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Luis Andújar, delantero del Iliturgi

calle rioja

Debate. En plena Feria del Libro Antiguo, sus amigos homenajearon al librero del Jueves que mantuvo la tertulia literaria de El Desván, situada entre el Pozo Santo y la calle Feria

Luis Andújar, delantero del Iliturgi / Juan Carlos Muñoz
Francisco Correal

12 de diciembre 2016 - 08:35

Corrían los años setenta y, habiendo terminado las milicias, heredé de un familiar una biblioteca…". Parece el comienzo de una misteriosa novela. La primera de García Márquez o la última de Ruiz Zafón, por ejemplo. Pero son las palabras iniciales del prólogo de Luis Andújar al libro-homenaje que le han editado un grupo de amigos reunidos en torno al Club del Libro Puerta Carmona. Es de mala educación interrumpir al bueno de Luis Andújar. "…Había muchos libros que no me interesaban y me puse a venderlos en El Jueves. Busqué un almacén, lo encontré en la calle Leonor Dávalos, número 5; seguí buscando para instalar una pequeña librería y encontré un local en la calle Don Pedro Niño número 6. Aquello fue el germen de la librería El Desván. Año 1976. Don Pedro Niño número 3, le traspaso a Ángela Contreras una tienda de antigüedades. Desde entonces me hago cargo de El Desván, hasta 2001, en el cual doy por terminada mi actividad".

Agustín de la Llave, Daniel Cruz, Onofre Rojano y Rafael Raya Rasero formaron parte de la comisión pro homenaje a Luis Andújar que cristalizó en la edición de un entrañable opúsculo y un tributo en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla. Quince años después del cierre de la actividad en la librería El Desván, Luis Andújar, apellido de delantero centro del Iliturgi, sigue con su puesto de libros de viejo en El Jueves, en la plaza de Monte-Sión, junto a Casa Vizcaíno, donde se puede disfrutar de juegos capicúas con algún libro de Vizcaíno Casas.

Como en la Babel de Borges, el librero le pasa el testigo de la historia a una de las protagonistas. "Mi padre era dueño por aquel tiempo del local en Don Pedro Niño", cuenta en el libro Ángela Contreras. Luis Andújar era su vecino y se convirtió en arrendatario. Conservó para la librería el nombre de la tienda de antigüedades: El Desván. Ángela vino de Málaga a Sevilla y en el trueque de espacios el librero les dejó a ella y a su amiga María Eugenia que abrieran en el local de la librería una consulta de cartas de Tarot, primer consultorio de esa especialidad que hubo en Sevilla.

En su bello retrato del poeta y catedrático de Historia del Derecho Alberto García Ulecia, José León-Castro Alonso (Galería del Olvido, el pasado sábado 10 de diciembre, Diario de Sevilla) recordaba cuando lo acompañaba "a sus correrías flamencas que, bajo un formato de deliciosas tertulias, muy propias de aquella época, tenían lugar en la trastienda de la destartalada librería de nuestro común amigo Luis Andújar, El Desván de la calle Don Pedro Niño".

En la calle Leonor Dávalos que menciona el librero residió duante muchos años uno de los contertulios librescos, el novelista Juan Eslava Galán. Contaba su amigo Rafael de Cózar, que también frecuentó aquella sacristía de libros, que esa casa había sido en tiempos un lupanar que más de una vez visitó Queipo de Llano.

El Desván estaba en una calle que traza una diagonal perfecta entre Feria y el Pozo Santo, muy cerca de la casa donde estuvo la redacción de la revista Grecia, en la que dio sus primeros pasos como poeta Jorge Luis Borges con dibujos de su hermana Norah. En El Desván se reunían los componentes de Gallo de Vidrio y se dieron a conocer nuevas voces poéticas de siempre.

Fernando Rodríguez-Izquierdo, el ex jesuita que sabe japonés, glosa al librero con haikus llenos de Giralda y Giraldillo; Mena Cantero lo nombra "marqués de poetas viejos"; Javier de Haro evoca la presencia de Amalio García del Moral y de la escritora venezolana Lídice Pepper Rincón; Joaquín Márquez recupera , 40 años después, un poema de un temerario que se adelanta al estilo Fosbury desde la Giralda. "Rebotica rancia", llama a la librería Ramírez Lozano y "poetas arqueólogos" a sus bohemios beneficiarios. Rosa Díaz, casada con un poeta consorte que fue en su tiempo munícipe y ministro autonómico, hace nómina de la grey de escritores que disfrutaron El Desván, ganadores de nadales y planetas, luceros de la lírica como Salvago y Tortajada.

El Desván. Los que se van sí volverán, como vuelven esos cruceros que tanto le gustan al librero de Vizcaíno, que suena a tercera parte del Quijote con Lepanto a estribor.

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