Plaza de San Lorenzo: señorial y devota
LAS PLAZAS MÁS BONITAS
Su mayor atractivo es que los sevillanos siguen haciendo suyo un enclave habitado por el Dios de la ciudad
San Lorenzo. Barrio señorial. Devoto de su Señor, que es el de toda la ciudad. Meta y destino de la devoción. De profundo arraigo. Que genera un enorme sentimiento de pertenencia. Una torre, con su leyenda, marca el tiempo y toda una manera de sentir, como describió magistralmente Chaves Nogales en La Ciudad.
La Plaza de San Lorenzo guarda las esencias más puras de Sevilla. Rodeada de casas antiguas, su idiosincrasia está profundamente marcada por la presencia del Dios de la ciudad. Primero en la parroquia. Ahora en su basílica que celebra su Año Jubilar. El Gran Poder atrae a miles de devotos cada viernes a esta plaza que debe su trazado actual a Balbino Marrón en la segunda mitad del XIX.
San Lorenzo es plaza, barrio, parroquia, vida y sentimiento. Recuerdo en la fachada color almagre al beato cardenal Spínola, protagonista de los años de esplendor de principios del siglo XX. Dos monumentos acoge: una placa dedicada al Pali, trovador de Sevilla; y la escultura al imaginero Juan de Mesa, que hace cuatro siglos talló al Señor para Sevilla entera.
San Lorenzo es en otoño una fotografía de Atín Aya; la belleza arrolladora de la Virgen del Dulce Nombre el Martes Santo; la majestad de la Soledad cuando la Semana Santa expira; las cruces de mayo de los chiquillos en primavera, un oasis a la sombra de los plátanos en verano, una procesión claustral en invierno.
Un pregonero definió la plaza como el centro del universo. Un microcosmos que trata de sobrevivir en una ciudad rendida al turismo. San Lorenzo es, todavía, una plaza de sevillanos. Ése es su mayor atractivo. Y que siga siendo así.
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