Monteseirín dice que ya no tiene prisas por irse del Ayuntamiento

El alcalde aguarda a que el nuevo líder del PSOE-A, José Antonio Griñán, lo cite esta semana para poner en común su salida · El partido quiere hacer coincidir la regencia de Rosamar Prieto con la elección del candidato

Monteseirín ríe un comentario de Gutiérrez Limones en presencia de Mir y Celis en el Congreso del PSOE-A celebrado el pasado fin de semana.
Claudio J. Castillo

16 de marzo 2010 - 05:03

El congreso del PSOE-A marca nuevas caras, nuevos tiempos. Y nuevos tempos. El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, no es el mismo que el que la semana pasada aguardaba el cónclave de Griñán con un poso de esperanza y de expectativa no ya a nivel político u orgánico, sino en el delicado ámbito de lo personal. Dos días de ponencias, mesas redondas y debates, y ni una sola alusión pública a su persona ni a su gestión al frente de la única capital andaluza que el PSOE ha conservado intacta desde hace más de 11 años. Monteseirín no tuvo que esperar siquiera a conocer el reparto de poder en la nueva Ejecutiva regional -los siete nombres de Sevilla representan a la Sevilla de Viera, sin más familias ni escisiones- para entender que el único asidero que le queda, dinamitado ya el intento de un hipotético liderazgo crítico en la persona de Gómez de Celis como sucesor, es su propio cargo institucional: ser alcalde.

Y ser alcalde, si se tercia, el resto del mandato. No como reconocía la pasada semana, cuando a su llegada de Nápoles, después de cinco días de reflexión y tras su renuncia a una cuarta candidatura avanzada por Griñán, comentaba a modo de respuesta que quería adelantar su marcha del Consistorio y que su pretensión era seguir ocupando un cargo público de responsabilidad en la política. Eso es agua pasada. Lo de irse ya, se entiende.

El regidor de Sevilla adujo ayer que ya no tenía prisas por irse, postura que enmarcó en el contexto de que está dispuesto a hacer lo que le pida el partido y sobre todo su nuevo secretario general, José Antonio Griñán, quien le instó hace semanas a que agotara mandato.

Monteseirín tiene una cita pendiente con el presidente de la Junta esta misma semana, al estilo de la que mantuvo la pasada con el secretario provincial, José Antonio Viera, para "hablar de futuro". Descontextualizada, fuera de los despachos y en un marco aséptico en torno a un café. Así, al menos, fue con Viera. Pero ahora es Griñán quien decide -por lo que puede que haya necesidad de visualización de quién lleva la batuta- y Monteseirín el que aguarda que suene el teléfono. A día de ayer, no había cita en la agenda de la reunión que debe arrojar luz a la insólita situación política por la que pasa el Consistorio hispalense, encuentro en el que el nuevo secretario provincial podría exponerle a Monteseirín las intenciones laborales que tiene reservadas para él en adelante. Un cargo, en definitiva, al frente de una empresa pública o en alguno de los entes dependientes del gobierno andaluz que sirva de enlace a su historial municipal y que dé cobijo a un inspector médico de 52 años en excedencia acostumbrado a la vida pública durante casi los últimos 20 años, como presidente de la Diputación, primero, y como alcalde de Sevilla, hasta ahora.

Monteseirín asume a estas alturas que el libro de sus memorias en la administración pública está escrito en pasado, pero sí cree tener derecho a continuar en un puesto de responsabilidad para prorrogar la que él define como vocación: la política. Y en esas está. El alcalde seguirá como alcalde hasta que el partido solucione su reubicación. Si ese tren pasa pronto, se subirá en él; si no, esperará. Tiene 14 meses para hacerlo, y decenas de titulares de periódicos en los que Griñán y otros miembros del aparato andaluz le conminan a aguantar hasta mayo de 2011, la próxima cita con las elecciones municipales.

Monteseirín se apresta a aplicar la primera lección extraída del congreso del PSOE-A. Fue un error medrar y conspirar en lo orgánico con el único sostén de ser alcalde de Sevilla y controlar la mayoría de la militancia de la capital, todo ello fuera del organigrama oficial del PSOE que otorga todo el poder a la Ejecutiva provincial, en manos de Viera. Y también fue un error hacer causa común con su guardia de corps -Celis, Fernández, Nieves Hernández-. Monteseirín, ahora, trata de salvar su futuro, el personal, con una salida de la Plaza Nueva que más que nunca depende de Griñán.

¿Y cuándo será? Nunca antes de Semana Santa. En el calendario de su adiós definitivo participan ahora más actores desde dos plataformas diferentes, las ejecutivas provincial y regional.

La idea que toma cuerpo es que ahora habría prisas para que Monteseirín saliese del gobierno, lo que activaría una doble operación. Rosamar Prieto sería la nueva alcaldesa de transición, entraría un nuevo edil por correturno -Enrique Lobato- y habría una puntual remodelación del reparto de áreas en el Consistorio, lo que, a su vez, coincidiría con la designación del nuevo candidato a las elecciones municipales y el arranque de una gran campaña de comunicación desde fuera el Ayuntamiento, como ocurrió con Zoido (PP) en 2006.

El consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio, Juan Espadas, se perfila como único opositor por el PSOE a la Alcaldía con permiso de Viera -que se reservaría como opción B-, y los tiempos cuentan. ¿Sobra Monteseirín de la Plaza Nueva? Hay quien dice en el partido que "ya vamos tarde", y que es imprescindible detener el reloj de la era Monteseirín a tiempo.

Pero la llave de tal decisión está en dos manos: Griñán, de un lado, y Monteseirín, el único que puede ceder su acta de concejal y su cargo de alcalde. ¿Un enroque in extremis del regidor? No parece tal, más bien una llamada de auxilio por aquello de la supervivencia.

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