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Mirlo, una calle marcada por la tragedia

Segundo crimen en sólo cinco años

Mirlo, una calle marcada por la tragedia
F. Pérez Ávila

01 de mayo 2010 - 05:03

Dos crímenes, un atracador tiroteado, otras dos víctimas que tenían su domicilio o su lugar de trabajo en ella... La calle Mirlo, escenario del último crimen, está marcada por la tragedia en los últimos diez años. El nombre de este pájaro negro acaparó titulares de medios de comunicación no sólo locales sino también nacionales el 2 de diciembre de 2005. Aquella noche, en un piso del número 24 -a medio centenar escaso de metros del bloque en el que ayer murió apuñalado un ciudadano rumano- fue asesinada de un tiro en la frente Susana Vega Márquez. Su verdugo fue su novio, un atracador llamado Enrique Ramírez y conocido en el barrio con apodos como el Kiki o el Peluca, que le descerrajó un tiro de revólver a quemarropa cuando sostenía a su hijo en brazos.

De aquello han pasado casi cinco años. El asesino fue condenado a 20 años y seis meses de prisión pese a que aseguró en el juicio que se le disparó el arma mientras la limpiaba. Pero no era la primera vez que ocurría algún suceso trágico en la calle Mirlo. Cuatro años antes, en octubre de 2001, Nordine ben Alí, un argelino que acababa de instalarse en el número 3 de la calle, con antecedentes penales y extraditado a Francia el año anterior, fue tiroteado en un ajuste de cuentas cuando abría el maletero de su coche, aparcado en la confluencia de las vecinas calles Tórtola y Gavilán.

El 3 de febrero de 2006 otro ajuste de cuentas estuvo a punto de cobrarse una nueva víctima en la calle Mirlo. Un delincuente de 22 años conocido como el Huevo, famoso por ser el líder de la banda que asaltó el centro de menores de Carmona unos años antes, recibió dos tiros en la rodilla y el tobillo derechos disparados por alguien que llamó a la puerta de su casa cuando él jugaba a la play station en el salón, en el número 6 de esta calle, y luego huyó en un Ford Focus de color azul.

Esta misma calle estuvo también relacionada con uno de los últimos crímenes de violencia de género ocurridos en Sevilla, el de Cristina Maestre Real, una joven de 29 años que fue asesinada por su marido en la calle Cigüeña. El presunto asesino convivió durante más de catorce horas con el cadáver de su mujer y luego se tiró por la ventana, sin llegar a morir. La víctima, Cristina, sobrevivía y mantenía a sus hijos gracias a su trabajo en un pequeño comercio que tenía en un extremo de la calle Mirlo, en un piso bajo. Su padre conoció la noticia de la muerte de su hija cuando vio que un grupo de fotógrafos de prensa tomaba imágenes de la pequeña tienda.

Sin ser la calle más degradada de Los Pajaritos, ha sido el escenario de la mayoría de episodios violentos ocurridos en este barrio, para el que los vecinos llevan años solicitando un plan integral similar al que se puso en marcha en el Polígono Sur. El eje comprendido por Los Pajaritos, la Candelaria y Madre de Dios es una de las zonas más afectadas por el paro de la capital andaluza y la degradación va en aumento. La falta de ingresos ha llevado a numerosos jóvenes al camino de la delincuencia y del narcotráfico. Varias de las bandas de atracadores surgidas en Sevilla a mediados de la década pasada tienen su origen en Los Pajaritos, mientras que parte de la población autóctona del barrio se ha ido marchando paulatinamente para dar paso a familias de inmigrantes que viven hacinados en pisos que no alcanzan los cuarenta metros cuadrados.

La solución planteada por el Ayuntamiento ha sido la demolición de las 544 viviendas de alquiler que hay en el barrio, pero ha ido retrasando la ejecución de esta medida desde julio de 2008. Mientras tanto, a casi nadie en Los Pajaritos le extraña ya que un joven mate al novio de su madre. O que otro asesinara a su padre tras discutir con él, como ocurrió hace unos meses en el bar Ruiseñor, en otra zona del barrio.

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