Proezas solitarias para sueños colectivos
calle rioja
Aliento. Es como un espíritu hecho atmósfera, sueños individuales que en Sevilla se traducen en realidades como el maratón, la Bienal de Flamenco o la laureada cantera de cine
La primera ciudad la levantó Caín, nos enseñó Alfonso Castro en su última lección pública como decano de la Facultad de Derecho. Y las primeras de las que se habla en la Biblia tenían la mala reputación de Sodoma y Gomorra. La cosa cambia con Nínive, que Jonás tardó tres días en atravesar.
Sevilla es la ciudad de la Gracia, la tierra de María Santísima, que conmemora casi a la par, una ciudad más amiga de la conmemoración que de la memoria, los mil años del reino de Sevilla y los 775 de su conquista por el rey Fernando III. No es que Sevilla la levantara Abel, pero los siglos la han dotado de un humus, de una energía entre física y moral que la presenta como una ciudad con mucho pedigrí.
Es año de elecciones municipales y de ocupar los primeros lugares en la sinagoga del ágora, pero hay una Sevilla alejada de los focos institucionales, del ruido mediático, que consigue retos de resonancia colectiva que son el resultado de encomiendas individuales, de proezas solitarias.
Mañana pasarán bajo mi balcón los corredores del maratón, una semana después de la gala de los Goya. Yo corrí el maratón de Madrid en 1979. El pistoletazo de salida lo dio Ramón Tamames, que entonces era primer teniente de alcalde por el Partido Comunista. En la gestación de la prueba de Sevilla, tributo a Filípides, está el trabajo de Felipe del Valle, un agente del deporte público que murió demasiado pronto. El periodista Lorenzo Muñoz creó de la nada el medio maratón Sevilla-Los Palacios, oro clásico.
El otro día vi en Santa Justa a Antonio Pérez, productor de Solas, la película del lebrijano Benito Zambrano que estuvo a punto de superar en los Goya a Pedro Almodóvar. Antonio, bético del Iliturgi, es una de las claves del milagro del cine andaluz. Igual que sin Juan Lebrón no habríamos conocido a ese Carlos Saura al que en su tierra aragonesa exigieron que hiciera una película sobre la jota después de las maravillas cinematográficas que dedicó al Flamenco y las Sevillanas.
Las Noches en los Jardines del Alcázar son un prodigio veraniego que sigue fiel al espectador gracias al tesón de Miguel Ángel González, que también forma parte de los inicios del festival de jazz de Sevilla, cuando vino el mismísimo Stephen Grapelli. La Bienal de Flamenco llegó mucho antes que el reconocimiento de Nairobi. Una intuición de un concejal nacido en Archidona que salvó el hotel Triana, José Luis Ortiz Nuevo, experto en los cantes de ida y vuelta, en las habaneras del Zurraque.
En su charla con el periodista Rafa Cremades, Alfonso Guerra renovó su pasión por la ciudad de Sevilla, de la que destacó su atmósfera y la ventaja de ser una ciudad tan llana que hasta presume de su única cuesta que la tiene en el callejero, la Cuesta del Rosario. El carril-bici es ya una realidad incuestionable que avanzó mucho más rápido que el Metro. Una medalla que hay que colgarle a Paula Garvín, la edil que por Feria solía lucir un traje de gitana con los colores de la República.
La Habana es Cádiz con más negritos y Sevilla es Dublín con más cofrades. Dicen que sólo en La Coruña se ha celebrado con tanto fervor el bloomsday como en Sevilla, lo cual hay que agradecer a la llegada a la Universidad Hispalense desde la de Salamanca de Paco García Tortosa, un murciano que tradujo el Ulises de Joyce y con la complicidad del Flaherty de la calle Alemanes convirtió a Sevilla en una ciudad irlandesa cada 16 de junio, el abrazo de Carmen la cigarrera con Molly la soñadora.
Miky Mata y Bernardo Bueno trajeron a la flor y nata de la música internacional en Cita en Sevilla usando como escenario el solar de un antiguo cuartel donde años después los arquitectos Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo levantaron el teatro de la Maestranza. De Nina Hagen, Ian Dury, Joe Cocker o Frank Zappa, con Silvio en todos los carteles jugando de local como buen sevillista, a las óperas de Verdi, Mozart y Donizetti.
Sin el celo de Paulino Castañeda, no se habrían celebrado a lo largo de bastantes años unas jornadas de Historia de la Iglesia que rompieron clichés y prejuicios. Con Santiago Roldán como rector, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo organizó hace casi cuarenta años un seminario de Literatura Fantástica por el que pasaron Borges, Torrente Ballester e Italo Calvino. El centenario de este escritor actualiza en 2023 el legado de ese fructífero encuentro en el que también participó con una ponencia Antonio Rodríguez Almodóvar, que fue candidato a la Alcaldía de Sevilla en las municipales de 1979 y formó parte de la misma corporación que Ortiz Nuevo.
Empeños individuales que fueron captando adeptos, como la hermosa tradición de Rogelio Gómez, el hijo de Trifón, de que suenen las campanas de la Giralda el día de la festividad de San Pedro y San Pablo, los que aparecen en la entrada del Patio de los Naranjos junto al relieve de Mercadante de Bretaña que describe la expulsión de los mercaderes del templo. El fotógrafo Fernando Ruso llamó a retreta a todos los colegas para hacer una exposición fotográfica sin precedentes que tituló Pie de Foto. Una imagen per cápita, una inauguración que contó con la presencia testimonial pero muy simbólica del gran Atín Aya.
Antes que el cine, la pintura sevillana alcanzó su mayoría de edad gracias a un galerista poco convencional. Pepe Cobo reunión en La Máquina Española, en la calle Pastor y Landero, a Ricardo Cadenas, Guillermo Paneque, Pepe Espaliu, Federico Guzmán, Patricio Cabrera o Rafael Agredano. Una generación que revolucionó las artes plásticas. Una movida pictórica, hijos o sobrinos de las músicas de Gong y Smash, del tiempo mágico que retrata Paco Gallardo en su novela El rock de la calle Feria.
En Sevilla se corren muchos maratones. Los últimos serán los primeros. 501 años después de aquella carrera que empezó Magallanes y terminó Juan Sebastián Elcano.
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