SUCESOS
Dos detenidos en las Tres Mil viviendas por agredir a la Policía Local

Matan a una mujer en un piso de Pino Montano

La Policía Nacional ha detenido a un hombre de 43 años como presunto autor del homicidio

La víctima es una persona discapacitada que llevaba muchos años viviendo en el barrio

Momento en el que los servicios funerarios sacan el cadáver del domicilio, la mañana de este jueves. / José Ángel García

A María del Carmen todos la conocían en Pino Montano como la Cuqui. Pocos vecinos habrá de este barrio que no supieran quién es. Era habitual verla hablando sola por la calle, insultando a cualquiera con el que se cruzara, golpeando a los coches o colocándose con su silla de ruedas en mitad de un cruce, de forma que los vehículos que circulaban tenían que esquivarla para no atropellarla. Ese comportamiento respondía a un trastorno mental que padece desde hace años y que no estaba vigilado ni medicado.

Quienes la trataron un poco más aseguran que hace tiempo no estaba tan mal, pero que empeoró a raíz de la muerte de su marido, a quien conocían como el Vareta. La pareja vendía cupones y eran muy queridos por la mayoría de los vecinos. María del Carmen A. S. J., de 68 años, nació con una deformación en las piernas y no podía andar, iba en una silla de ruedas eléctrica hasta que ésta se averió y pasó a tener una manual. Pesaba poco más de cuarenta kilos, era extremadamente delgada y necesitaba ayuda para mover la silla.

Como tenía una buena pensión, en los últimos años, una vez muerto su marido, por su vida pasaron un rosario de personas dispuestas a empujarle el carrito y llevarla de un sitio a otro, siempre a cambio de una pequeña cantidad de dinero al final del día. Uno de los últimos en aparecer fue su sobrino político, un hombre de 43 años del que, a pesar de su buena apariencia, los vecinos aseguran que tenían un problema con las drogas.

Momento en el que los servicios funerarios sacan el cadáver del domicilio de la víctima, la mañana de este jueves. / José Ángel García

A la Cuqui se la vio mucho estos días atrás con el sobrino del Vareta. En un bar, él tomando una cerveza y ella una Coca-Cola, pues no bebía alcohol ni se drogaba. Eso sí, fumaba mucho. O incluso en su casa, ya que su salón podía verse desde la calle. Vivía en un piso bajo del número 8 de la calle Corral de los Barquilleros, y desde la entrada del bloque se veía su casa, protegida con una reja medio arrancada. Allí, a primera hora de la mañana de este jueves, todavía podía verse en el suelo una bolsa de hielo con los cubitos a medio derretir. Y algo del desastre general que habitualmente presidía aquella casa.

Lo que pasó de madrugada en ese piso sólo sabe ya una persona: el sobrino político de María del Carmen. Tendrá que explicarle a la Policía o al juez qué se le pasó por la cabeza para asfixiar a la mujer de su tío fallecido. Algunas fuentes apuntan a que fue estrangulada con una sábana. Después, hizo una fotografía del cadáver con su teléfono móvil y se las envío a otras personas. Uno de los destinatarios avisó a la Policía Nacional. Eran las 5.15.

Policías nacionales, en la puerta del bloque en el que han ocurrido los hechos. / José Ángel García

Una patrulla llegó al lugar de los hechos y encontró el cuerpo sin vida de la Cuqui. Instantes después sería detenido el presunto autor del homicidio en una calle próxima. A partir de ahí empezaría el protocolo habitual en estos casos. Por el bajo de Corral de los Barquilleros pasaron policías de la Científica y del Grupo de Homicidios, que realizaron una inspección ocular del lugar, el forense y la comisión judicial, que decretó el levantamiento del cadáver. Pronto se descartó que fuera un caso de violencia machista.

Cuando los operarios del Tanatorio Nervión sacaban en una bolsa los restos mortales de María del Carmen eran ya casi las nueve de la mañana. Por entonces pasaba por la puerta del bloque una legión de niños camino del colegio que hay a apenas unos metros. A medida que iba avanzando la mañana fueron llegando periodistas, fotógrafos, cámaras y curiosos. Cada uno contaba cómo recordaba a la Cuqui.

"Esto ha sido la crónica de una muerte anunciada", decía una vecina. "Y un gran fracaso de los servicios sociales", apuntaba otra. "Vinieron muchas veces, pero nunca se la llevaban. Era una mujer que no podía vivir sola, estaba trastornada. Y no era mala. Nadie merece acabar así".

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