Degüellan a una mujer en Los Pajaritos
sucesos
La víctima, de 41 años, era toxicómana y había salido recientemente de prisión. El móvil del crimen pudo ser un ajuste de cuentas relacionado con las drogas.
sevilla/María, una toxicómana de Los Pajaritos, atendía a la prensa esta mañana cuando vio aparecer por la esquina de la calle Flamenco a una amiga suya. “¿Qué ha pasado?”, preguntó la recién llegada, extrañada al ver a un numeroso grupo de policías arremolinados en torno a la puerta del número 25 de la calle Perdiz. “A la Fló, tía, que la han matado. La han degollado”, respondió María, entre lágrimas. “¿A la Fló? Aro, normá”, dijo su interlocutora, que se subió el cuello de la chaqueta, se cruzó de brazos y se volvió sobre sus pasos como si no hubiera pasado nada. Algunos periodistas intentaron seguirla, tratando de que les explicara por qué veía normal que a una vecina suya la mataran a cuchilladas, pero fue en vano. La mujer no dijo ni una palabra más y se marchó a paso ligero.
La amiga, María, se disculpaba. “No le echéis mucha cuenta, estaban peleadas”. María estuvo anoche con la víctima. No se llamaba Flor, pero todos la conocían por este apodo en el barrio. Las dos mujeres se drogaron en un fumadero, un piso en el que se reúnen los drogadictos para consumir estupefacientes. Hay bastantes en Los Pajaritos, donde los yonquis buscan refugio en los pisos que se van quedando vacíos, porque sus inquilinos han muerto o porque simplemente se han marchado en busca de un lugar mejor.
“Fumamos base (pasta base de cocaína) y heroína”, cuenta María. Relata la historia y se le escapa alguna lágrima. “Hay que ser muy hijo de puta para hacerle eso, ¿verdad?”. La testigo tiene la mirada perdida y parece tener frío, pese a que la temperatura es más que agradable. Está muy delgada y la adicción se le nota en la dentadura, cuyas piezas están manchadas y ha perdido alguna. Dice que la Flor vivía alquilada en la calle Amor, una vía no demasiado alejada, junto al Parque Amate. “Pero yo me fui y no sé donde pasó la noche”. María sostiene que la vivienda en la que apareció muerta su amiga a primera hora de la mañana es de otra drogadicta del barrio, de la que no sabe el nombre y que, según ella, no ha aparecido en todo el día.
Sobre el piso, el Segundo Derecha del número 25 de la calle Perdiz, hay al menos dos versiones más. La primera, que la víctima residía en él y se había instalado allí hace unos días, después de haber pasado una larga temporada en prisión. “Había venido muy bien de la cárcel, más gordita, pero aquí se volvió a enganchar”, admite su amiga. La segunda, que el piso fuera simplemente otro más de los fumaderos del barrio.
Los hechos objetivos son que la mujer fue descubierta esta mañana, pasadas las nueve y media, por un vecino, que llamó al servicio de emergencias sanitarias del 061 y éste derivó el aviso también a la Policía. Los profesionales sanitarios llegaron al bloque escoltados por la Policía y descubrieron el cuerpo sin vida de la mujer. Estaba vestida y aparentemente presentaba dos heridas de arma blanca, una en el cuello y otra en el tórax. Los médicos sólo pudieron confirmar la defunción, mientras que la Policía avisó al Grupo de Homicidios y al juzgado de Guardia.
Los investigadores llegaron al piso poco antes de las diez de la mañana e inspeccionaron la escena del crimen. En la vivienda había al menos dos armas blancas, una navaja de grandes dimensiones y un cuchillo fino y largo. Se investiga si alguna de estas dos armas fue la homicida. La Policía tomó declaración a numerosos vecinos y testigos, pero por el momento no hay ninguna persona detenida.
Como suele ocurrir en Los Pajaritos, y también pasó en Torreblanca recientemente en un homicidio cometido por tres menores, los testigos no quieren hablar. De hecho, María es la única que aporta datos relevantes. El resto se busca alguna excusa o simplemente se quita del medio cuando los periodistas preguntan. “Sí, yo la conocía pero de vista y ya está”. “No, no sé nada, he venido esta mañana a trabajar, porque yo cuido a un matrimonio de ancianos en el mismo bloque, pero no he visto a nadie ni he oído nada”. “Salí esta mañana a las siete y durante la noche no oí nada”.
Sin que nadie les grabe ni mucho menos dar su nombre y apellidos, la mayoría admiten que conocen a la víctima porque la veían rebuscar en la basura por las calles de Los Pajaritos habitualmente. Cuentan que solía hablar de su hijo, que murió hace años en un accidente de moto. La Flor tenía numerosos antecedentes y había pasado mucho tiempo en la cárcel. Cuando salió, vivía de lo que sacaba vendiendo chatarra y se prostituía con cierta regularidad. También cuentan que solía hacer de intermediara entre los yonquis del barrio, que le daban el dinero a ella para que les trajera droga. “Igual esta vez se lo ha quedado y alguno ha venido a buscarla”, reflexiona María, su amiga, que insiste en que la fallecida era una buena persona. “Aquí nos conocemos todos, ella siempre trataba muy bien a todo el mundo. No hay derecho a esto”.
En esa línea, la del ajuste de cuentas relacionado por la droga, trabajan los investigadores para explicar el móvil del crimen y para tratar de localizar al autor de las puñaladas. El examen forense y la posterior autopsia determinarán si eran dos las heridas de arma blanca o el cuerpo presentaba alguna lesión más.
A medida que va avanzando la mañana, la calle Perdiz se va llenando de gente. Hay quien sale a la puerta de su casa, recién levantado y con el torso desnudo, para observar desde el quicio el trabajo de los policías. “Oiga, y esto seguro que sale en el telediario, ¿no?”, preguntan dos señoras mayores, vecinas de toda la vida, de las que han visto la transformación social que ha ido experimentando Los Pajaritos año tras año, hasta convertirse en el barrio más pobre de España, al menos el de menor renta per cápita del país, por delante incluso del Polígono Sur. “¡Qué pena! Más mala fama para el barrio, con la que tenemos encima ya...”
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