Todo lo que debes saber sobre 'Luzia', el espectáculo del Circo del Sol que vendrá a Sevilla en febrero
La agenda cultural de 2023
La compañía canadiense usa por primera vez el agua en el escenario
Recrea un México imaginario, lleno de escenas cargadas de realismo mágico
Estará instalado en el Charco de la Pava del 3 de febrero al 19 de marzo
El Circo del Sol amplía fechas en Sevilla
Un México reconocible, pero libre de tópicos. El desierto, la lluvia, la música, la fiesta y las flores. Acudir a Luzia, el nuevo espectáculo del Circo del Sol -que podrá contemplarse en Sevilla del 3 de febrero al 19 de marzo de 2023-, supone disfrutar de un viaje imaginario en el que acróbatas, bailarines, contorsionistas, malabaristas, cantantes y músicos son componentes principales de unas escenas cargadas de ese realismo mágico tan presente en el país americano.
Dos horas y veinte minutos que funden los relojes. No hay tiempo de aburrirse. Ni de perder la emoción. Luzia, creada y dirigida por Daniele Finzi Pasca, logra que el espectador no pestañee. Tiene, en grandes dosis, lo que se le pide a cualquier espectáculo de animación que se precie: mucho ritmo. Desde que aterriza el payaso protagonista que sirve de hilo conductor (un pito y un balón le bastan para atrapar la atención del público durante los cambios de escenario) hasta la fiesta que anticipa el final. Nada desmerece la atención.
Pero evitemos cualquier spoiler. Aunque por mucho que destripemos el espectáculo que ya se ha podido contemplar en Barcelona, Alicante y Madrid, nada será comparabale al disfrute en directo de una obra en la que participan 47 artistas de 26 nacionalidades. Un mundo entero en la gran ciudad, como así se le denomina a la carpa gigante que a finales del próximo enero se alzará en el Charco de la Pava, los terrenos en los que la compañía canadiense lleva montando el Circo del Sol desde que se pudo ver por primera vez en Sevilla. Las entradas siguen a la venta a través de la web www.cirquedusoleil.com.
Un viaje libre de tópicos
Luzia propone al espectador un trepidante viaje por un México imaginario, reconocible en sus escenas, que evitan caer en los tópicos con los que tantas veces se retrata aquel país, una seña de identidad de esta firma canadiense, que creó hace décadas un nuevo concepto de espectáculo circense. Todos los elementos que definen la cultura mexicana están presentes, pero tratados desde una visión distinta a la habitual. Al margen de la indiscutible proeza de los artistas participantes, se juega con cuatro elementos siempre presentes que se combinan a la perfección: la luz (que da nombre a la obra), la música, el baile y la gran novedad: el agua.
El líquido elemento se convierte en protagonista indiscutible del espectáculo. Nunca antes se había utilizado. Aparece desde las alturas y en el suelo. En forma de lluvia y piscina. A cuentagotas y creando unas imágenes que dejan la boca abierta. Esta aportación esconde una inmensa infraestructura que requiere de un complejo despliegue técnico (40 personas participan en este cometido), otra de las señas de identidad de la compañía canadiense.
10.000 litros de agua reciclada
El espectáculo que se podrá contemplar en Sevilla a partir de febrero requiere de 10.000 litros de agua. Eso sí, siempre reciclada. Se usa la misma. Para ello, junto a la gran carpa, hay instalado un enorme depósito. De allí, a través de unas conducciones, el agua llega a lo más alto de la carpa. El centro del escenario cuenta con 164 miniagujeros que absorben el agua, que pasa de nuevo al depósito. Otra reserva se queda en la piscina, que se emplea en una escena protagonizada por uno de los acróbatas y también para el contorsionista, cuya flexibilidad roza lo increíble.
El empleo del agua –cuya temperatura está a 30 grados para evitar que el frío contraiga los músculos de los artistas– condiciona los materiales y accesorios que salen a escena. Así, se utiliza una suela especial antirresbalante para los 150 pares de zapatos que aparecen. También los aros están forrados de un material distinto al habitual para que tenga mayor agarre al escenario una vez que está mojado.
Mil piezas de vestuario
Mención especial requiere el fascinante vestuario, formado por mil piezas, confeccionadas todas en Montreal (Canadá) por Giovanna Buzzi. En cada escena se emplean colores distintos. Muy llamativo resulta el que emula el plumaje de los colibríes, pájaro típico de México, con tonos cálidos. La estrella, en este sentido, es el vestido que utiliza la cantante en una de sus actuaciones. Pesa nueve kilos y su interior se asemeja a la instalación eléctrica de un árbol de Navidad, pues contiene una red de electrodos que permite abrir y cerrar las flores de tela que adornan la enorme falda acampanada.
Para preparar el vestuario, cuatro costureras viajan con la compañía, a las que se suman otras cuatro profesionales del corte y confección que se contratan en las ciudades donde se instalan. Su cometido es reparar y ajustar los conjuntos antes de cada actuación.
Creación de empleo local
El empleo que genera el Circo del Sol durante los meses que se mantienen sus espectáculos es otra de sus señas de identidad. En este grupo deben destacarse los diez ayudantes de cocina, las 100 personas que se encargan de acomodar al público y el otro centenar que participa en las labores de montaje y desmontaje. Para instalar esta amplia infraestructura se emplea una semana y para desmontarla, tres días. Se necesitan más de 80 camiones para el transporte. Pocas operaciones logísticas existen tan voluminosas en la cultura del ocio.
El maquillaje constituye otro de los aspectos esenciales en la puesta en escena. Es similar en todos ellos. Sólo cambian los colores. El único que no lo lleva es el payaso que sirve de hilo conductor, que aterriza en México y se ve envuelto en un país donde aún resuenan los ecos de la civilización azteca y maya. Cada artista se automaquilla, después de recibir las instrucciones necesarias en Montreal. Este aprendizaje llega a durar 12 horas al día. También aquí el material es especial, pues debe evitar derretirse con el sudor y el agua.
Los artistas se maquillan en los camerinos dispuestos en el amplio backstage de la carpa. El centro de este espacio lo ocupa un gran gimnasio con colchonetas y maquinaria para que los participantes se mantengan en forma física y también ensayen los ejercicios. Sólo hay dos cuya preparación requiere el uso del escenario: los saltos en aro a través de la cinta de correr y el número de los columpios (una de las escenas de mayor ritmo de Luzia). El equipo del Circo del Sol lo integran dos fisioterapeutas para tratar posibles lesiones.
Animales y revolución
Una preparación exhaustiva –con planning semanal incluido– que hace posible este viaje imaginario por un México retratado desde el realismo mágico del que están impregnadas las escenas. La mariposa monarca que inunda uno de los primeros números, cuyas alas se despliegan por todo el escenario, representa el espíritu indomable del país, mientras los colibríes simbolizan, en el imaginario azteca, la reencarnación de las almas.
Un guiño también a la historia revolucionaria de México, con la aparición de As de Oro, el caballo favorito de Emilio Zapata, y de Siete Leguas, el semental que montó el legendario Pancho Villa. No sin olvidar las criaturas híbridas –mitad hombre, mitad animal– que tanto potenciaron los pintores surrealistas.
Al hilo de la música
No se entendería Luzia sin la música. Aparece en momentos de emoción contenida, no como complemento a los números circenses, sino como protagonista principal. Un auténtico recital que incluye desde la cumbia, el sonido festivo de las bandas, las norteñas y el huapango. Desde melodías melancólicas a sones festivos que inundan una de las últimas escenas, con una composición coral de enorme belleza, atrapada en un ambiente humeante, que transporta al espectador al México retratado en las películas de hace varias décadas.
Pero, sin duda, si hay un elemento continuamente presente en este espectáculo es la naturaleza. En forma de desierto o de jardín tropical. Y con un componente que podría calificarse (perdonen la cursilería) de transversal: la lluvia. El agua que viene de las alturas dio nombre a los dioses mayas, que la invocaban a través de ellos. También protagonizó rituales aztecas. Tan presente está en la cultura mexicana que forma parte de la idiosincrasia de su gente, que la estiman como bien supremo. Un auténtico milagro llevado a escena, del que Sevilla disfrutará en febrero.
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