Policías piden dejar de cantar 'La muerte no es el final' por las sospechas de pederastia del autor
El himno se utiliza desde hace años en los actos oficiales de la Policía, la Guardia Civil y el Ejército durante el homenaje a los caídos
Cesáreo Gabaráin, autor de la composición y fallecido en 1991, fue expulsado del colegio de los Maristas tras las denuncias de abusos sexuales a menores
Un comisario jubilado pide en una carta que la Policía "evite parecer que estamos de parte del verdugo"
Policía Nacional, dos siglos de honor
Una corriente interna dentro de la Policía Nacional se cuestiona la necesidad de seguir cantando La muerte no es el final, el himno con el que tradicionalmente se recuerda a los agentes caídos en acto de servicio en cada celebración oficial del cuerpo. Esta composición es obra del sacerdote vasco Cesáreo Gabaráin Azurmendi, autor de otras composiciones musicales religiosas muy conocidas, y sobre el que existen fundamentadas sospechas de pederastia. De ahí que se hayan alzado ya voces dentro del cuerpo en contra de la costumbre implantada a mediados de la década pasada, importada de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, de homenajear a los fallecidos con esta célebre composición.
Una carta firmada por el comisario jubilado Julián Márquez y enviada a Europa Sur, el periódico del Grupo Joly en el Campo de Gibraltar, ha reavivado el debate interno sobre este asunto. Márquez desempeñó varios puestos de relevancia en el seno de la Jefatura Superior de Policía en Andalucía Occidental (que agrupa las provincias de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Huelva) y dirigió durante años la unidad adscrita a la Junta de Andalucía, que se conoce popularmente como Policía Autonómica. Otros comisarios y miembros del cuerpo ya han mostrado también su rechazo a seguir cantando esta melodía, según fuentes de la Policía Nacional consultadas por este periódico.
Márquez inicia su misiva recordando que el pasado 13 de enero, día que se conmemoró el bicentenario de la Policía Nacional en diferentes ciudades de España (él se refiere explícitamente al acto que tuvo lugar en la Plaza Alta de Algeciras), se incluyó el "emotivo himno La muerte no es el final en el homenaje a los policías caídos en acto de servicio".
El comisario expone que este es un "himno católico compuesto por el sacerdote Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991), que fue incorporado a la liturgia militar en 1981 por el entonces teniente general Sáenz de Tejada para homenajear a los militares fallecidos en las condiciones de todos sabidas". Después, fue la Guardia Civil la que incorporó la composición a sus actos oficiales y se interpreta en cada homenaje a los caídos, tanto en las celebraciones de la Patrona como en las del aniversario de la creación del cuerpo. La muerte no es el final no se añadió a las celebraciones de la Policía Nacional oficialmente hasta 2014, por orden del entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, a quien Julián Márquez define en su carta como "ultra y nefasto".
Hasta ahí todo bien, si no fuera porque el autor del himno ya fue denunciado por presuntos abusos sexuales en los años setenta por parte de un grupo de familiares de niños del colegio Maristas de Chamberí, donde ejercía como capellán. "A raíz de la denuncia, el cura fue expulsado inmediatamente de los Maristas y comenzó a deambular por diferentes colegios, parroquias, campamentos de verano, catequesis, etc. en los que fue acumulando acusaciones del mismo tipo", sostiene Márquez.
El comisario hace referencia a una investigación del diario El País, que en el año 2021 publicó varios artículos sobre los abusos de Gabaráin. En septiembre de ese año, el trabajo del diario cifraba en 17 los testimonios de personas que supuestamente habían sufrido abusos por parte del cura. Las víctimas relataban hechos ocurridos en los años sesenta y setenta, y efectivamente el sacerdote fue expulsado del colegio de los Maristas en 1978 tras las denuncias de pederastia. Al año siguiente, en 1979, se convirtió sin embargo en prelado personal de Juan Pablo II, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1991, con 54 años.
Gabaráin fue una estrella de la música para misas, y es el único sacerdote que cuenta con un disco de oro. Compuso más de 500 piezas, muchas de ellas muy conocidas porque introdujo elementos de la música pop y rock en las composiciones eclesiásticas. Entre ellas destacan Pescador de hombres, Vienen con alegría, Juntos como hermanos o Madre, óyeme. Sus canciones e himnos se tradujeron a numerosas lenguas y tuvo un éxito internacional. Era además amigo personal de varios futbolistas del Real Madrid, capellán del equipo ciclista Fagor y el sacerdote de la Vuelta Ciclista a España. La muerte no es el final la compuso a mediados de los setenta en homenaje a un joven organista de su parroquia que murió a los 17 años. El Ejército la adoptó después como himno oficial, cambiándole la palabra "hermano" por "compañero".
"Era como el doctor Jekyll y mister Hyde, por un lado, un cura carismático, popular, amigo de deportistas famosos y del Papa, y por otro, un pederasta. Algo inimaginable para todos los que le admiran", relató a El País entonces una de sus víctimas, cuya denuncia le valió la expulsión de los Maristas. "Dormíamos cada uno en una habitación. Tras la primera noche, mi compañero de al lado vino muy asustado a contarme que Cesáreo se le había metido en la cama y le había metido mano. Había abusado de él. Aún recuerdo su cara de terror", recordaba esta víctima. Otro de los que sufrió abusos apuntaba que el cura era "un depredador" y que bajaba a las duchas para mirar a los niños desnudos.
La publicación de un primer reportaje animó a otras víctimas a denunciar los hechos. "En su día fue imposible denunciarlo. Ahora, 50 años después, se sabrá la verdad sobre este sinvergüenza", decía otro de los afectados. Antes, en 2001, el dibujante Álvarez Rabo, amigo de una de las víctimas, publicó en la revista El Víbora unas viñetas denunciando las prácticas de Cesáreo Gabaráin, al que le puso el nombre ficticio de Tesáleo. Todos los entrevistados coincidieron en que el sacerdote les convencía para que fueran a su despacho o a su casa y allí, sin hacer uso de la violencia, les desabrochaba la ropa para tocarles el torso y los genitales.
El asunto adquirió notoriedad internacional. En noviembre de 2021, la Archidiócesis de Los Ángeles (California), una de las más importantes de la Iglesia Católica en América y con un amplio número de fieles de habla hispana, emitió una declaración en la que prohibía expresamente el uso de la música compuesta por Gabaráin. "Las parroquias, escuelas y ministerios de la Archidiócesis de Los Ángeles no pueden usar música o grabaciones de música compuestas por el padre Cesáreo Gabaráin (QDDG) por respeto a quienes han denunciado conducta sexual inapropiada por su parte. La Archidiócesis se opone a cualquier conducta sexual inapropiada y se compromete a ofrecer nuestro apoyo a las víctimas sobrevivientes de abuso", exponía esta institución.
Se basaba en que la Congregación Marista en España confirmó que ha recibido "acusaciones creíbles de abuso de menores" por parte de Cesáreo Gabaráin. La Provincia Ibérica Marista publicó una declaración el 28 de julio en el que expresaba su dolor y pesar por los incidentes publicados recientemente en los medios de comunicación detallando los abusos sexuales sufridos por varios estudiantes hace décadas en algunas de nuestras escuelas…. Condenamos estos hechos y pedimos perdón a las víctimas por no haber podido protegerlas, cuidarlas y por no haber manejado adecuadamente estas situaciones". La editorial Oregon Catholic Press (OCP), la agencia encargada de las licencias de Gabaráin en los EEUU, anunció que eliminaba el perfil del padre Gabaráin de su sitio web, junto con sus canciones y productos.
"¿Alguien entiende esto?", se pregunta el comisario Julián Márquez al final de su carta, tras explicar que el himno de un "nauseabundo pederasta que, muriendo en 1991, tuvo la suerte de escapar de la Justicia" lo canta hasta el Rey de España en los actos oficiales del Ejército. "Tendríamos que corregir la política de comunicación de la Policía Nacional, y de una vez, y sin complejos, aunque no lo hagan los demás, evitar parecer que estamos de parte del verdugo. Es sólo una reflexión", concluye el ex alto mando policial.
Para las víctimas del compositor, que La muerte no es el final sea un himno oficial de las Fuerzas Armadas y que se interprete para honrar a los caídos en acto de servicio supone un "insulto". "Por ser instituciones del Estado que en principio nos representan a todos, las Fuerzas Armadas y la Policía no deberían utilizar una canción compuesta por un acreditado pedófilo con numerosas acusaciones y víctimas a sus espaldas", apuntó hace dos años otro de los afectados, justo antes del desfile del 12 de octubre.
La muerte no es el final y el insulto a las víctimas de un pederasta
(((Carta íntegra enviada a Europa Sur por el comisario jubilado de la Policía Nacional Julián Márquez Díaz)))
El pasado día 13 de enero se celebraron en la Plaza Alta de nuestra ciudad los actos de conmemoración del bicentenario del Cuerpo Nacional de Policía. Una celebración al uso en la que me llamó la atención, negativamente, la inclusión del emotivo himno La muerte no es el final en el homenaje a los policías caídos en acto de servicio. Como puede parecer una paradoja tildar de negativa la inclusión de un himno "emotivo", quiero explicarme.
La muerte no es el final es un himno católico compuesto por el sacerdote Cesáreo Gabaráin Azurmendi (1936-1991) que fue incorporado a la liturgia militar en 1981 por el entonces teniente general Sáenz de Tejada para homenajear a los militares fallecidos en las condiciones de todos sabidas. Posteriormente la Guardia Civil, con el mismo sentido, hizo lo propio, y mucho más tarde, en 2014, por orden del ultra y nefasto ministro Fernández Díaz (conocido como el jefe del Monasterio del Interior), el Cuerpo Nacional de Policía lo añadió al mismo ritual: los caídos en el cumplimiento del deber. El hecho de que desde la Constitución la sempiterna, omnipresente y todopoderosa Iglesia Católica esté en todos los guisos de los actos oficiales de esta y todas las administraciones públicas no es el motivo de la negatividad de que hablé antes, porque eso, como muestra de nuestro lamentable anclaje en lo pretérito, es lo cotidiano.
Lo negativo está en el autor del himno, quien ya a finales de los años 70 fue denunciado por un grupo de familiares de niños del colegio Maristas de Chamberí, donde el sacerdote Cesáreo Gabaráin ejercía como capellán, de abusar sexualmente de ellos (todo esto está recogido en audios en internet). A raíz de la denuncia, el cura fue expulsado inmediatamente de los Maristas y comenzó a deambular por diferentes colegios, parroquias, campamentos de verano, catequesis, etc., en los que se fueron acumulando las acusaciones del mismo tipo. Ya en 2021, el diario El País publicó un documentado reportaje sobre los abusos del cura. Desde entonces han llovido los artículos en infinidad de medios, incluso los católicos, hasta el punto de que la Archidiócesis de Los Ángeles, California, con una enorme población de habla hispana, publicó en 2021 una declaración sobre el uso de la música compuesta por el Padre Cesáreo Gabaráin en la que desautorizaba a "las parroquias, escuelas y ministerios de la Archidiócesis de Los Ángeles (…) a usar ninguna música ni grabaciones de música compuestas por el Padre Cesáreo Gabaráin (QDDG) por respeto a quienes han denunciado conducta sexual inapropiada por parte del Padre Gabaráin", basándose en que "la Congregación Marista de España confirma que ha recibido acusaciones creíbles de abuso a menores por parte del P. Cesáreo Gabaráin, compositor fallecido en 1991. La Provincia Ibérica Marista publicó una declaración el 28 de julio en el que expresaba su 'dolor y pesar por los incidentes denunciados recientemente en los medios de comunicación en los que se detallan los abusos sexuales sufridos por varios estudiantes hace décadas en algunas de nuestras escuelas…", y rotundamente "Condenamos estos hechos y pedimos perdón a las víctimas por no haber sido capaces de protegerlas, cuidarlas y por no haber manejado adecuadamente estas situaciones", además de anunciar que están "realizando una investigación interna para esclarecer los hechos. Para nuestra institución, las víctimas son la prioridad, creemos en su palabra y estamos a su disposición para lo que necesiten". Por su parte, el 11 de agosto de 2021, la editorial Oregon Catholic Press (OCP), la agencia encargada de las licencias del Padre Gabaráin en los EEUU, emitió una declaración de que "eliminará el perfil del Padre Gabaráin de su sitio web, junto con sus canciones y productos, incluidos cancioneros, CD y partituras. OCP también está estudiando la manera de retirar sus canciones de misales e himnarios".
Después de esto, que por su masiva difusión en el mundo de habla hispana resulta ya ingobernable, todavía en los actos del 12/10/23 el Rey de España, y después el ejército y las FFCCSSE, cuya misión fundamental es proteger a las víctimas, y más si lo son de abusos sexuales, y más aún si son menores, se atreven a cantar con auténtica devoción La muerte no es el final, compuesta por un nauseabundo pederasta que, muriendo en 1991, tuvo la suerte de escapar de la justicia. ¿Alguien entiende esto? Lo digo porque creo que tendríamos que corregir la política de comunicación del CNP, y de una vez, y sin complejos, aunque no lo hagan los demás, evitar parecer que estamos de parte del verdugo. Es solo una reflexión.
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