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La Policía Local de Sevilla es un polvorín

La 'huelga' de horas extras recrudece un conflicto interno que dura años y que se vio agravado por el intento del jefe de eliminar días de descanso

El principal y más grave problema del cuerpo es la falta de efectivos, que obliga a tirar de productividades

El impago de los servicios extraordinarios durante el estado de alarma ha terminado de desmotivar a los agentes

La Policía Local de Sevilla es un polvorín / Rossell

La Policía Local de Sevilla afronta uno de los peores momentos de su historia reciente, con una plantilla escasa y muy desmotivada, con falta de medios tecnológicos en unidades que fueron punteras en su día y con una división interna en la escala de mandos que se mantiene desde hace ya casi una década, desde que Juan Ignacio Zoido, al llegar a la Alcaldía, creara una bicefalia para dirigir el cuerpo. Ascendió a superintendente a Gabriel Nevado, una persona que procedía del Ejército y al que puso al cargo de los servicios operativos, mientras dejaba en un segundo plano al que había sido antes el jefe, Juan José García, que era el preferido de la plantilla pero que había sido defenestrado por Alfredo Sánchez Monteseirín después de que el sindicato mayoritario, el Sppme, organizara una botellona de protesta en la puerta de la casa del alcalde.

Con la marcha de Zoido se abría un proceso de cambio en la Policía y el gobierno socialista de Juan Espadas, que no podía darle el mando a García porque estaba todavía imputado en el caso de las oposiciones de acceso al cuerpo, optó por un fichaje externo: el teniente coronel de la Guardia Civil Pablo Mariano Ruiz-Berdejo Ferrari. Después de tres años en el cargo, y sin grandes novedades en todo ese periodo, Ruiz-Berdejo presentó su dimisión en agosto de 2019. Fue significativa su carta de despedida, en la que “animaba a reflexionar sobre lo afortunados que son de pertenecer a la Policía Local, y a descubrir lo mucho que se obtiene cuando se trabaja de forma desinteresada por los demás, a aquellos que se empeñaron en poner piedras en el camino”. “Yo, por mi parte, me voy sin rencor alguno”, decía el ya ex jefe.

Por entonces, la cúpula de la Policía Local estaba completamente fracturada, con unos intendentes que denunciaron al Ayuntamiento al entender que el nuevo organigrama (la Relación de Puestos de Trabajo ideada por Gabriel Nevado) les excluía de sus funciones. La RPT presentaba un proyecto imposible de realizar con la plantilla actual, pues harían falta unos 700 agentes más para poder llevarla a la práctica. Este nuevo organigrama daba todo el poder a una unidad central denominada Operaciones, que se encargaba de distribuir las tareas al resto de grupos, entre ellos los distritos.

La llegada de un nuevo superintendente, José Medina Arteaga, como jefe, creó cierta ilusión entre los agentes. Se trataba de un policía local y no de un fichaje procedentes de otros cuerpos. Era un agente que conocía el trabajo de calle y que volvía a Sevilla, la plantilla en la que comenzó su carrera profesional, tras muchos años en el Campo de Gibraltar y dirigiendo otras policías locales. Medina tomó posesión en diciembre de 2019, pero casi dos años después poco ha cambiado en la Policía. Hasta el punto de que son muchos los miembros que se preguntan cuál es realmente la función del jefe.

El jefe de la Policía Local de Sevilla, José Medina Arteaga. / José Ángel García

Medina Arteaga llegó a una Policía Local que tiene varios problemas, pero el principal y más grave es el de la falta de efectivos. La posibilidad de que los policías locales se jubilen a los 59 años, una medida que entró en vigor a principios de 2019, sorprendió a los responsables de la fuerza municipal en Sevilla, que sufrió una importante merma, pues fueron muchos los agentes que decidieron marcharse al cumplir esa edad.

A esto se le une la cada vez mayor demanda de eventos en la calle que hay en Sevilla, interrumpida por el periodo de la pandemia pero que ya parece retomarse. Procesiones extraordinarias, carreras populares, conciertos o partidos de fútbol se celebraban con regularidad cada fin de semana y todo apunta a que seguirán haciéndolo en los próximos meses en la misma medida que antes del covid. Este tipo de actos requieren de un dispositivo policial amplio, que ha de completarse mediante productividades o servicios extraordinarios, pues no es suficiente con los agentes que trabajan por turno ordinario. Las productividades generan días de descanso, que la mayoría de los policías van acumulando.

Algunos de los nuevos agentes, formados en la Jefatura. / Juan Carlos Vázquez

En la Policía Local de Sevilla hacen falta, a día de hoy, unos 400 agentes. Ante este déficit de efectivos, la solución no puede ser otra que crear nuevas plazas y ampliar la plantilla. Sin embargo, estas incorporaciones se están produciendo a un ritmo muy lento, mucho más del deseado. Mientras tanto, el jefe de la Policía Local está intentando poner en marcha una medida para ganar policías que choca con los derechos adquiridos de los agentes: restarles días de descanso.

El grueso de la Policía Local está compuesto por dos unidades: la de Tráfico-Motoristas y la Unidad de Intervención Nocturna (UIN). A los componentes de ambos grupos se les reconoce las particularidades de su trabajo con más días de descanso al mes que el resto de agentes. Dos en el caso de los motoristas y tres en el de la UIN. Esto es algo que está comúnmente aceptado por el resto de grupos y que lleva así desde hace muchos años. Con ello, se compensa el riesgo que supone patrullar a diario en moto y las dificultades y molestias que entrañan trabajar siempre en el turno de noche.

La nueva Jefatura pretende reorganizar de nuevo la Policía Local para suprimir esas dos unidades e integrarlas en los distritos, en una especie de descentralización que vendría a reforzar el mensaje de ampliar la Policía de barrio que tanto han repetido desde el gobierno local. De esta forma, a los policías de estas dos unidades se les quitarían estos tres días de libranza adicionales de los que disfrutan desde hace años. Con este nuevo organigrama, se crearían cuatro macrodistritos, en un sistema inspirado en la Policía Local de Málaga, que parece ser el referente del nuevo jefe del cuerpo.

Dos motoristas de la Policía Local, en una imagen de archivo. / antonio Pizarro

Medina Arteaga pidió a las distintas unidades que les informara de los días de descanso de cada policía para gestionarlos directamente él. Lo hizo en una orden del pasado mes de agosto, en la que hacía referencia a las “jornadas no disfrutadas”. Con ello, el superintendente logró una reacción de rechazo de la mayoría de los policías de Sevilla, que entienden que los descansos son un derecho adquirido y que eliminarlos no es el camino para acabar con el déficit de la plantilla. Y que los descansos que se han ido generando con las productividades son sagrados. Esta política choca, además, con las directrices que el propio delegado, Juan Carlos Cabrera, ha ido emitiendo a los policías, a los que se animaba a trabajar y prestar servicios extraordinarios que luego se cobrarían.

Así lo hizo durante el primer estado de alarma, en el que se prometieron una serie de compensaciones económicas por el esfuerzo de trabajar en unas condiciones nunca vistas hasta entonces, creando grupos burbuja que no coincidieran entre ellos para reducir la posibilidad de contagio. A pesar de ello, muchos policías cayeron enfermos de covid-19 y hubo incluso algunos que pasaron semanas hospitalizados.

Sin embargo, el delegado se ha encontrado con los reparos del interventor municipal en cuanto a los pagos y lo cierto es que los policías no han cobrado los atrasos por los trabajos durante el confinamiento (y sólo el 60% de los mismos) hasta la nómina de septiembre de 2021. Es decir, un año y medio después de que se decretase el estado de alarma.

Una de las imágenes futuristas que deparó la presentación de los nuevos vehículos de la Policía Local. / antonio pizarro

Este retraso llevó al sindicato mayoritario, el Sppme, a anunciar que los agentes no harían más horas extraordinarias hasta que no se abonaran las cantidades adeudadas, una medida que secunda el 98% de la plantilla. Este fin de semana el turno ordinario es, de hecho, muy reducido. Mientras, en pleno conflicto, el jefe se encuentra unos días de vacaciones en el Camino de Santiago.

Que toda esta crisis pueda afectar a la salida del Gran Poder es algo que muchos policías descartan, pues entre los agentes hay un buen número de cofrades dispuestos a trabajar ese día.Y los que no lo son saben que una huelga esa jornada les pondría a la ciudadanía en su contra. “Que la Policía pueda boicotear la salida del Gran Poder es un escenario impensable”, apuntan fuentes del cuerpo.

Policías locales en San Lorenzo, el pasado Martes Santo. / José Ángel García

La división que ya existía en la cúpula de la Policía Local se mantiene igual, sin que el nuevo jefe haya hecho nada por solucionarla. En la escala de mandos no ha sentado nada bien un comentario vertido por el delegado, Juan Carlos Cabrera, que ha llegado a oídos de los policías. Cabrera dijo que estos mandos "siempre están de descanso". Ahora, Medina quire traer a toda la escala técnica (dos superintendentes, tres intendentes mayores y nueve intendentes) a la Jefatura, quitándoles el mando de los distritos y reduciendo la jornada para que no puedan disfrutar de los días de descanso obtenidos por el exceso de horas.

El retraso en los pagos y la intención de eliminar los descansos adicionales ha ido creando una profunda desmotivación entre los agentes de la Policía Local. A ello se le unen detalles como el de hace dos fines de semana, cuando los policías se encontraron con que las tarjetas que utilizan para repostar no tenían saldo y se vieron obligados a coger sólo los vehículos que tenían los depósitos más llenos. Hubo un cambio de empresa con la que se reposta y fue un error, pero no deja de ser revelador de la falta de previsión con la que se trabaja. Afortunadamente, ese fin de semana quedaban patrulleros con gasolina para poder salir a la calle. Pero hubo vehículos especiales, como el furgón de los atestados, que no tenía combustible suficiente y se quedó sin salir.

Un policía local trabaja con la tablet en un accidente de tráfico en Sevilla, el año pasado. / Juan Carlos Vázquez

En esa misma unidad, la que gestiona los atestados de accidentes de tráfico, la OGA, se acumulan los informes por confeccionar porque no hay tablets disponibles (había 20 y se han ido averiando con el paso de los años) y los agentes tienen que pintar los croquis a mano, como en los años ochenta. O que la fotocopiadora de la unidad se averíe a diario y no se cambie por una nueva. O que la puerta del garaje trasero de la Jefatura no funcione y se pasen más tres meses para que se arregle. Y para entrar haya que llamar por teléfono al policía que está en la garita principal para que levante la barrera. O que la persona que encargó los furgones nuevos lo hiciera sin separadores de carga, de forma que en ellos no se puede cargar nada.

Un rosario de deficiencias que sólo lleva, cada día más, al desánimo. “Nunca antes estuvimos así”, explicó a este periódico un agente. “Trabajo a diario, pero si lo que pretenden es que renuncie a mis días de descanso y los de asuntos propios que me corresponden, que pierdan toda esperanza”.

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