Como si fuera el Pabellón de Canadá
Primer día del centro comercial Torre Sevilla
El centro comercial Torre Sevilla se abre al público con largas colas para acceder al Primark, que recuerdan a las de la Expo 92
Ocho y media de la mañana. Puerta principal del centro comercial Torre Sevilla. Varias decenas de jóvenes esperan en la puerta. Algunos charlan sentados, fuman un cigarrillo, miran el móvil y apenas hablan. Otros vigilan si se abre alguna puerta de servicio. Si sale alguien aprovechan para echar una mirada y curiosear. Llegan periodistas y preguntan: "¿Desde qué hora estáis aquí".
"Bueno, yo me he venido a las siete de la mañana, mi amiga está aquí desde las tres y ellos desde las diez de la noche", dice, señalando al grupo que está sentado en el suelo. "¿Desde las diez? ¿Y para qué?", insiste el informador. "Pues... para pasar la noche fuera de casa". Y a uno se le ocurren millones de formas de pasar la noche fuera de casa mejores que acampar en la puerta de un centro comercial que se va a abrir al público por primera vez doce horas después. La brecha generacional no le permite comprender a los sufridos primeros clientes del centro.
La tienda estrella del centro comercial Torre Sevilla es, sin duda, Primark. Quien lleva aquí horas sólo espera para acceder pronto a la tienda de la cadena irlandesa, la primera en Sevilla y la número 46 que se abre en España. La compañía ha preparado un evento previo a la apertura y ha invitado a los representantes políticos, periodistas e influencers. Los tres grupos son fácilmente reconocibles. Los políticos porque van rodeados de asesores y de seguridad, los periodistas por su desaliño y los influencers por su continua pose, móvil en mano.
El alcalde, Juan Espadas, chatea con alguien desde su teléfono móvil junto a la puerta de la tienda. Dentro esperan los 250 trabajadores, perfectamente uniformados y globos azules con el logo de la firma en la mano. Suena la música. Ambientazo a las 8:45. Los empleados bailan, saltan y, sobre todo, sonríen. La amabilidad ha debido prevalecer entre los criterios de selección del personal, que se ha elegido entre más de 11.000 aspirantes.
De los afortunados que obtuvieron el puesto, el 56% estaba en paro y para el 12% representa su primer empleo. Una suerte en los tiempos que corren. Se organiza una visita a la tienda, que tiene 5.000 metros cuadrados y es enorme. Quien esté acostumbrado a la de Huelva o a la de Jerez debe ir cambiando el chip. Esta tienda se parece mucho más a la de la Gran Vía de Madrid, esa que algún gracioso de internet comparó con los grabados que representaban al abarrotado Infierno de Dante el día de su inauguración.
Para que no ocurra eso, Primark ha colocado unas vallas y el personal de la tienda y de seguridad monta la cola con una organización casi militar. Empieza a acumularse gente en la parte que da al Caixafórum y ni siquiera ha comenzado el acto.
El director general de Primark en España, Portugal e Italia, Stephen Mullen, toma la palabra. Con un español a lo Michael Robinson da las gracias a todos, repasa las características de la tienda, remata con un "Como disen por aquí, Sevilla tiene un color spesial" e invita al alcalde a hablar.
Espadas se dirige a la multitud de trabajadores, que jalea, canta y baila. "Bueno, lo primero es felicitar al jefe por su español. Si el primer día lo habla así, imaginaos cuando lleve un año". El alcalde cita a Serrat (lapsus del regidor al llamarle José Manuel) y dice que "hoy puede ser un gran día". Como ve que el auditorio es demasiado joven e igual ese señor no les suena de mucho, continúa su discurso: "Sevilla estaba esperando este momento hace mucho tiempo", dice el regidor. Y el público le corta con una referencia musical mucho más actual: "¿Y Sevilla pa cuándo?"...
Termina el alcalde y corta la cinta. La puerta se despeja y hay ya una multitud. Los empleados hacen un pasillo. Dan las diez. Se abre la tienda. Los primeros corren. La segunda línea se lo toma con más relajación. Mayoría de mujeres entre los asistentes. La zona de Caballeros está más tranquila. Vaqueros desde 7 euros y camisetas desde 2. Está todo ya con la moda de invierno. Hay hasta un disfraz del monstruo de las galletas.
El centro comercial tiene muchas más tiendas, pero ninguna desata el interés de Primark. El resto está bastante tranquilo. Sólo en Starbucks hay aglomeración para desayunar. El tráfico es fluido en las inmediaciones. Varias parejas de la Policía Local controlan los accesos.
Fuera sigue llegando gente en busca del Primark y el personal de seguridad impide que entre nadie más para que no se colapse. Para que no vuelva a aparecer Dante por ningún lado. A las diez y media la cola le da ya la vuelta al Caixafórum. Un grupo de trabajadoras reparte macarons (azules corporativos) y limonada. Dan también abanicos. Aprieta el sol. La cola se va alargando. Como si fuera la del Pabellón de Canadá. 26 años después, vuelve a haber colas en la Cartuja.
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