Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Calle Rioja
AYER salió como una novia del brazo de su hijo Manuel. El mayor de los doce varones. “Doce hombres sin piedad”, bromeaba con el título de la película y la obra de teatro Blanca, una de sus nueras, la esposa de Nicolás. Si algo le sobra a María Asunción Milá (Barcelona, 20 de julio de 1919) es piedad. Sus amigos, sus vecinos, los feligreses de la parroquia de Santa Cruz apagaron con dos semanas de antelación las cien velas de su siglo de las luces, ése en el que buena parte de su tiempo lo ha dedicado a mitigar la oscuridad de los que aguardaban el fatídico final en los corredores de la muerte.
“Nada de lo que se hace por defender la vida se pierde”, dice ya sentada en su casa, después de la eucaristía presidida por Eduardo Martín Clemens, que la definió como “madre coraje que siempre ha sido políticamente incorrecta”. La recordó una mañana de Viernes Santo, con una fortaleza nimbada de sensibilidad por la evidencia de que la vida de José María, el segundo de sus doce hijos, estaba pendiente de un hilo. Sigue hablando en presente de él y de Manuel Salinas, su esposo, sevillano con el que se casó en Barcelona el 2 de julio de 1939. “No era fácil encontrar una iglesia. La guerra terminó en abril y retrasamos la boda porque se murió mi abuela”.
Doce hijos en un cuarto de siglo, entre 1940, cuando nace Manuel, el hijo pintor abstracto de esta mujer tan concreta, “sin dobleces, es lo que parece”, en palabras del párroco, y 1965, fecha de nacimiento de Cristián, el benjamín, el responsable de abrir a las visitas la casa familiar cuyo principal patrimonio moral e inmaterial es la lucha constante de esta mujer contra la pena de muerte.
Además del primogénito y el benjamín, estuvieron Diego, Álvaro, Miguel, Bruno y Nicolás. Faltaron Leopoldo, Juan, Fernando y Marcos. Acudieron amigos como Enrique Valdivieso, Fernando Parias Merry, ex alcalde de Sevilla, Ismael Yebra, Nati Abascal, Hugo O’Donnell, Isabel Rodríguez de Quesada, Diego Carrasco, Rafael Cómez.
María Asunción comenta con sus amigas los ochenta años de su matrimonio. Doce hijos, 22 nietos, 24 bisnietos y tres en camino. La misma casa de la que salió para la misa y a la que volvió para la celebración, fue donde el 24 de marzo de 2015 un cartero trajo una carta con remite muy especial. “Gracias por su carta. Le agradezco el testimonio de su lucha contra la pena de muerte”. Firmaba Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, a quien llevaba dos años mandándole misivas para que el Vaticano reformara el Catecismo y condenara expresamente la pena de muerte.
Recuerda las palabras que le dijo al pontífice su mensajero, Luis Arroyo, director del Instituto de Derecho Penal Europeo e Internacional: “Santidad, tenemos un problema; en Sevilla hay una señora con 96 años y doce hijos que no está dispuesta a abandonar este mundo hasta que el Papa no se entere de lo que le dice en esta carta”. Han pasado cuatro años. María Asunción está a punto de cumplir los cien años, “una gota en el océano, pero en el ser humano es la condensación de casi toda una historia”, en palabras de Martín Clemens, párroco que se va de misión a San Salvador. A la feligresa le regalaron un ramo de flores, que depositó ante la Virgen de los Dolores, un poema y uno de los cirios que el Martes Santo acompañó al Cristo de Santa Cruz por las calles de Sevilla “para que te ilumine y tú nos sigas iluminando”.
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