La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
Medianoche en la rotonda de Mercasevilla. Más de un millar de personas se agolpan ante las puertas del mercado mayorista desde hace más de una hora. La Policía Nacional ha dejado un carril para la entrada de vehículos, pero son muy pocos los que acceden hasta el recinto. Los camiones que se acercan optan por dar media vuelta en la misma glorieta sin ni siquiera detenerse a escuchar los insultos, los gritos de esquirol y las llamadas a la huelga del nutrido piquete.
La primera acción de los sindicatos tiene éxito. Nadie trabaja en el mercado central. Sólo se ha permitido el acceso a varios camiones a los que se les ha echado la noche encima. Se les deja entrar para que los conductores puedan descansar dentro y la carga que llevan sea conectada a los frigoríficos del recinto, de manera que el género no se estropee. Pero ningún camión sale.
A la una de la madrugada el piquete va perdiendo efectivos. La huelga está ya hecha. Un grupo de sindicalistas ofrece café y galletas. La situación es pacífica. No fue así dos horas antes, cuando se registraron un par de incidentes entre algunos huelguistas y los policías del amplio dispositivo que mantiene abierta la entrada a la empresa.
Al piquete llega información de cómo transcurren las primeras horas del 29-M en Sevilla. "Han parado Eulen, Renault, Correos, Persán, Heineken, Lipasam y las empresas de limpieza de Lebrija y de los Alcores. Canal Sur está dando la carta de ajuste. Salvesen y Danone están con los servicios mínimos...".
A menos de un kilómetro del mercado central, en La Negrilla, otro piquete aborta la entrada de camiones en el Centro de Tratamiento Automatizado (CTA) de Correos. "De los 90 trabajadores sólo hay cinco dentro", relata José Salas, el responsable de la sección sindical. Aquí el ambiente es mucho más cordial que en Mercasevilla. Han entrado camiones, pero sólo para que los conductores puedan descansar. No salen camiones ni se distribuye la correspondencia. "Las criaturas llevan un montón de kilómetros encima y tampoco es plan de impedirles el paso. Podríamos hacerlo y que se vayan al centro de transportes, pero ahí les cobran una pasta y antes que la lucha obrera está la condición humana", apunta el sindicalista.
Video: Juan Carlos Vázquez
La industria también está parada. En la planta de Renault, en San Jerónimo, no trabaja nadie en el turno de noche. Está solo el vigilante. En la puerta quedan banderas pegadas con papel celo en vallas, farolas y semáforos. En el siguiente turno sólo entrarán ocho técnicos. En Sevilla esta noche es difícil encontrar un café. Están cerradas las cafeterías del Maternal y del tanatorio. Un piquete formado por veinteañeros cierra los bares de copas de la Alameda. De ello se queja una pareja en la gasolinera de la ronda de Capuchinos, que también está fuera de servicio.
Las cocheras de Tussam son otro escenario clásico de los piquetes. Llegan decenas de sindicalitas, pero la sede está blindada. Diez furgones de antidisturbios, cuatro camiones de caballería, más varios patrulleros y motoristas, aguardan para escoltar a los autobuses de los servicios mínimos. El helicóptero vuela sobre las cocheras. A las 5:39 sale el primer autobús. Gritos de esquirol, insultos, cánticos contra la reforma, algún empujón. Van saliendo vehículos hasta completar los 90 que conforman los servicios mínimos. Hay tensión con unos jóvenes y casi cargan los caballos. La Policía les requisa unos clavos con los que pretendían pinchar las ruedas de los autobuses. En menos de una hora, ocho vehículos tienen que regresar a las cocheras con algún cristal roto. Así termina la madrugada del 29-M.
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