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Pandillas juveniles en Sevilla: de los canis a los cazapijos

La actividad de los grupos de adolescentes que cometen robos violentos y agresiones es un asunto recurrente en la ciudad desde hace dos décadas

En lo que va de año, la Policía ha detenido a al menos 23 personas por participar en estos delitos grupales

Los robos violentos entre jóvenes despiertan la alarma social. / Rosell

La actividad de las pandillas juveniles es un tema recurrente en las páginas de sucesos de los diarios locales de Sevilla en los últimos veinte años. Siempre han existido y, en ocasiones, las peleas pasan de ser un simple enfrentamiento a algo más, hasta el punto de que alguno de los implicados en las reyertas acaba herido de gravedad. La mayoría de estas agresiones no son gratuitas, sino que detrás de ellas está el móvil del robo. Como ocurrió en el último episodio, sucedido el 30 de abril en el Parque de la Buhaira, un caso que llevó a un grupo de padres de Nervión a denunciar que hay un reto viral que consiste en una caza al pijo. Y así lo plasmaron en un escrito que enviaron al jefe de la comisaría del distrito.

La Policía Nacional no ha encontrado ningún indicio de que exista tal juego. Las denuncias por robos con violencia y lesiones no han aumentado en los últimos meses en Nervión y no se ha detectado ningún grupo organizado de jóvenes que salga de cacería por las calles de este distrito, ni de ningún otro. Sin embargo, los padres aseguran que sus hijos están hartos de que les roban y agredan. Las afirmaciones de la Policía y los padres no son incompatibles, pues puede ser más o menos habitual que se produzcan robos con violencia a menores (generalmente para sustraerles el teléfono móvil o la bicicleta) pero sin que se trate de una caza al pijo, entendida casi como un delito de odio, es decir como el ataque a los chicos de una clase social acomodada por el mero hecho de serlo.

En cualquier caso, han coincidido en el tiempo varios episodios que han desatado una gran alarma social, sobre todo en Nervión, y que llevó a los padres a enviar el escrito que tanta repercusión ha tenido esta semana. Una fue la ya citada agresión en el parque de la Buhaira, que se inició por el robo de un altavoz portátil bluetooth y que acabó con uno de los chicos brutalmente apaleado en el suelo, lo que le llevó a pasar cinco horas en Urgencias.

Los agentes de la comisaría de Nervión trasladan a uno de los detenidos. / DGP

Más grave aún fue la pelea ocurrida seis días antes en el Parque de María Luisa, donde otro menor de edad resultó herido tras recibir otra brutal paliza por parte de un grupo de jóvenes. La víctima sufrió una fractura en el fémur y tuvo que ser operada en el Hospital Virgen del Rocío. En esta ocasión el motivo, según apuntaron fuentes policiales, fue que el joven intercedió en una pelea entre dos grupos y luego tuvo la mala fortuna de encontrarse con algunos de los participantes en esta riña. Ocurrió a las siete de la tarde de un sábado, el 24 de abril, a plena luz del día.

Las redes sociales intensifican la gravedad de estos incidentes. En el caso de la agresión del Parque, uno de los presuntos agresores se hizo un vídeo vanagloriándose de la pelea, lo que le llevó a ser identificado y posteriormente detenido. Se trata de un joven de Tomares. No era, en este caso, ninguna caza al pijo, sino que el pijo era el cazador.

Los hijos de los famosos

Y es que no sólo han surgido pandillas violentas de los barrios desfavorecidos de la ciudad. De hecho, la agresión del Parque de María Luisa tiene un precedente ocurrido hace ya catorce años, en octubre de 2007, cuando un grupo de chicos de la alta sociedad sevillana (entre los que había varios hijos de famosos) atacaron salvajemente a un joven, al que molieron a botellazos. Sucedió también en el Parque de María Luisa, en plena Plaza de España.

Los agresores, que formaban una pandilla de seis menores, propinaron a la víctima patadas, puñetazos y botellazos. Le provocaron un traumatismo craneoencefálico, cuatro cortes en el cuero cabelludo y otra herida incisa en el brazo que le afectó al músculo y al nervio. El chico practicaba waterpolo y tuvo que dejar este deporte por la parálisis en el brazo que sufrió tras el ataque.

Ya por entonces las redes sociales tenían su protagonismo entre los jóvenes. De hecho, la víctima identificó a los agresores por las fotos que éstos habían colgado en Tuenti, una plataforma que tuvo bastante éxito entre los adolescentes sevillanos a finales de la primera década del siglo XXI.

Al igual que ha sucedido ahora, este caso provocó una gran alarma social porque en el mismo periodo se produjeron varias agresiones en las que participaron grupos de jóvenes. Poco antes de la de la Plaza de España, el 29 de septiembre de aquel, tuvo lugar una pelea en la calle Balbino Marrón, junto al edificio Viapol. En ella participaron cinco menores y un adulto. La riña se inició por una discusión banal de tráfico entre la víctima, que conducía un coche, y los otros jóvenes, que circulaban en ciclomotores y a los que supuestamente el automóvil interrumpió la marcha. La víctima también recibió dos botellazos y fue perseguida durante varios metros por la pandilla de adolescentes, que le dieron alcance y volvieron a golpearla.

Uno de los implicados en la paliza al waterpolista sería detenido dos años después por otra agresión, esta vez sucedida en el Arenal, concretamente en la calle Dos de Mayo, en unos jardines próximos al Teatro de la Maestranza. El chico golpeó en la cabeza a dos jóvenes con un objeto tan contundente como una pitón de las que se usan como antirrobo en las motocicletas.

Los canis en la calle Betis

Años antes se habían hecho famosos, y temidos en Sevilla, los canis. No llegaron a ser estrictamente una tribu urbana, pero sí tenían una estética muy definida. Vestían con zapatillas de muelle, chándal y gorras, llevaban pelados con crestas a lo mohicano o iban rapados al cero y solían llevar al cuello cordones gruesos de oro. En las manos, sellos de oro adornaban sus dedos. No sólo los utilizaban como ornamento, pues también solían golpear con ellos a sus víctimas.

Fueron muchas las agresiones que estos grupos de jóvenes (estos sí procedentes de los barrios desfavorecidos de la ciudad) protagonizó a mediados de la primera década del siglo. Se desplazaban en ciclomotores y solían actuar a altas horas de la madrugada, casi siempre abordando a quienes salían de alguna discoteca o bar de copas. Su objetivo era el robo, pero la extrema violencia con la que se comportaban denotaban también un punto de odio hacia otras clases sociales.

La calle en la que más veces actuaron fue Betis y su entorno, donde la Policía Nacional llegó a establecer durante semanas un dispositivo para detener a los autores de estos robos. Hubo más de cien detenidos y se consiguió acabar con aquellas agresiones. Pero quienes las sufrieron las recordarán siempre. Como el hombre que perdió la visión del ojo izquierdo tras recibir un fuerte puñetazo en el rostro, la madrugada del 20 de octubre de 2006.

O el estudiante estadounidense al que un grupo de cinco jóvenes abordó y le clavó una botella de vidrio rota en el estómago, que pasó varios días ingresado en el Virgen del Rocío, en noviembre de 2004. O el empresario Rosauro Varo, por entonces dueño de la discoteca Boss, que el 6 de febrero de 2005 fue asaltado por una pandilla de entre 10 y 14 personas que le causó varias lesiones, entre ellas la fractura de la nariz. O los remeros ingleses de los equipos de las universidades de Oxford y Cambridge, que habían venido a la capital andaluza para participar en la regata conmemorativa del centenario del Sevilla Fútbol Club, en septiembre de 2005. Dos de los deportistas resultaron heridos al sufrir cortes causados por el lanzamiento de botellas de vidrio rotas.

Dos casos de principios de año

Los de la Buhaira y María Luisa no han sido los únicos incidentes con pandillas que la Policía ha resuelto en Sevilla durante este 2021. Además de los dos casos que ahora han trascendido, hubo otras dos investigaciones de sucesos parecidos a principios de año. En la primera de ellas, los agentes de la comisaría del distrito Sur detuvieron a nueve menores con edades comprendidas entre los 14 y los 16 años, a los que se les imputaron delitos de desórdenes públicos, robos con violencia y lesiones. En este caso sí actuaban sin motivación aparente, aunque a veces robaban.

Las agresiones eran llevadas a cabo por un grupo de 15 a 20 menores en el Parque del Guadaíra, donde abordaban a las víctimas e indiscriminadamente las golpeaban para apoderarse de sus ropas o efectos personales. La investigación policial surgió a través de las reuniones periódicas de los agentes con la asociación de vecinos Los Andes, que aglutina a los colectivos de Los Bermejales y Heliópolis. El grupo se comportaba con mucha violencia, rodeaba a las víctimas y las agredían a patadas y golpes sin que existiera provocación o motivación aparente. Muchos de estos ataques acababan porque había personas que intercedían, porque la víctima huía o porque los autores consideraban que la agresión gratuita. Posteriormente, los menores se jactaban de sus acciones subiendo las agresiones a las redes sociales.

Sólo dos de las víctimas habían denunciado los hechos, a pesar de que los vecinos aseguraban que había muchos más casos. La Policía logró encontrar a otros 14 adolescentes que habían sufrido ataques en la zona, y que no denunciaron por miedo a represalias. El grupo estuvo funcionando desde septiembre de 2020 hasta enero de 2021.

Dos policías nacionales, con uno de los menores detenidos. / DGP

La segunda investigación contra una pandilla de menores terminó con éxito unos días después de ésta, también en enero, en la zona de Sevilla Este. La Policía detuvo a un grupo de adolescentes que cometió varios robos violentos a punta de navaja. Fueron cinco los arrestados, todos ellos de entre 15 y 17 años, si bien un sexto menor fue identificado pero no pudo ser detenido porque aún no había cumplido los 14 años, edad mínima de responsabilidad penal en España.

La Policía imputó a estos chicos tres robos con intimidación ocurridos en Sevilla Este y Alcosa en noviembre de 2020. Actuaban siempre igual: abordaban a las víctimas aprovechando su superioridad numérica y les sacaban navajas para sustraerles los teléfonos móviles.

En todas estas agresiones influye mucho el alcohol, que ejerce de inhibidor en los jóvenes, y puede que también algunas otras sustancias. Los chicos se sienten fuertes también por actuar en pandilla. Este tipo de sucesos, en los que la víctima puede ser cualquier persona que no esté inmersa en ningún asunto turbio sino que pueda verse sorprendida sin más por un grupo de delincuentes por el mero hecho de pasear por una calle a determinadas horas, generan una gran alarma social. Pero esa alarma debe ir a menos en la medida en que siempre hay una respuesta policial. De hecho, en lo que va de año ha habido al menos 23 detenidos en la capital andaluza por participar en agresiones y robos grupales.

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