La Manolita de Sevilla está en el Cerro del Águila
Sorteo benéfico
La Gran Cesta de Navidad de la hermandad de los Dolores vuelve a regalar desde un pico y una pala a una “rueda de calentitos” en Conil, pasando por objetos y servicios de todo tipo
Se ponen a la venta 25.000 papeletas a un euro cada una, participan 150 particulares y negocios de todo tipo y ya hay casi una veintena de comerciantes en la lista de espera para 2024
Hay en Madrid un despacho de lotería que, cuando la Navidad asoma a la vuelta de la esquina del calendario, adquiere tanto protagonismo que da la impresión de que en ningún otro lugar de España se venden décimos para el Gordo. En Sevilla no existe Doña Manolita pero sí hay una freiduría Manolita. Está en El Cerro del Águila. Y allí, en uno de los barrios con más personalidad de la ciudad, se monta uno de los sorteos navideños también más peculiares. Lo organiza la hermandad de Nuestra Señora de los Dolores Coronada y su contenido es el resultado de la generosidad y el altruismo de 150 donantes, la mayoría comercios del barrio. Entre ellos, la freiduría Manolita: su aportación es un kilo de pescaíto frito.
El catálogo de obsequios es de lo más heterogéneo: cortes de pelo, sesiones de masaje, juegos de cama, declaraciones de la renta, una consulta profesional con un abogado, la figura de un santo, unos patines, un balón de fútbol, 200 tarjetas de visita, una apertura de una puerta de emergencia, un cuadro con los titulares de la hermandad, un búcaro y una hucha de barro... Y sigue: cuatro clases de hípica en San Juan de Aznalfarache; un lote de friegasuelos, limpiacristales, desengrasante de planchas, limpiador de baños, cubo de fregona y recogedor; una descarbonización del motor en un taller del polígono Calonge; una consulta con un otorrino y estudios de audición; un blanqueamiento y una revisión dental; un vale de 90 euros en gafas de sol; dos mantas de sofá; joyería variada y relojes...
Las 25.000 participaciones de la Gran Cesta de Navidad, cada una con cuatro números y al módico precio de un euro, están a la venta en los comercios del barrio desde hace unas semanas. El sorteo se efectuará el 21 de diciembre ante notario y todo lo recaudado irá destinado a fines benéficos, en concreto las actividades y los programas solidarios de la Diputación de Caridad de la hermandad. Su impulsor es Antonio Arispón, un carnicero ya jubilado que hace 41 años tuvo la idea junto a “un compadre” y con el respaldo de los costaleros del Cerro.
“Al principio se vendían 99 números”, rememora. Ahora son 25.000 papeletas y la demanda de quienes quieren participar aportando algún regalo es tan grande que “hay unos 16 comerciantes en lista de espera”. Este año, por ejemplo, hay una decena de negocios nuevos. “Cada año hay más gente implicada. Es el pueblo del Cerro, todo el mundo quiere participar”, se congratula Arispón. La cesta, de hecho, trasciende del barrio y ofrece regalos que vienen de otras zonas de la ciudad y de muchos pueblos de la provincia.
“La papeleta no da más de sí, está a tope”, insiste Arispón, que destaca que en la cesta “hay de todo”. Hasta un pico y una pala, donación de un anónimo, o cuatro chocolates y una rueda de calentitos en Conil más 30 euros para llegar allí. También se suman a la lista de proveedores el comercio más viejo del mercado (El Niño del Bacalao, que lleva 60 años allí) y el más nuevo (un establecimiento de jamones). En total, unos 150 negocios. Y como muchos regalos son productos perecederos, por ejemplo los que proceden del mercado o las comidas en los bares, al ganador se le entregan unos vales con tres meses de vigencia.
“Esto apaña a mucha gente y hace muy felices a muchas familias. El dinero va al Pozo Santo, a una asociación para drogodependientes de Triana...”, sigue explicando el alma máter de la iniciativa, que a la hora de elegir algún regalo apunta a los considerados “especiales”, a saber: un televisor de pantalla plana, una tablet, una videoconsola, una barra de sonido para la televisión, una bicicleta de montaña, un móvil valorado en 500 euros, una visita al Acuario de Sevilla para dos personas, dos noches en un hotel de cuatro estrellas de la ciudad y un billete completo para la Lotería de Navidad con el número 87.943.
“Es una cesta especial, es la cesta de la ilusión y de la alegría”, proclama Arispón. De lejos, muy de lejos, guarda cierto paralelismo con la de la venta El Paisano, en la N-IV. “Eso es otra historia, es la Champions”, bromea el organizador de la del Cerro. Del barrio, por cierto, no son siempre los ganadores. El gordo se ha quedado allí “seis o siete veces”, pero hace quince años triunfó un maestro de Santander que trabajaba en Sevilla. También los ha habido de Marchena, Utrera, Alcalá, Bellavista (allí tocó hasta tres veces), Pino Montano, la Macarena y Triana.
“Y como colofón para quitar el resacón, el puchero Arispón”
La cesta también contiene muchos regalos para alimentar el estómago: siete desayunos en total entre tres establecimientos; diez cervezas y una ración de jamón en un bar; una empanada de atún en una cafetería; cuatro cervezas, media ración de taleguillas y otra media de cola de toro en un clásico de la Buhaira; dos cervezas y un plato de gambas en Tomares; cuatro cervezas y cuatro churrascos en el barrio; una botella de Rioja y una bandeja de ibéricos en Sevilla Este; el referido kilo de pescaíto frito en la freiduría Manolita; un almuerzo para cuatro personas en un restaurante de Dos Hermanas... También se sortean dos litros de helado en una heladería del barrio o una paletilla ibérica más un queso en otro bar del Cerro, por seguir con los ejemplos.
El remate, un imprescindible de la gran cesta desde el año mismo de su nacimiento, es el conjunto de avíos para hacer un puchero que proporciona el propio Arispón, quien como carnicero que era lo incluyó en el primer sorteo y ha perpetuado esa tradición aun estando jubilado. “Y por supuesto, como colofón para quitar el resacón, el puchero Arispón”, reza la papeleta. Se trata de un kilo de ternera, un kilo de carne de cerdo, medio kilo de espinazo, medio kilo de costilla, medio kilo de taquitos de jamón, medio kilo de pella, dos kilos de tocino, y, como no podía ser menos después de semejante homenaje, un bote de bicarbonato.
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