La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La tragedia de Valencia no es un "asunto doméstico"
Una red de carriles bici como la de Sevilla, con más de 140 kilómetros, precisa de un cierto mantenimiento para que el deterioro y el abandono no se apoderen de ella. Hace unos días el Ayuntamiento ha firmado un contrato de 770.000 euros para el mantenimiento, conservación y limpieza de las vías ciclistas de la ciudad. Urge que el servicio se ponga en marcha cuanto antes, porque en algunos tramos del carril empieza a acumularse la suciedad hasta el punto de que la pintura está prácticamente borrada, hay obstáculos en mitad de la vía, árboles que invaden el espacio de los ciclistas, alcorques ciegos que entrañan un importante riesgo de caída y grietas que van creciendo con el paso de los meses.
Quizás lo que más preocupe a un usuario habitual del carril bici de Sevilla sea la suciedad. Si no se limpia pronto, la vía ciclista se convierte en una pista de patinaje con las primeras lluvias, cuando se mezcla el agua con el polvo, los restos de los árboles y los desperdicios acumulados. Si la lluvia es intensa, limpiará el carril. Pero si no lo es entrañará un importante riesgo de caídas.
Una de las zonas en las que más se aprecia la suciedad es la Ronda Histórica, donde en algunos tramos el carril adquiere ya una tonalidad más próxima al negro que al verde original. Apenas se ven ya las señales pintadas en el suelo y los pasos de peatones están prácticamente borrados. En la zona comprendida entre la confluencia de la avenida de Miraflores y la Puerta Osario, el carril discurre bajo unos árboles cuyos restos cubren prácticamente todo el vial.
Algunos de estos árboles han crecido tanto que sus raíces han levantado el suelo y con él el carril, que ya está combado precisamente en una zona en la que se estrecha, junto a la puerta del colegio Beaterio de la Santísima Trinidad. En la Ronda Histórica se corrigió hace años uno de los puntos negros clásicos de la red ciclista, la esquina de la iglesia de San Hermenegildo, donde se amplió el espacio y se colocó un cartel en el que se le da prioridad al peatón.
Sin embargo, quedan varios puntos negros en este tramo de la red, que fue de los primeros en construirse y se hizo todo sobre la acera. En la Resolana, por ejemplo, hay alcorques que están dentro de la vía ciclista, con el consiguiente riesgo de caída si se introduce la rueda en el espacio donde crece la vegetación.
En Menéndez y Pelayo, a los continuos resaltos y rebajes de la pista se le añaden la situación de los árboles que están en mitad de la misma. Aquí también las raíces han formado un hueco que se ha convertido en un bache dentro del carril. Igualmente, la valla de protección está doblada en algunos tramos, seguramente como consecuencia del impacto de algún coche. Estos hierros entrañan un grave peligro en el caso de que un ciclista pierda el equilibrio, de manera que amenazan más que protegen.
Una de las zonas que más deterioro presentaba hace algunos años se encuentra ahora en un estado aceptable. Es el entorno del río y todo el paseo Juan Carlos I desde la Barqueta hasta la Torre del Oro. Sólo hay problemas en la cuesta de bajada desde el puente de la Barqueta, donde las losetas están arrancadas y el piso no es firme. En el paseo, en cambio, no quedan ya losas sueltas como antes. El estado del tramo de tablas junto al monumento a la Tolerancia también es bastante mejor que hace algunos años, cuando faltaban tablas y había otras rotas o astilladas.
Si se sale un poco más del centro, los ciclistas se encuentran zonas más nuevas, más limpias y con la pintura más visible, pero en las que también hay puntos negros y obstáculos. En Kansas City, por ejemplo, las adelfas de la vía de servicio de la avenida han crecido tanto que invaden ya un sentido de la marcha. Unos metros más adelante, casi enfrente del Palacio de Deportes, un bache ha sido recién taponado y parcheado con un color verde más oscuro que el del resto del carril. El parche aún está fresco, y por eso alguien ha dejado una valla como las de paso de cofradías para impedir que nadie pase por encima del arreglo. El problema es que la valla se la encuentra el ciclista tal como entra en una curva de escasa visibilidad y a nadie se le ha ocurrido colocar un cono o un cartel de advertencia unos metros más atrás.
En el paso de peatones cercano, pueden verse decenas de grietas, que hay que sortear con la rueda siempre en perpendicular para que el tubular no entre en ninguna de las rajas. En toda esta zona los árboles están muy crecidos y las hojas están casi a la altura de la cabeza de los ciclistas. Los más altos tienen que circular durante un buen tramo con la cabeza agachada para evitar el impacto o el roce con las ramas.
Entre los obstáculos en la vía no sólo hay árboles, como los que hay en la Ronda de Triana o en la misma Ronda Histórica. También hay pivotes que se colocan para impedir que los coches puedan circular por la vía ciclista, pero que no dejan de suponer un riesgo para los usuarios, sobre todo de noche. En la avenida de Montesierra, junto al recinto industrial ubicado a la izquierda de la marcha en dirección Sevilla Este, el carril está continuamente dividido por unos pivotes de hierro que de día no entrañan ninguna dificultad pero de noche pueden no verse de manera tan nítida.
En Sevilla Este también hay obstáculos en mitad de la vía, como un cajetín de suministro eléctrico en la avenida de las Ciencias. En esta zona están actualmente las mayores grietas del carril, que tienen ya al menos dos centímetros de grosor y en los que ya una rueda fina puede entrar o al menos encajarse momentáneamente y provocar un accidente. Son grietas muy similares, aunque mucho más pequeñas, que las que en su día se detectaron en el carril que une Sevilla Este y Torreblanca o en el que sale de Sevilla hacia La Rinconada. Aquellas deficiencias se solventaron cambiando el material del piso. En la avenida de las Ciencias aún no se han arreglado.
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