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La Muralla de la Macarena se derrumba en el olvido

Este BIC sigue deteriorándose y cerrado a las visitas tras ser preparado para ello hace una década

Historiadores y arquitectos se unen a una iniciativa ciudadana para que se reconozca el valor del edificio, un plan que requiere más voluntad política que dinero

Tras varias intervenciones de los años 80, ¿qué planes tiene ahora el Ayuntamiento de Sevilla?

El valor de la Muralla de la Macarena
María José Guzmán - Vídeo: Álvaro Ochoa / Fotos: A. Ochoa y J. C. Vázquez

03 de febrero 2019 - 04:17

La Muralla de la Macarena no se va a caer, pero sí se desmorona cada día. Y no es una apreciación arquitectónica simplemente. Los lienzos se derrumban en el olvido, un abandono que supone la patología más grave. Uno de los monumentos más antiguos y más populares entre los sevillanos es, a la vez, el más infrautilizado de la ciudad. Está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1908, justamente se cumplen 111 años. Pero es algo más que eso, es un símbolo unido con fuerza a un barrio. Un arraigo que se dibuja ahora como la mejor solución para salvar del abandono a este patrimonio para el que hay planes que se dilatan hasta la desesperación.

Panorámica de la muralla desde la azotea del Hotel Macarena. / Álvaro Ochoa

Su estado define bien la situación misma de la ciudad. Y así ha sido a lo largo de las distintas épocas. Conocer su evolución ayuda a comprender la historia de Sevilla y a luchar contra el desamparo de lo que es una perfecta “charnela entre lo antiguo y lo moderno”. Así lo define José María Cabeza, arquitecto y restaurador que ha intervenido en varias ocasiones sobre la muralla desde los años 80. En aquellas primeras intervenciones más de una vez les robaron los andamios, lo que da una idea de la degradación que sufría la zona y de la que no se salvaba tampoco la muralla, que se ha ido transformando a través de los siglos, con añadidos que tienen mucho que ver con su estado actual.

Su origen, las leyendas y varios hitos

Históricamente, la muralla ha tenido varios hitos. Su origen es romano. Las leyendas recogen cómo Julio César cercó una ciudad que había sido fundada mitológicamente por Hércules. Pero luego hay aportaciones históricas que explican su transformación. El historiador del Arte Gerardo Pérez Calero destaca dos momentos: “En la Edad Media tuvo una función defensiva importante, y ahí se incluye la toma de la ciudad, que se mantiene hasta el inicio de la modernidad, que marca un segundo hito con la creación de la artillería”, explica. Con el descubrimiento de la pólvora la muralla se convierte en algo testimonial de la ciudad, “sus puertas se transforman y cobran un sentido estético durante el Renacimiento, el de embellecer y ennoblecer la entrada a la ciudad”, añade Pérez Calero.

El origen de la Muralla de la Macarena

Hasta 13 puertas y otros postigos que se transforman, como la muralla, un elemento obsoleto que, cuando deja de tener sentido militar en el siglo XIX mantiene otras funciones, como la de proteger la ciudad de las continuas riadas del Guadalquivir y ahí quedan testigos en el Arco de la Macarena o el Postigo del Aceite de las hendiduras donde se colgaban los sacos terreros para frenar la entrada del agua. “Y hay otra razón municipal, fiscal, pues en sus puertas se colocaban funcionarios para cobrar el arbitrio a los hortelanos, el fielato”, apunta Cabeza sobre una etapa en la que Sevilla comenzó a construir arcos de quita y pon, como el levantado para recibir a Isabel II.

Merlones de la barbacana. / Álvaro Ochoa

¿Dónde está la muralla?

La muralla que se ve en pie hoy en la Macarena es de un valor excepcional, pues conserva su lienzo, su barbacana y dos puertas: la más antigua, la de Córdoba, y la más moderna, la reconstrucción del Arco de la Macarena a finales del siglo XIX por parte del maestro de Carmona José Chamorro. Pero la defensa completa ocupaba 14 veces más del trazado que hoy se puede ver. ¿Y el resto? Existe. “Estoy convencido de que entre el 70% y el 75% de esa muralla subsiste embutida entre edificaciones que se han ido adosando a un lado y otro de ella”, explica José García-Tapial, otro de los arquitectos restauradores que mejor conoce este patrimonio.

Las crónicas del siglo XVII de Rodrigo Caro recogen que Sevilla estaba bordeada por un lienzo de una extensión equivalente a algo más de 7,6 kilómetros. La muralla está ahí y se asoma en las Atarazanas, donde hay 70 metros, en la calle Gravina, en la Puerta Osario, la Casa de la Moneda... “Cuando en el siglo XIX se decide que hay que derribar las murallas, porque son un freno para el progreso, el Ayuntamiento no lo hace porque está endeudado y lo que saca a concurso es la demolición de las puertas y poco más”, explica García-Tapial. Una operación que le resultaba rentable a los contratistas porque, a excepción de las puertas de Córdoba y la Macarena, el resto estaban hechas de fábrica de ladrillo, la mayoría eran del siglo XVI, un encargo a Hernán Ruiz, por lo que eran fácil de tirar y contenían elementos decorativos, como columnas de mármol y otros materiales, con los que se quedaban estas empresas.

Saetera en la muralla. / Álvaro Ochoa

“Los grandes bloques de argamasa, el derretido que saldría de los lienzos y barbacana, tenían poca salida en el mercado y tampoco había tecnología en ese momento para derribar muros de 2,4 metros de espesor”, añade Cabeza. Hasta el derribo de San Julián, en los años 30, no desaparece un trozo de muralla como tal. ¿Y qué ha pasado mientras tanto? “La muralla es un muro fuerte y resistente, estupendo para ahorrarse una pared maestra”, explica García-Tapial.

Una ojeada al plano parcelario de la ciudad descubre cómo en el borde del casco histórico aparece una relación de patios de unos 2 metros de anchura que discurren, por ejemplo, por Gravina, Zaragoza, Castelar, Arfe... Es la propia muralla, deprimida en otros tramos como el de Torneo. “Allí se hizo un recrecido artificial en el siglo XIX para el ferrocarril y se usó la muralla como trinchera, por eso las calles que van saliendo a Torneo están en cuesta, porque hay que llegar a la altura de la muralla”, añade el arquitecto, que apunta cómo en un edificio de esta avenida, antigua fábrica de tejidos obra de Aníbal González, se conserva en el sótano un trozo de muralla y parte de la Puerta de San Juan. En la Resolana se derribó y en una promoción apareció bajo rasante.

En la remodelación que se ha hecho del espacio que hay junto al arco y la basílica de la Macarena se ha dibujado en el suelo, con distinto pavimento, el trazado por el que discurría la muralla, en dirección a la Barqueta. En algunos puntos se ha encontrado muralla a sólo un metro de profundidad.

¿Lo que queda en pie se puede caer?

No hay ningún riesgo, según los arquitectos intentando responder a la alarma que provoca ver material en el suelo por la cara interior o la caída de dos merlones que hizo que los técnicos municipales colocasen hace un año una estructura metálica, que aún sigue, en algunos de ellos.

Que la muralla se desmorone tiene que ver con la evolución que ha sufrido a lo largo de la historia. “Después de la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) las ciudades importantes como Sevilla entran en pánico y mandan recrecer sus defensas ante el peligro cristiano. La mayor parte de la muralla es almorávide pero hay un recrecido de la etapa almohade. Si nos fijamos en el lienzo se puede ver una segunda fila de almenas embebidas en la fábrica, se dibuja su silueta. Fueron macizando el espacio entre merlones y levantaron dos cajones más y construyeron también la barbacana”, explica García-Tapial.

Entorno de los lienzos. / Álvaro Ochoa

Y hay una diferencia entre los constructores romanos y los adalides musulmanes, según matiza Pérez Calero. Después del califato el valor técnico de las obras islámicas cayó, pues no controlaban las técnicas romanas y se usaban además materiales perecederos, en este caso, por precepto del Corán.

No todo el material del que está compuesta la muralla es idéntico. Los dos arquitectos detallan que cuando hicieron las primeras intervenciones en los años 80 extrajeron unas probetas que se analizaron en un laboratorio y que revelaron que el tapial de argamasa de la muralla almorávide soporta hasta 80 kilos por centímetro cuadrado, la barbacana, sólo la mitad, y que los dos cajones que se coronan la muralla se desmoronan. “Ese remate no tiene pavimento, así debe ser, y ello impide que sea impermeable y facilita que los agentes atmosféricos lo dañen, si caen semillas, inmediatamente brotan árboles porque es un terreno calcáreo”, explica Cabeza. García-Tapial alerta del compromiso que supone para la estabilidad del lienzo el vivero que hay junto a la Puerta de Córdoba y que incluye en su interior un tramo de los más antiguos y peor conservados.

Las intervenciones de los 80 en la Muralla de la Macarena

Un patrimonio en manos privadas

Precisamente, los inquilinos (hay dos concesiones: un bar, la Pastora, y un centro asistencial del Arzobispado) suponen un obstáculo para que la muralla pueda disfrutarse en su totalidad. “Escuchamos a veces que quieren recuperar la Puerta de Triana, por ejemplo, y nadie se acuerda que tenemos en pie la más antigua de la muralla, la de Córdoba”, lamentan los arquitectos. “Bastaría con un convenio con la hermandad y con acuerdos con los otros concesionarios; se hace en el Parque de María Luisa con los bares, pero no con este BIC”, añaden.

La Torre Blanca de la Muralla de la Macarena

La Puerta de Córdoba está registrada a nombre de la Hermandad de San Hermenegildo, que refiere documentación que demuestra su inscripción en el año 1873. Es esta institución quien coste su mantenimiento y, previa petición, enseña este vestigio, junto con la iglesia, a grupos de escolares o a asociaciones. Además, la hermandad también es la dueña del mencionado vivero, alquilado a la misma familia desde los años 50.

Además de las dos puertas, la Muralla contempla varias torres, entre ellas, la más importante, la Torre Blanca, que hoy lo vecinos reclaman como sede de asociaciones. “Se le conoce como la Torre de la tía Tomasa, una bruja con la que asustaban a los niños en la Macarena”, recuerda Cabeza. “Tardamos años en poder entrar allí para restaurarla”, recuerdan los arquitectos, pues tenía un okupa. “Resultó que estaba en busca y captura y cuando lo llevaron a prisión pudimos entrar”, apuntan.

La Torre Blanca. / Álvaro Ochoa

Hoy sigue teniendo inquilinos, indigentes y una gran colonia de gatos que van acumulando basura y dañando un patrimonio que tras la última intervención en 2007 quedó listo para ser visitado y utilizado. “Un recorrido por el interior de la liza te da idea de la magnitud de la muralla, que parece pequeña observada desde la ronda”, comentan. En sus intervenciones hicieron un rebaje que hizo que la barbacana ganase en algunos puntos más de tres metros y dejase al descubierto sus huecos y saeteras. Ese espacio estaba relleno de tierra, mantillo que fue a viveros municipales.

Hoy la liza se podria visitar

Poder visitar y conocer todos estos elementos es lo que piden las asociaciones de vecinos del barrio, que se han unido en una plataforma para reivindicar que se ponga en valor la muralla y puedan disfrutar de su uso tanto los sevillanos como los visitantes. Antonio Mena, en nombre de la asociacion Moravia, reclama que se limpie el interior de la muralla, se le dote de seguridad y se evite la entrada de indigentes y se pueda visitar la liza. “Es un tesoro explotable a nivel económico, se puede generar empleo y dar un plus al turismo que podría entrar en la muralla por la Puerta de Córdoba”, insiste, esperanzado porque ha recogido ya el interés de colectivos y empresas que apoyan la idea.

Iniciativa vecinal sobre la Muralla de la Macarena
Cancela que cierra la liza. / Álvaro Ochoa

Yeray Iglesias, presidente de la asociación San Marcos, destaca la relación de la muralla y el barrio, un papel emotivo nada desdeñable y pide aprovechar que cada vez la ciudadanía está más activa en defensa del patrimonio “para evitar el abandono de la muralla, que pone de relieve la depresión que sufre la zona norte del casco histórico”.

El Ayuntamiento de Sevilla tiene planes, pero se dilatan demasiado, dicen que el proceso es complejo. El tiempo corre y la inacción derriba la muralla. Y tampoco es una apreciación arquitectonica, es un sentir bastante generalizado.

Varias intervenciones y un nuevo estudio

El Ayuntamiento de Sevilla ha actuado en varias ocasiones desde los 80. La última intervención se hizo entre 2007 y 2008 por 1,2 millones de euros. Luego discurrió casi una década sin mantenimiento. Las labores de limpieza, zafarranchos periódicos, se retomaron en 2016.

En paralelo, desde hace años los técnicos municipales trabajan en proyectos, alguno muy novedosos de tecnología 3D, que han servido como método de estudio. En 2017 el Ayuntamiento solicitó una ayuda a cargo del programa del 1,5% cultural del Ministerio de Fomento que le fue denegada por un error formal y que se ha vuelto a solicitar en 2018.

El proyecto presentado es para una nueva rehabilitación por casi un millón de euros. Prueba de que existe una voluntad municipal por intervenir es que se ha adjudicado esta semana un contrato para hacer el estudio de materiales previo y necesario, dicen, para adaptarse a los nuevos protocolos de restauración. Además, hay un compromiso para aportar el 55% del coste del proyecto. El resto, si no llega la subvención, se podría financiar por otras vías. Pero todo esto son obras, luego faltaría el proyecto de musealización y apertura al público.

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