La avanzadilla de la mafia georgiana
Operación de la Policía Nacional
Los dos ladrones de pisos detenidos por la Policía a mediados de junio preparaban el desembarco de una banda de delincuentes del Este durante el verano
Habían alquilado un apartamento turístico para un mes en la calle Pagés del Corro. Ese era su centro de operaciones. Desde ahí se movían a los barrios más pudientes de Sevilla en busca de pisos en los que robar. Utilizaban un coche propio, de matrícula polaca, como almacén para las herramientas. Aparcaban el vehículo cerca a los domicilios en los que iban a robar, una especie de taller móvil, y ahí lo dejaban hasta que llegaba la hora de entrar.
En el maletero de ese coche había herramientas profesionales de cerrajería, capaces de abrir cualquier puerta, por muy blindada y por muchas medidas antibumping que tuvieran las cerraduras. Además del coche taller, que dejaban estacionado durante el tiempo que fuera necesario, utilizaban un turismo alquilado con matrícula española y bicicletas para sus desplazamientos ordinarios. Así trataban de despertar las menos sospechas posibles.
Este era el modus operandi de Teimuraz Paikidze y Mykhail Hohiberidze, los dos protagonistas de la operación Tyffany, dos delincuentes del Este de Europa que fueron detenidos a mediados de mes por la Policía Nacional en Sevilla. Eran, como constata el atestado del Grupo de Robos, la “avanzadilla” de la mafia georgiana. Es decir, estaban preparando el terreno para el desembarco de una banda organizada de ladrones de viviendas capaz de desvalijar cientos, o incluso miles, de domicilios durante los meses de verano, aprovechando la ausencia de las víctimas.
Como ya ocurrió durante las vacaciones estivales de 2014, cuando una banda formada por 15 ladrones de la misma nacionalidad reventó más de 600 viviendas de Sevilla. O en diciembre de 2016, cuando fue detenido en un piso de la avenida de Felipe II Eisha Meshveliani, considerado el lugarteniente de Spartak Japaridze, un capo de la mafia georgiana que está siendo buscado actualmente por las policías de media Europa. Probablemente Meshveliani venía a montar una célula estable de la organización en Sevilla, que empezaría a desvalijar viviendas durante la campaña de Navidad de aquel año.
Triana, Los Remedios y el Porvenir
En esta ocasión, Paikidze y Hohiberidze habían comenzado ya la campaña de verano de 2018, antes del desembarco definitivo de sus compatriotas en la capital andaluza. La Policía les ha podido imputar cuatro robos en domicilios, ocurridos en Triana, Los Remedios y el Porvenir, pero posiblemente hayan cometido bastantes delitos más. Resulta muy difícil poder acreditar estos robos con pruebas, y no sólo mediante el modus operandi.
Los ladrones sólo buscaban dinero en metálico y joyas y relojes, piezas que tienen una fácil venta en el mercado negro. Además, tenían la precaución de desplazarse a Portugal tras cometer los robos, para vender allí las sortijas sustraídas. De esta forma dificultaban cualquier investigación de la Policía sevillana a través de las joyerías dedicadas a la compra de oro o entre los peristas habituales de la ciudad.
Estos dos delincuentes georgianos operaban los fines de semana. Sabían que todavía la mayoría de la población no se ha ido de vacaciones y aprovechaban la ausencias de los fines de semana. Siempre entraban en pisos vacíos, siguiendo una de las reglas de la mafia georgiana. Si se topan por accidente con alguna persona en el interior de la vivienda, huyen.
Saben que un robo con fuerza en un domicilio vacío está mucho menos penado por las leyes españolas que la entrada en una casa habitada, que puede convertirse en un delito más grave que es el de robo con violencia e intimidación. Para ello, se aseguraban de que no hubiera nadie en los pisos en los que entraban mediante unos pequeños trozos de plástico que colocaban a modo de testigo en las puertas.
Técnicas de cerrajería profesional
Marcaron con estas piezas de plástico, unas pequeñas tiras rígidas, un bloque entero de la calle Genaro Parladé y otro de la Plaza de Cuba. Generalmente colocaban los testigos la madrugada del viernes al sábado. Dejaban la señal puesta y se marchaban. Volvían la noche siguiente, la madrugada del sábado al domingo.
Comprobaban en qué domicilios seguían colocadas las piezas de plástico y en cuáles no. Si seguían, todo indicaba que la puerta no se había abierto durante todo el día y que, con casi total seguridad, los moradores se encontraban fuera de su casa. Esa misma noche cometían los robos.
Lo hacían abriendo las puertas con técnicas de cerrajería profesional, sin provocar ningún daño en la cerradura ni en la puerta. Para ello disponían del coche taller lleno de herramientas que habían dejado aparcado cerca el día anterior. Este es otro sesgo característico de la mafia georgiana, la especialización de los encargados de abrir las puertas. Manejan técnicas avanzadas como el bumping o el impresioning, y no se les suele resistir ninguna cerradura. Las abren en menos de un minuto.
Una vez dentro, buscan sólo joyas, relojes y dinero en efectivo. A diferencia de otras bandas, los ladrones georgianos no se entretienen en llevarse un televisor, un ordenador portátil o un móvil, que tienen números de serie para su identificación y sistemas de GPS para su localización. Así además no tienen que cargar con nada ni llamar la atención de cualquier posible testigo que los vea en mitad de la noche.
Vigilancias y seguimientos
Lo que sí llamó la atención de la Policía fue el incremento de robos en viviendas que se estaba registrando en Triana durante los fines de semana. En todos los casos coincidía el modus operandi: puertas marcadas, apertura limpia de cerraduras, sustracción de dinero en metálico, joyas y relojes... La Policía estableció un dispositivo de vigilancia en Triana.
Este trabajo dio sus frutos cuando los agentes vieron a dos personas caminando a gran velocidad por una de las calles del barrio, como si estuvieran huyendo. Uno de los ladrones, Teimuraz Paikidze, tenía antecedentes en España por robos con fuerza en domicilios. Eso, y su nacionalidad georgiana, puso a la Policía sobre la pista de la mafia de este país, que no era la primera vez que operaba en Sevilla. Más tarde sería identificado su acompañante, Mykhail Hohiberidze, que es de nacionalidad ucraniana y no tenía antecedentes en España.
Los policías los sometieron a vigilancia y descubrieron que vivían en la calle Pagés del Corro y qué vehículos utilizaban para desplazarse. De esta forma, lograron detenerlos cuando huían de un domicilio en el que acababan de robar, sin que les diera tiempo a deshacerse de los efectos que habían sustraído.
Después, los agentes inspeccionaron el vehículo y hallaron las herramientas con las que abrían las puertas. La investigación la ha dirigido el Grupo de Robos de la Jefatura Superior, la misma unidad que se encargó de desmantelar la organización en el año 2014, en una de las investigaciones más complejas de los últimos años.
En aquel atestado, la Policía hacía una exhaustiva descripción de cómo funciona la mafia georgiana, que dispone de una caja común en la que todos sus componentes van realizando aportaciones económicas y de la que sale el dinero para pagar fianzas y abogados.
En el caso de los dos detenidos en Triana, la Policía ha detectado el envío de dinero a Georgia a través de las agencias dedicadas a la transferencia internacional de fondos. Este es otro de los rasgos característicos de esta mafia. Los dos sospechosos se encuentran ya en prisión provisional, una medida que no es habitual para los detenidos por robos con fuerza, si bien en este caso se ha tenido en cuenta tanto la alarma social generada por el incremento de robos en domicilios como la pertenencia a una organización criminal internacional de los arrestados.
Los pupilos de Sakro el Joven
La mafia georgiana lleva más de una década instalada en España. Su principal capo es Zakhar Knyazevich Kalashov, que durante años fue considerado como el preso más peligroso de España y que se encuentra ahora en una prisión rusa tras ser detenido en el verano de 2016. Kalashov, alias Sakro el Joven, se formó en los gulag soviéticos. Allí entró en el mundo del hampa y fue ascendiendo hasta controlar una red de casinos en Tiblisi y dar el salto a Europa cuando cayó la Unión Soviética. Los líderes de la mafia georgiana se denominan a sí mismos como kanonieri qurdi (ladrones en ley). La mafia georgiana tiene una estructura piramidal. En la cúspide están los cabecillas o vor zakone. En un escalón por debajo están los smotryachi o jefes nacionales. En un tercer estrato se encuentran los paleogenet o jefes regionales. Todos ellos tienen acceso a la caja común u obshchak. A ella tienen obligación de aportar dinero todos los miembros de la organización. De la caja se sufragan los gastos de alquiler, desplazamientos, manutención y abogados. En el escalón más bajo están los chestiorki o peones. La organización tiene su propio código de conducta, con normas como vivir de la actividad ilícita, mantener el secreto absoluto y enseñar a los nuevos las técnicas. Muchos refuerzan su pertenencia a la banda con tatuajes.
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