en la Plaza de la Concordia, a vidrieras y retablos de la Catedral. También hay esculturas del santo en las fachada de la iglesia de San Jorge en el Hospital de la Caridad, el Palacio de San Telmo, en el retablo de San Onofre, en las parroquias de San Ildefonso y San Nicolás, en el retablo mayor de San Esteban, en la bóveda de San Isidoro y en varios óleos que guarda el Museo de Bellas Artes y hasta en una campana de la Giralda. Los planes de la hermandad para la Puerta de Córdoba pasan por relanzar su sentido religioso, antes que turístico.

El actual hermano mayor forma parte de una nueva generación que tomó las riendas de esta corporación hace una década y ha conseguido impulsar una devoción que parecía perdida (hace diez años tenía sólo cinco hermanos y ahora son 150) y también empezar a recuperar su patrimonio. “Poco a poco porque nosotros preferimos no pedir subvenciones, siempre te las dan a cambio de algo”, apunta. La hermandad tiene tres fuentes de ingresos: el alquiler del vivero anexo que regenta desde los años 50 la misma familia, las cuotas de los 150 hermanos y las colectas (no todas) de las misas de los domingos que, según cuenta el hermano mayor, dan para pagar al sacerdote que oficia. “Prácticamente los feligreses que acuden a San Hermenegildo pagan la misa”, asegura.

¿Qué se ha recuperado?

No obstante, hace diez años la Puerta de Córdoba presentaba signos de abandono, pero ahora es visitable. “La hermandad la protege porque aquí está su origen”, confiesa el hermano mayor, cuya intención es seguir invirtiendo en este patrimonio. “Esto estaba en muy malas condiciones, la escalera para subir a la parte alta no tenía pasamanos, no había luz y todo estaba lleno de excrementos de palomas y gatos y por eso pusimos una puerta que evita el acceso”, comenta.

La entrada desde las dos puertas de la torre, la que da la calle Puerta de Córdoba (descolgada y a la espera de su arreglo) y la de la placita, muestra un patio interior con restos de pinturas y dos altares, donde ya intervino el Ayuntamiento de Sevilla en los años 50, cuando se hicieron obras en el templo. Allí montan en mayo los hermanos más jóvenes una cruz.

¿Quién fue San Hermenegildo?

San Hermenegildo es hijo del rey visigodo Leovigildo, que se casó con Teodosia, católica y hermana de San Leandro y San Isidoro, obispos de Sevilla, y tuvieron dos hijos. El otro es Recaredo. Pasaban largas temporadas en Sevilla, por lo que algunos historiadores sitúan el nacimiento de Hermenegildo en el año 564 en Sevilla. Ambos hijos recibieron el bautismo arriano, pero se educaron en los valores de la escuela de San Leandro. Hermenegildo se casó con una princesa gala y católica, Ingunda, que fue decisiva para que él abjurase del arrianismo y se convirtiera al catolicismo, siendo virrey en Sevilla, pues hasta allí fue desplazado por su padre. Su conversión enfureció a Leovigildo y acabó enfrentándose con él. Como se negó a hacer apostasía, fue encarcelado, martirizado se supone que en la Puerta de Córdoba, porque otras fuentes lo sitúan en Tarragona, y decapitado en el año 585. Es copatrón de la ciudad de Sevilla junto a San Fernando.

Un futuro oratorio

Al subir a la parte alta, una puerta de madera es el único testigo de una vivienda adosada que ocupó antaño un santero y desde la que se ve la capillita al fondo. Es un habitáculo de dos metros de largo por uno de ancho y dos de alto con un magnífico artesonado mudéjar, un altar de piedra, sobre el que había una escultura sedente del mártir que está siendo restaurada y fechada en el siglo XVI, y bajo el que se encuentra el calabozo que se supone que fue la cárcel de San Hermenegildo. “Nuestra intención es restaurar esta capillita y pedir al Arzobispado que nos la convierta en un oratorio, queremos que la torre guarde su sentido religioso, antes que turístico”, advierte Álvarez. Desde el interior de la iglesia, al fondo y justo arriba de la puerta de acceso a la torre, puede verse una ventana protegida por una celosía barroca, tallada y dorada, que es la antesala al oratorio y la cárcel del santo.

Sin acuerdos

“¿Por qué el patrimonio no puede estar en manos privadas? Expropiar catedrales, casas palacio... recuerda a los regímenes totalitarios”, lamenta y confirma que todas las conversaciones que han mantenido con el ayuntamiento, en diferentes etapas, no han permitido alcanzar un acuerdo. “Nosotros no tenemos recursos, pero el Ayuntamiento, como dueño del resto de la muralla, sí podría poner en uso y valor su parte, nada se lo impide”, comenta Álvarez que reivindica con firmeza la propiedad de la torre y recuerda que los planes municipales que ha conocido pasaban siempre por incorporar la Puerta de Córdoba a una visita de la muralla, “pero poniendo siempre la taquilla en otro extremo”.

Asociaciones conservacionistas y de defensa del patrimonio llevan años reclamando que la Puerta de Córdoba se abra al público. También que se sume a un proyecto mayor para visitar la Muralla de la Macarena y se incluya en una ruta turística por el patrimonio de la zona norte del casco histórico. Incluso sugieren la fórmula: un convenio con la Hermandad de San Hermenegildo. Pero, de momento, no hay acuerdos.

Se acaba el recorrido y Álvarez cierra las puertas, maniobra seguida de nuevo por curiosos del barrio. La Puerta de Córdoba, aun sin conocer lo que encierra, tiene público.

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