La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Pertenezco a una de esas veteranas generaciones a las que nos han inculcado, como norma de educación básica, que había que controlar las emociones, sin que cupiera expresarlas públicamente y, en su caso, nunca de manera escandalosa. Lo que se podría resumir en que siempre hay que comportarse con entereza.
Ismael Yebra Sotillo, director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, ha cumplido con creces esta antigua norma de comportamiento, y puedo dar fe que ha muerto con entereza, siendo un paciente ejemplar durante toda su penosa enfermedad. Hay que destacar que por sus profundas convicciones religiosas gozaba del completo auxilio divino.
Conocí a Ismael hace muchos años, en su consulta médica: era un gran dermatólogo. Atendió, con mucho cariño, a mi hijo pequeño de una molesta mancha cutánea. Recuerdo que le advirtió de que la breve intervención que le iba a practicar le dolería, que podía quejarse, e incluso llorar pero que lo hiciera con mesura, sin llanto. Terminamos hablando de literatura, y salió a colación García Lorca con "El llanto por Ignacio Sánchez Mejías". El doctor Yebra era un gran humanista con una vasta cultura, en prosa y en verso.
Fue el principio de una enriquecedora relación amistosa en la que intercambiábamos nuestras lecturas. Las de Ismael muy heterogéneas: lo mismo estaba embebido con un texto sobre la Sevilla más íntima que con la dramática escritura de un autor ruso. Podía pasar de Cernuda a Chéjov sin titubear.
En 2017 le diagnosticaron un tumor maligno del que sobrevivió gracias a su vitalismo y a un duro tratamiento que, entre otras penalidades, lo mantuvo aislado del resto del mundo más de 30 días. Recuerdo que en abril de 2018 estaba todavía tan débil que no pudo asistir a la junta de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en la que salí elegido como académico de número. No obstante, me dijo por teléfono que quedaba pendiente el darnos un abrazo como compañeros en la propia Casa de los Pinelo. A las pocas semanas, ya recuperado, organizó una deliciosa cena en su casa hispalense de la calle Candilejo: disfrutamos con sus divertidas anécdotas costumbristas en las que intercalaba conventos con palacios, y su querido barrio de la Alfalfa con el pueblo de Umbrete, donde existe en su honor la Biblioteca Pública Municipal "Ismael Yebra Sotillo", sin olvidar la Sanabria de sus antepasados.
Ambos compartimos responsabilidades en la Junta de Gobierno de la Academia, bajo la dirección del añorado Rafael Valencia. En la renovación de cargos de 2019, Ismael Yebra salió elegido director y tuvo a bien llevarme como vicedirector. Desde entonces, durante estos dos años y medio, he tratado al doctor Yebra con muchísima frecuencia y me ratifico en lo que ya sabía y es público y notorio: una persona excepcional y generosa que destacaba en todos los ámbitos (familiar, profesional, académico, también de la de Medicina, y como cultivador de la amistad y de las Buenas Letras). Todo lo hacía con una sencilla y natural elegancia, con auténtico amor al prójimo de cualquier condición.
El año 2020 le tocó dictar la conferencia de apertura del curso de la Academia. Leyó como los ángeles un discurso sobre Medicina y Literatura que dejó boquiabiertos a todos los asistentes. El texto estaba repleto de erudición y sabiduría pero adobado con la amenidad precisa que solo saben dosificar los elegidos. En ese curso 2020/2021, con las limitaciones sanitarias por la pandemia, acudió a todas las reuniones académicas quincenales.
Durante el verano de 2021 empezó a verse de nuevo aquejado por el cáncer. El doctor Yebra, sin darle mayor relevancia, se centró en planificar el primer trimestre del curso 2021/2022. Y si damos un repaso a las actividades que organizó para este pasado otoño en la Academia, me atrevo a decir que Ismael lo bordó, en parte a costa de su salud. Se han presentado interesantes libros, uno de ellos por el director de la RAE, quien vino ex profeso. Se celebraron distintas jornadas y ciclos: "Sevilla, historia de su forma urbana"; "En torno a Madame Bovary"; "Dante Alighieri, 700 años después"; "800 años del nacimiento del rey Alfonso X" y "La incorporación de México a la Cultura Occidental". Y el gran director, enfermo, ya no pudo asistir a todos estos actos que se fueron desarrollando con su sentida ausencia.
La muerte de Ismael Yebra es una tragedia para la Academia y para la cultura hispalense. Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un sevillano tan cabal y con tanta entereza. Cabe recordar el principio de la elegía de Alberti a García Lorca: "No tuviste tu muerte, la que a ti te tocaba. Malamente, a sabiendas, equivocó el camino".
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