Te contamos lo que pocos saben del Palacio de la Motilla en Sevilla
Patrimonio
Atesora un rico patrimonio, fruto de los numerosos viajes del IX marqués de la Motilla y el conde de Torralba
Simboliza la transición entre el historicismo y el regionalismo
Sus estancias han sido objeto de una profunda restauración los últimos años
La polémica venta del Palacio de la Motilla
Su aspecto exterior se contrapone a la suntuosidad del interior. El Palacio de la Motilla, en la confluencia de la calle Laraña con Cuna, en pleno centro de la capital andaluza, es uno de los edificios más desconocidos por los sevillanos. Semanas atrás sirvió de escenario para actos como la presentación de la gala de los Goya, que acogerá el auditorio de Fibes el 11 de febrero de 2023. Pero a lo largo de los últimos años también se ha convertido en plató para el rodaje de distintas películas y series, como La Peste, o para posados fotográficos, como el que protagonizó Dior durante la presentación de su nueva colección, Crucero 2023. Sin olvidar las visitas privadas que se organizan en el palacio e, incluso, hasta las cenas que en él se sirven. Actividades al mando de las cuales se encuentra Eva Morejón, esposa de Fernando Solís, hijo del actual marqués de la Motilla.
Este matrimonio es responsable de la importante inversión acometida para que el recinto -que no tiene catalogación de BIC- recupere la suntuosidad con la que fue decorado a principios del XX. De hecho, podría decirse que es de los pocos palacios que en Sevilla simboliza el gusto de la aristocracia europea por el historicismo, por el regreso a estilos de épocas pasadas. Una corriente romántica auspiciada por una nobleza viajera, que tiene en el IX marqués de la Motilla, Miguel Ángel Desmaissiéres y Farina; y su hermano Rafael, el conde de Torralva, uno de los principales referentes.
El conocimiento de otras culturas y artes es lo que lleva a ambos a cambiarle la piel a este palacio, que, en su estructura, sigue los parámetros de las casas-palacios sevillanas del siglo XVI, con un patio central -conformado por arcos de medio punto- que sirve de elemento de articulación del resto de dependencias.
Uno de los principales cambios afectó a la fachada, que hubo que alinearla con el ensache de la calle Laraña, transformación acometida al comienzo de la pasada centuria. Para ello, los arquitectos italianos Mariano Coppedè y su hijo se basaron en los palacios toscanos tardomedievales. En su interior, sin embargo, prevalece una decoración neorrenacentista. En estos trabajos adquirió especial relevancia el arquitecto valenciano que desarrolló la mayor parte de su labor en Sevilla, Vicente Traver, quien se encargó de la dirección técnica. Una labor en la que también participó José Gestoso (muy amigo de estos nobles), impulsor del uso de la cerámica que impregnaría la ciudad años más tarde. Se puede decir, por tanto, que este palacio simboliza la transición entre el gusto romántico y el regionalismo. No en vano, su decoración finaliza en la década de los 30. De hecho, otro arquitecto regionalista, Juan Talavera, diseñaría otro de los patios (llamado de los columpios) del recinto palaciego.
Lo que más llama la atención cuando se pone un pie en este palacio (al acceder por la calle Cuna) es el enorme bambú que rodea la terraza del edificio. Fue traído por el marqués de la Motilla en el viaje con el que, junto a su hermano, dio la vuelta al mundo. De este recibidor al aire libre se pasa al patio principal, decorado con el esgrafiado italiano, que contiene pequeños relieves y se diferencia del español por el tipo de colores empleados, con morteros blancos y negros. En una de las habitaciones de la planta baja se guarda toda la documentación de estas travesías, así como los diseños y planos de la reforma que hace un siglo dotó de sello personal a todo el conjunto. Esta dependencia conserva el artesonado primitivo del siglo XVI, con un rico policromado.
Debe destacarse la fuente del patio principal, inspirada en la que se encuentra en la Plaza de España de Roma, la famosa barcaza de Bernini. A lo largo de la galería baja se exhiben varias estatuas de finales del XIX y principios del XX, adquiridas por el marqués de la Motilla en sus frecuentes viajes a Roma. A través de este patio se accede a otro de menor dimensión, llamado de las estaciones, por las referencias de su decoración a los distintos periodos del año. Por medio de él se llega a la habitación donde se hospedó Santa Micaela del Santísimo Sacramento, prima hermana del IX marqués y fundadora de las Adoratrices.
En esta planta baja, como se mencionó antes, han de destacarse el patio neomudéjar y la sala contigua del mismo estilo, diseñadas por José Gestoso, a quien también se debe el denominado salón regionalista, con sus muros totalmente alicatados de azulejos de la época y una yesería de inspiración renacentista. Un claro síntoma del estilo que ya imperaba en las nuevas construcciones de la ciudad. Es una de las dependencias más bellas del palacio. En esta planta también se encuentran el comedor y la cocina de verano.
Para acceder a la planta superior se sube una majestuosa escalera cubierta por rico artesonado y de cuyas paredes cuelgan varios tapices que el IX marqués de la Motilla mandó confeccionar en la fábrica francesa de Aubusson, también en uno de los viajes junto a su hermano al país vecino. La mayoría de las habitaciones de esta segunda planta disponen de suelo de parqué que combina distintos diseños. Las maderas nobles son los materiales protagonistas, trabajadas con una supina delicadeza.
Destaca en el segundo piso, además del comedor de invierno, la suntuosa Sala Coppedè, concebida como salón de baile en la Sevilla de principios del XX. Aquí ha de subrayarse la importante labor de restauración acometida, que ha permitido recuperar los lienzos murales que recrean las cuatro estaciones y que durante un tiempo fueron eliminados y guardados en el desván. En estos trabajos ha sido clave el asesoramiento de Jesús Morejón y Pablo Moreno, especialistas en servicios de restauración, que han logrado que vuelva a ver la luz la obra del pintor Carlo Coppedé, hijo y hermano de los arquitectos autores de la reforma.
No debe quedarse tampoco en el olvido la capilla, donde se mezclan elementos barrocos (como el plan de altar de estilo rocalla), neogóticos y las exóticas piezas en ella exhibidas. Han de destacarse el impresionante Ecce Homo, atribuido a la escuela de Gregorio Fernández, y la importante colección de encochados mexicanos, realizados por artesanos japoneses que vivían en el entonces virreinato y que representan distintas escenas biblícas y santos. No muy lejos de allí, un crucificado pintado por el Greco preside una de las estancias nobiliarias.
La restauración y acondicionamiento de estas dependencias se ha sufragado gracias al uso del palacio para grabaciones como las antes citadas, pero también mediante el alquiler para actos sociales y por las visitas concertadas con agencias. Los turistas que en su mayoría han accedido a su interior -desconocido para un gran número de sevillanos- proceden de Norteamérica. Suelen programarse unas 30 visitas a lo largo del año, para grupos reducidos y de una duración aproximada de dos horas (con aperitivo incluido). Su propiedad, recientemente, ha cambiado de manos.
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