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Prólogo a caballo

La víspera de la Cabalgata se convierte, por derecho propio, en otra fiesta. El Heraldo, encarnado por el empresario Gregorio Cabeza, recuerda a los refugiados.

Foto: Antonio Pizarro
Diego J. Geniz

04 de enero 2016 - 17:03

La víspera ya es fiesta. Valga el tópico para narrar una tarde que presenta todas las credenciales que la hacen digna de ser considerada ya como tradición sevillana: bulla, pisotones, carritos de niños que entorpecen el tránsito, disputas por abrirse paso, figuras de la política, figurones hispalenses, bandas de música y olor a heces equinas. No. No se trata de una de esas procesiones que salpican cada dos por tres el largo calendario festivo hispalense. Es el recorrido del Heraldo de los Reyes Magos que ha alcanzado ya tal cuota de popularidad que puede decirse que se trata del prólogo, a caballo y sin solución de continuidad, de la Cabalgata que protagonizarán hoy sus Majestades de Oriente. Sirvan los datos del Ayuntamiento para confirmarlo: entre 100.000 y 120.000 personas acudieron a contemplarlo, una cantidad bastante menor que la del año pasado, cuando al ser domingo se incrementó la cifra de asistencia hasta los 300.000.

Son las 17:30 del 5 de enero en la confluencia de la calle Cuna con Cerrajería. Lleno hasta decir basta. El viento que se cuela por el escaso hueco libre es el único componente invernal de un arranque de año a 20 grados. La gente espera a que salga el Heraldo de la sede del Ateneo, en Orfila. Paraguas en la mano sin uso. Sólo por precaución. Turistas que se incorporan con cara de asombro. Personas que en el último instante piden paso y que acaban enfrentándose, siempre, con algún que otro ciudadano que lleva tiempo esperando. Caras avinagradas. Tensión en el ambiente y bronca instantánea. Niños con mirada estupefacta. Nunca imaginaban que la tarde prometía tanto.

Llega la Policía a caballo. Se corta el tránsito de peatones. Abriendo el cortejo se encuentran el director de Fiestas Mayores, Miguel Bazaga; y el pregonero de la Semana Santa de este año, Rafa Serna. Detrás viene la agrupación de la Virgen de los Reyes. Los niños sostienen, inquietos, la carta a los Reyes en sus manos. En esta época de whatssap, e-mail y messenger, los más pequeños -en un inconsciente ejercicio de romanticismo- confían sus misivas a este Heraldo de la víspera más tierna. Tras la banda, vienen los beduinos con sus brazos en alto, sus pinturas (entre negra y marrón), y caramelos que se afanan en coger más los padres que los niños.

A lomos de un caballo blanco se presenta el Heraldo envuelto con ropaje verde y plata. Detrás, su corte de jinetes y las tres personas que hoy encarnarán a los Reyes Magos en la cabalgata que organiza el Ateneo, cuyo presidente, Alberto Máximo Pérez Calero, también participa en este cortejo.

Pasa la comitiva en poco más de diez minutos. Quedan en el aire los ecos de las cornetas y el olor inconfundible a excremento de caballo. El Heraldo se convierte así, con su aroma, en uno de los pregones no escritos de la Feria de Abril. Padres que en la estrechez de Cuna se tapan la nariz y hasta contienen la respiración. "¡Este caballo está podrido, mamá!" Grito inocente de una niña a la que las heces equinas lejos de espantarle -como le sucede a su progenitora- le divierte hasta convertirse en un bello recuerdo de la tarde. Bendita infancia.

El recorrido del Heraldo tiene su cénit junto al arquillo del Ayuntamiento. Las vallas rodean el edificio consistorial, donde hay bastantes personas apostadas una hora antes de que por allí pase el emisario real. El tranvía está cortado ante tanta afluencia de público. Para hacer más liviana tan larga espera, suena un disco de villancicos de Raphael que provoca la queja de los asistentes, quienes protestan por la escasa variedad del repertorio elegido. "¡Pon algo más alegre!", gritan varias madres al encargado de que los aparatos musicales funcionen a la perfección. Sólo la melodía del Tamborilero calma a estas familias que no entienden que los políticos asistentes al acto entorpezcan su visión. "¡Llevamos una hora esperando, quítate de ahí!", espetan, sin mayor reparo, al mismísimo alcalde de la ciudad, Juan Espadas, que llega acompañado de su mujer, Carmen. Minutos antes lo había hecho su antecesor en el cargo, Juan Ignacio Zoido, que trajo a su hijo Fernando para que le entregara la carta al Heraldo. También se encuentran los concejales del gobierno Carmen Castreño y Juan Manuel Cabrera, y el de la oposición Gregorio Serrano. Tampoco falta el presidente del Consejo de Hermandades, Carlos Bourrellier.

El Heraldo, encarnado por el empresario Gregorio Cabeza, pronuncia un breve discurso en el que requiere de la ayuda del regidor hispalense para pasar las páginas, habida cuenta de la dificultad que entraña tal operación cuando se hace con gruesos guantes de seda. Pide a los niños que repitan en varias ocasiones los nombres de sus Majestades de Oriente, que en Sevilla, por ahora y en contra de la moda implantada en otras ciudades españolas, siguen siendo masculinos. También recuerda que esta ciudad es "la tierra de la Madre de Dios" y pide a los menores que en sus deseos a los Reyes Magos tengan en cuenta a los niños obligados a dejar su país y buscar refugio en otros, así como a los que perdieron la vida en el intento.

Espadas entrega por primera vez las llaves de la ciudad -pintadas con un oro poco discreto- al emisario real, quien reemprende el camino hacia la sede del Ateneo. En el andén del Ayuntamiento suena de nuevo la música de Raphael, en esta ocasión por parte de la agrupación Virgen de los Reyes, que interpreta Mi gran noche entre la mirada atónita de los críos que ven contonearse más de lo acostumbrado a sus padres al oír unos sones que nunca pasan de moda.

Mientras los beduinos repostan en el Ayuntamiento y satisfacen necesidades fisiológicas, aparece en escena, casi sin llamar la atención (el momento sólo quedó para los más atisbados), una de las mujeres que más telediarios abre últimamente en España. Susana Díaz, presidenta de los andaluces, llega con su hijo, a quien el Heraldo monta a caballo. Saluda a Espadas a la puerta de la Casa Consistorial. En su corto recorrido recibe el afecto de los sevillanos que la reconocen y de varios trabajadores municipales con quienes entabló confianza en los años en los que fue concejal de Juventud.

La comitiva continúa hasta acabar en la Docta Casa. Entre 100.000 y 120.000 personas han acudido a ver este cortejo, según las primeras estimaciones del Cecop, una cifra bastante menor que la del año pasado, cuando al ser domingo acudieron 300.000 sevillanos a cotemplar el recorrido del Heraldo.

Lo que difícilmente podrán medir los números es la ilusión con la que hoy vive la ciudad una de las fechas más especiales del año. El día en el que niños y mayores tienen la misma edad.

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