Palmar de Troya: El medio siglo de los contraluces
aniversario | 50 años de las 'apariciones'
El pueblo asume con normalidad la convivencia con la orden de la Santa Faz
Hace 50 años se produjeron las supuestas apariciones que catapultaron al 'papa' Clemente
"La iglesia está allí y el pueblo está aquí". Así explica la realpolitik, la convivencia entre El Palmar de Troya y la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz Juan Carlos González, desde 2011 presidente de la entidad local autónoma que aspira a segregarse de Utrera y convertirse en el municipio 105 de la provincia.
En la carretera de Jerez emerge una construcción con alardes del Pilar de Zaragoza y Santa Sofía de Constantinopla cuya construcción dejó muchos jornales en el pueblo. Hay un par de generaciones que se beneficiaron de esos trabajos como peones de albañil. Todo empezó el 30 de marzo de 1968 cuando cuatro niñas aseguraron que se les había aparecido la Virgen. "El cura o el maestro las mandó a recoger flores a unas antiguas canteras de cal", cuenta Fernando Arias, gaditano de Espera, que llegó a El Palmar de Troya en 1954, el año de la nevada, y tiene perfectamente grabada en la memoria aquella estupefacción que convirtió a la entonces pedanía utrerana en auténtica aldea global.
El milagro empezó con un vidente que perdió la vista. Clemente Domínguez era un sevillano que se libró de la mili y aspiraba a ser corredor de seguros. En el piso de Los Remedios al que llegó como inquilino en la primavera de 1969, la dueña, Helena de nombre, empezó a observar comportamientos extraños y horarios extravagantes de su huésped. El 29 de mayo de 1976 perdió la vista en un accidente de circulación en el viaducto Azitain-Éibar de la autopista Bilbao-Behovia. Un defecto visual que convirtió en carisma e icono.
Una semana después de aquellas apariciones, Massiel ganó en Londres el festival de Eurovisión. Otro gran tema para aquella España de los bikinis y guateques. En El Palmar de Troya nadie habló del mayo francés. Fernando, el hombre que nació el verano del 42, como la película de Robert Mulligan, dice que fueron "tres o cuatro niñas". Que una de ellas falleció, otra vive en el poblado de Trajano y una tercera en El Palmar. "Su marido tiene un polvero". Juan Carlos González, presidente de la entidad local autónoma, dice de aquellas niñas, ya mujeres, que "nunca tuvieron ninguna relación con la orden del Palmar ni hablan nunca de eso".
La Basílica ya forma parte del paisaje, de lo que fue en tiempos una dehesa de toros bravos de los Urquijo. En 1977 adquirieron casas en la calle Redes de Sevilla y era muy frecuente verlos viajar hasta esta campiña en furgonetas atestadas de curas y monjas. Pablo VI los excomulgó y ellos excomulgaron a Juan Pablo II, reivindicado por quien ha escrito el nombre del Papa polaco en el exterior de la fortaleza eclesial. En la Cruz Blanca, que todos los días cuida el jardinero Francisco Luna, hay una fotografía del papa Francisco.
La orden del Palmar ya no da jornales de la construcción. Hace tres lustros, el pueblo vivía de las tres campañas, como las llama quien aspira a ser su alcalde: la vendimia en Francia; la aceituna en Jaén; la fresa en Huelva. Desde entonces, más de la mitad de la población laboral vive de las ferias. "Con la de Sevilla, el pueblo se queda muerto", dice Carmen Pérez, que pasea con su hija junto a la basílica y trabajó de cocinera en una caseta de la calle Ignacio Sánchez Mejías. El alcalde de El Palmar de Troya tiene un negocio de catering para ferias.
Carlos Cano consagró al papa Clemente en una de sus inolvidables canciones como artículo de Feria. Han pasado desde entonces cuatro papas: a la muerte de Gregorio XVII, el Lunes Santo de 2005, lo sustituyó Manuel Alonso Corral, el cerebro financiero de la orden. Al morir, le relevó una oveja negra, un ex militar, murciano de Mula, investido como Gregorio XVIII, que un buen día mandó una carta desde Monachil, cerca de Sierra Nevada, anunciando el abandono de la orden y el inicio de una nueva vida. En la actualidad, rige los destinos de una comunidad mayoritariamente extranjera un suizo proclamado como Pedro III.
"No le ha restado nada al pueblo, al revés, le ha sumado. Yo tengo muchísimos clientes", dice Antonio Villores, peluquero de 24 años que vive en Guadalema de los Quinteros. Le corta el pelo a Antonio Pérez, que tenía 10 años cuando se produjeron las apariciones y ha entrado muchas veces en la basílica como costalero en una de las cuadrillas de Utrera que sacaban sendos pasos de cristo y de palio con música de bandas de Guillena. La peluquería la preside una foto de París. "El consultorio de aquí al lado lo hicieron ellos", dice Mariano, 15 años, compañero en el IES Torre del Águila de algunos hijos de miembros de la orden. "En el colegio sí hablan, donde no pueden hablar es en la calle. Dicen que no pueden ver la tele, ni bañarse en la piscina. Con ellos hablamos hasta de fútbol. Casi todos son del Madrid", dice Mariano, que es del Barça.
El bar El Ventorrillo abrió el mismo 1968 del triunfo de Massiel y las apariciones. Juan, el dueño, ha ido a Utrera. Diego es vendedor de calzado y toma un café. "Lo del Palmar ha bajado mucho, pero por la crisis, no por la muerte de Clemente". Éste fundó la Orden en 1975, dijo haber recibido un mensaje divino para librar a la Iglesia católica "de la herejía y el comunismo". Decidió hacer santos a don Pelayo, Colón, Hitler, Franco y Carrero Blanco. Pasan muchos camiones, se oye el canto de algún gallo y los vecinos pasean por los alrededores. "Hace poco ha muerto una monja de Hawaii", dice el portero, que cierra cuando percibe la presencia de periodistas.
El representante municipal de El Palmar de Troya usa la expresión de las migraciones agrícolas. "Como ya no se construye, ahora se mueve algo de dinero con las campañas: en Semana Santa, el Pilar o la festividad del Carmen. Se nota en las tiendas y en los bares". Algunos tienen casa propia, otros comparten la llamada Casa del Peregrino. "Abundan los alemanes, suizos y algunos peruanos". La iglesia del pueblo está a la entrada, junto al bar Periquín. El entorno de esta onu de iluminados mantiene el encanto en el nombre de las fincas: La Alcaparrosa, La Marquesita.
Un palmariano abre la puerta del recinto donde se halla la basílica
que mandó construir
el 'papa' Clemente.
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