Lirio: calle estrecha, ancha historia
Calle Rioja
Sevilla está llena de calles estrechas de anchas historias. Lirio es una de ellas. Muy estrecha, muy corta, con una sola placa llena de enjundia: "En esta casa vivió el Excmo. sr. D. Diego Martínez Barrio (Sevilla, 1883-París, 1962), presidente de la II República Española". El 1 de enero se cumplieron 50 años de su muerte en el exilio parisino.
Su vivienda es en la actualidad casa-estudio del arquitecto Miguel Ángel Callejas. Lirio une las calles Águilas y Conde de Ibarra, ésta a la altura del Palacio de los Marqueses de Marchelina que en la actualidad es una de las sedes de la Consejería de Cultura. En recompensa a sus servicios, Isabel II concedió en 1858 el título de marqués de Marchelina a Ignacio Romero y Cepeda, antepasado de los hermanos Ignacio, Diego y Pedro (Perico) Romero de Solís.
Este edificio alberga, según consta en su directorio, las dependencias del servicio de Propiedad Intelectual y del comité de empresa. Aunque las competencias del Libro y las Bibliotecas están en manos de Julio Neira, director general, todavía no cambiaron el epígrafe Directora General, pese a que Rafaela Valenzuela, su antecesora, se fue a Córdoba a la pugna de las municipales.
En Lirio se alquila un apartamento con un dormitorio y piscina. Se ve la copa de una palmera, la torre de San Ildefonso y una pérgola de arquitecto en una de las azoteas. Conde de Ibarra llega por un lado a la Candelaria, por el otro al convento de las Salesas, orden de la Visitación que fundó San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, que como Martínez Barrio tuvo su etapa parisina: coetáneo de Cervantes y Shakespeare, fue obispo de Ginebra y rechazó una oferta del rey de Francia para ser titular de la diócesis de París.
San Ildefonso y San Francisco de Sales son vecinos de demarcación y de calendario, santos de la última semana de enero. Lirio acaba en lo que fue una tienda de antigüedades y su continuación, si se cruza Águilas, sería la calle Rodríguez Marín. Este sevillano de Osuna, cervantino y presidente de la Academia de la Lengua, vivió en el número 1 de la calle que lleva su nombre. Una placa lo recuerda como autor de "muchos y peregrinos libros, todos españoles, no pocos muy sevillanos".
La plaza de San Ildefonso no es grande, pero da para una iglesia y un convento. El de las madres agustinas de San Leandro y sus incomparables yemas. Glosadas en la cita impresa en la pared de Luis Cernuda, doctor en calles estrechas (Acetres, Aire) y que como Martínez Barrio murió en el exilio (México, 1963). "Por la galería", escribe Cernuda en Ocnos, "tras llamar discretamente al torno del convento, sonaba una voz femenina, cascada como una esquila vieja. Deo Gratias, decía. A Dios sean dadas, respondíamos. Y las yemas de huevo hilado...".
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