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Lisboa-Sevilla, el vuelo caliente de la cocaína

Las rutas del narcotráfico

Tres aprehensiones en los últimos meses confirman el rebrote del tráfico de estupefacientes desde Brasil al aeropuerto de San Pablo.

Lisboa-Sevilla, el vuelo caliente de la cocaína
Fernando Pérez Ávila

09 de febrero 2015 - 05:03

La detención de un ciudadano boliviano cargado con tres kilos de cocaína en el aeropuerto de San Pablo, el pasado lunes, ha vuelto a confirmar el vuelo Lisboa-Sevilla como una de las vías de entrada de cocaína más activas de España. Esta ruta caliente, como se conoce en el argot policial a los itinerarios utilizados por las mafias para enviar droga, no es nueva. Se lleva utilizando desde finales de la década pasada, si bien ha atravesado periodos de escasa actividad, en función de la presión policial y del número de aprehensiones de la Policía Nacional y la Guardia Civil en el aeropuerto de San Pablo. Tras un tiempo de inactividad, las Fuerzas de Seguridad han intervenido desde la primavera de 2014 tres envíos de cocaína en este mismo vuelo.

La Policía comenzó a detectar esta ruta calienteen 2008. A principios de ese año fue detectado el primer correo. Era una mujer de 37 años, de Madrid y sin antecedentes. Le habían prometido más de 3.000 euros a cambio de que introdujera en España casi nueve kilos de cocaína. Sólo tenía que volar desde Brasil hasta Lisboa y desde allí tomar el vuelo diario de la TAP a Sevilla. La organización se encargaba de los billetes y de prepararle las maletas. Ya en España, alguien contactaría con ella para informarle de dónde y a quién tenía que entregarle la droga.

La Policía Nacional la esperaba nada más bajar del avión y le encontró la cocaína en las maletas que le habían entregado en Brasil. La droga, de gran pureza, estaba oculta entre cuatro carpetas tipo portafolios e impregnada en un cartón que separaba un juego de sábanas nuevo.

Casi todos los primeros correos eran españoles. Así los traficantes levantaban menos sospechas. Elegían a personas sin antecedentes y necesitadas de dinero. El segundo en caer, por ejemplo, no tenía ni 20 euros para pagar un taxi que le llevara hasta la ciudad. Era un joven de 20 años natural de Granada y residente en Mallorca. Llevaba dos maletas en cuyo interior había tres cajas -dos en una maleta y una en otra-, en el interior de las cuales venían unas máquinas de hacer masa similares a las que usan panaderos y pizzeros. La cocaína estaba oculta en los cilindros de estas máquinas, encajada a presión. Se repetía la historia. Al chico le ofrecían unas vacaciones de quince días en Brasil con todos los gastos pagados y 3.000 euros por traer la droga, que tenía que entregar después en Alicante.

Entre enero y abril de 2008, fueron detenidasseis personas en el aeropuerto de San Pablo por transportar cocaína desde Brasil a Sevilla haciendo transbordo en Lisboa. En esos cuatro meses las Fuerzas de Seguridad intervinieron 45 kilos de droga. La aparición de esta ruta caliente respondía a la búsqueda de vías alternativas a los grandes aeropuertos por parte de los narcotraficantes. Terminales como las de Madrid y Barcelona están muy controladas y en ellas se intervinieron años atrás importantes cantidades de droga. Así, las mafias dejaron de enviar droga en el vuelo Bogotá-Madrid y comenzaron a utilizar como destino aeropuertos más pequeños y sometidos a menor vigilancia para traer la cocaína a España.

Lo mismo ocurrió con el país de origen. El redoble de la vigilancia de la Policía colombiana obligó a los traficantes a buscar otros puntos de partida de sus correos. Lo encontraron en Brasil, donde aprovechan un resquicio legal para entrar en la Unión Europea pasando menos controles que si lo hicieran a través de otros países. Brasil tiene un acuerdo especial con Portugal en materia de extranjería. Los controles en Lisboa para los vuelos procedentes de su antigua colonia son menos estrictos que en otros países europeos. De esta forma, los correos entran en el espacio Schengen y en teoría ya son libres para moverse por la Unión Europea. Los aeropuertos de origen no solían ser los de las principales ciudades del país y se escogían terminales como las de Fortaleza, Recife o Natal, menos vigiladas que las de Sao Paulo o Río de Janeiro.

Una vez en Lisboa, las mulas hacen transbordo para dirigirse a su destino final, que suele ser España. Optan por aeropuertos pequeños como el de Sevilla, que les ofrece además la oportunidad de contar con una conexión diaria con Lisboa. Pese a los primeros golpes policiales contra esta ruta, los envíos siguieron llegando y muchos correos fueron interceptados con regularidad. Entre febrero de 2008 y octubre de 2009, la Policía y la Guardia Civil detuvieron a 20 personas en el aeródromo sevillano por transportar droga desde Brasil vía Lisboa. La cantidad decomisada se elevó a los 65,6 kilos de cocaína y la vigilancia sobre el vuelo Lisboa-Sevilla se redobló enormemente.

Este blindaje frenó temporalmente a las mafias, que espaciaron sus envíos hacia la capital andaluza en los años siguientes. También se reforzó el control en Brasil, donde algunos correos fueron detenidos antes de partir hacia España. Fue el caso de un joven de Torreblanca detenido junto a su novia -que quedó libre de culpa después- en el aeropuerto de Recife cargado con seis kilos de cocaína, en agosto de 2010. Al igual que en los casos anteriores, una organización de traficantes le pagó unas vacaciones de diez días en Pernambuco y 15.000 euros a cambio de traer la droga a España. El dinero pagado por las mafias iba subiendo en relación con la presión y los alijos de la Policía, pasando de 3.000 euros por traer nueve kilos en 2008 a 15.000 euros por transportar seis kilos en 2010. Pura ley de la oferta y la demanda. A más vigilancia, más dificultad para introducir la cocaína en España, y por tanto más dinero.

En los dos años siguientes apenas se intervino droga procedente de Lisboa en el aeropuerto de San Pablo. La ruta caliente se enfrió y dejó de ser una prioridad para las Fuerzas de Seguridad. Los traficantes la reactivaron en 2012, aunque introdujeron algunas modificaciones. Los correos utilizados ya no siempre eran jóvenes sin antecedentes y el dinero que percibían bajó. En Brasil también cambiaron algo las cosas, y las mulas empezaron a partir desde aeropuertos más grandes, como el de Sao Paulo.

En diciembre de 2012, la Policía volvió a intervenir cocaína en el vuelo Lisboa-Sevilla. Un hombre de 61 años, natural de Alcalá de Guadaíra, fue sorprendido en San Pablo con 11 kilos de cocaína de gran pureza ocultos en un amplificador de sonido de alta fidelidad. Los alijos, y presumiblemente los envíos, volvieron a pararse durante un año.

En 2014 llegaron más cambios: los paquetes eran más pequeños y se recurría por primera vez a extranjeros. En abril de ese año fue arrestado un paraguayo con 1,2 kilos de cocaína oculta en nueve chaquetones. En agosto la Guardia Civil detuvo a un colombiano con pasaporte español de 57 años que llevaba dos kilos en una maleta. El último caso fue el del boliviano del pasado lunes, que llevaba la droga repartida entre el chaquetón y una maleta. El hombre dijo que le ofrecieron 5.000 euros por traer la mercancía. Su destino final fue la cárcel.

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