Juan Pablo II en Sevilla
La ciudad conmemora la última gran visita de un jefe de Estado, la del Papa polaco que residió tres días en el Palacio Arzobispal
Una cita que convocó a 7.100 congresistas de 80 nacionalidades distintas durante una semana: del 6 al 13 de junio de 1993. Fueron los días en que Sevilla exhibió aires de Roma andaluza más que nunca con el lema Cristo, luz de los pueblos. Juan Pablo II aterrizó en Sevilla el 12 de junio de 1993 para la clausura del 45º Congreso Eucarístico Internacional. Se cumplen 25 años de la última gran visita de un jefe de Estado a la capital de Andalucía, organizada para difundir el peso de la Evangelización en el V Centenario del Descubrimiento de América. La Reina de Inglatrera había estado en Sevilla en 1988 y la visita del presidente Obama quedó suspendida a última hora en 2016. La llegada de Juan Pablo II sigue siendo el acontecimiento de mayor impacto tras la Exposición Universal de 1992, al margen de la celebración de la boda de la Infanta en 1995. La visita del Papa polaco fue un aldabonazo para la la ciudad en general y para la Iglesia de Sevilla en particular. Una cita que se preparó a conciencia desde que en noviembre de 1989 se conoció que Sevilla sería la sede del Congreso Eucarístico Internacional.
La Iglesia de Sevilla tuvo que ponerse al día tanto para estar a la altura de los fastos del 92 -la Santa Sede contó con pabellón propio en la Expo- como de la visita del Papa al año siguiente. El Ayuntamiento, presidido por el andalucista Alejandro Rojas-Marcos como alcalde, y la Archidiócesis, gobernada desde 1982 por el arzobispo Amigo, dieron la talla, pero no sin problemas, esfuerzos y tensiones. Rojas-Marcos se las vio en los meses previos con la diplomacia vaticana, que se negó a que el Santo Padre acudiera al Ayuntamiento a recibir las Llaves de la Ciudad, tal como habían hecho la inmensa mayoría de los jefes de Estado o de Gobierno durante los seis meses que duró la Expo. Así lo hicieron desde Miterrand a Fidel Castro. Todos pasaron por el Salón Colón. El nuncio de Su Santidad en España, monseñor Tagliaferri, presionó para que la Corporación Municipal se constituyera en el Palacio Arzobispal, residencia oficial del Papa durante su estancia en Sevilla. El alcalde se negó a hacer excepciones al considerar que Juan Pablo II recibía la distinción como jefe de Estado y no como un líder religioso. Hubo que buscar una solución de consenso para evitar cualquier enfriamiento no deseado. La entrega de las Llaves de la Ciudad se celebró finalmente a los pies de la Giralda, en la vía pública, minutos después de la llegada de Juan Pablo II en el papamóvil procedente del aeropuerto y antes de que subiera al balcón de la Giralda a rezar el Ángelus y dirigir el célebre mensaje a los congregados: "¡Sevillanos, sois fuertes en la fe!".
Aquellos días se exhibió "la Iglesia viva de Sevilla, se vio el verdadero potencial de una diócesis como Sevilla", según explica Jesús Pérez Saturnino, secretario ejecutivo del comité organizador del congreso y estrecho colaborador de monseñor Amigo. El de Sevilla fue quizás uno de los últimos grandes congresos eucarísticos, no porque hayan dejado de celebrarse, sino porque ya no son clausurados por el Papa. Ni siquiera son presididos por un cardenal. El último con gran boato se celebró en Roma en 2000. Con posterioridad han adquirido mayor importancia las Jornadas Mundiales de la Juventud y las de la Familia.
Juan Pablo II durmió tres noches en el Palacio Arzobispal de Sevilla, curiosamente en la cama que hoy usa monseñor Asenjo, arzobispo de Sevilla. El Santo Padre empleó la alcoba y el despacho del arzobispo, que esos días se mudó a otra zona del palacio. El Papa ya conocía el edificio porque en el 82, tras la ceremonia de beatificación de Sor Ángela, almorzó y descansó unos minutos en las conocidas como dependencias del Nuncio antes de abandonar la ciudad, pero nunca había pasado noche en la capital andaluza. El séquito del Papa se hospedó en 1993 en el Hotel Los Seises, propiedad de la Archidiócesis. En el contrato de cesión a una empresa para su explotación, la Archidiócesis hizo incluir una cláusula (ideada por los canónigos y secretarios generales adjuntos del comité organizador, Francisco Navarro y Manuel Benigno García Vázquez) por la que el establecimiento quedaba libre y a disposición del Arzobispado en caso de visita del Papa. Y así fue. En el hotel se preparaban los almuerzos y cenas del Papa y de sus acompañantes. De aquellos días quedó el recuerdo de un postre ideado por el equipo del cura Lezama conocido como "helado de crema vaticana".
El Papa usó el balcón principal del Palacio Arzobispal para dirigirse al pueblo de Sevilla, sobre todo a los jóvenes, hasta en dos ocasiones. Esa zona de la planta alta había sido remozada, precisamente, para acoger la oficina de trabajo de la organización del congreso. Los preparativos habían comenzado en 1989.
El congreso se financió con la ayuda de los bancos, las cuotas aportadas por los propios congresistas y los fondos que recibió la Archidiócesis de la exposición Magna Hispalensis (que formaba parte del Pabellón de Sevilla), en la que el Ayuntamiento cedió una parte de los ingresos al Cabildo Catedral.
La procesión del Jueves de Corpus formó parte ese año de los actos del congreso. A algunos participantes extranjeros les sorprendió -así lo dejaron por escrito- la participación de "estatuas" y que el pueblo permanecía en silencio: "No cantan". La Virgen de los Reyes salió en procesión extraordinaria a primera del hora del sábado en que llegaba el Papa a la ciudad.
los preparativos
El Congreso Eucarístico de Sevilla fue anunciado en ruedas de prensa que se celebraron en Roma, Nueva York, Barcelona, Madrid y Sevilla, protagonizadas todas por el arzobispo Amigo y por el secretario general del congreso, el sacerdote Miguel Oliver. La Santa Sede mandó una delegación a Sevilla a comienzos de 1993, encabezada por monseñor Piero Marini, para supervisar la organización tanto con las autoridades eclesiásticas como con las civiles. El delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Garrido, fue el interlocutor del Estado para los asuntos logísticos y de seguridad. Se crearon comisiones de trabajo para abordar muy distintas parcelas de la organización: liturgia, preparación pastoral, juventud, social, pastoral sanitaria, actos culturales, seguridad, voluntariado, recursos financieros, prensa, viajes y alojamientos, etcétera.
La estancia
El Papa llegó al aeropuerto de Sevilla en la mañana del 12 de junio, donde fue recibido por el Rey, el presidente del Gobierno, varios ministros y autoridades civiles, el arzobispo de Sevilla, miembros de la Conferencia Episcopal Española y el Legado Pontificio para el Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla, cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo (República Dominicana) y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano. Tras las palabras de saludo se dirigió, como se ha referido, al Palacio Arzobispal. Tras ser recibido por el Cabildo municipal y dirigirse a los sevillanos, presidió un acto de adoración eucarística en la Catedral, con baile de los seises incluido. Por la tarde, con fuerte calor, ordenó a 37 nuevos sacerdotes en el Pabellón de Deportes de San Pablo. Posteriormente tuvo un primer encuentro con los fieles, especialmente jóvenes, desde el balcón del Palacio Arzobispal.
El segundo día presidió la Statio Orbis, con una participación masiva de fieles. El Papa anunció la celebración del siguiente congreso en Wroclaw (Polonia).Al término de la ceremonia tuvo un encuentro con los delegados nacionales del 45 Congreso Eucarístico Internacional en el Patio de Naranjos de la Catedral.
Por la tarde inauguró la obra social del Congreso Eucarístico Internacional: la Residencia San Rafael de Dos Hermanas. El tercer y último día estuvo íntegramente dedicado a la diócesis de Huelva, que incluyó la célebre visita al Rocío: "¡Que todo el mundo sea rociero!". A su regreso a su residencia en el Palacio Arzobispal, los jóvenes esperaban de forma espontánea a Juan Pablo II en la Plaza Virgen de los Reyes. ElPapa salió al balcón a saludarles, pese al cansancio que le generó la jornada y los viajes en helicóptero de ida y vuelta a Huelva.
anécdotas y detalles
Un congreso de una semana con participantes de tantas partes diferentes del mundo generó muchas anécdotas . Varios seglares polacos quisieron acudir a un espectáculo de flamenco, una demanda que resolvió Antonio Távora, experto en organización de viajes y otro de los grandes colaboradores de monseñor Amigo. Todavía se recuerda que aquellos días se vistió de cura Francisco Navarro, el canónigo que solía de ir de traje y corbata, el inventor del modelo de visita turística de la Catedral que se mantiene en la actualidad y que permite la autofinanciación del templo. En la ceremonia del pabellón de deportes desaparecieron varios fajines de cardenales. Nunca se hallaron. Y aún hay quien recuerda las camisas de estilo hawaiano que lucieron algunos corpulentos obispo polacos.
Enrique Belloso, entonces un joven y entusiasta colaborador del comité organizador, se encargó de la atención del alto clero y de otros detalles. Francisco Navarro le encargó atender a los miembros de la Conferencia Episcopal, debía organizar la llegada y salida del aeropuerto del alto clero. Todavía recuerda cuando las habitaciones del Hotel Plaza de Armas, reservadas para varios cardenales, no estaban preparadas hasta las cuatro de la tarde. Improvisó una visita turística por la ciudad. "Lo más importante es que la gente se volcó. El día de la exposición eucarística en varios templos de la ciudad fue de los más emocionantes", evoca Belloso con orgullo y nostalgia.
Todos recuerdan que la Pura y Limpia del Postigo estuvo en el altar de la gran ceremonia en los campos de la Feria, la Statio Orbis. Pero lo hizo a ras de altar. Por la mañana había aparecido colocada con la corona, la ráfaga y el basamento, lo que provocaba que tapara la cruz de altar de la mesa de altar, que era un Cristo filipino, de marfil, procedente de la sacristía de la Parroquia de la Magdalena. Los liturgistas entendieron que la cruz debía tener el máximo impacto visual, la preferencia absoluta que merece en cualquier celebración eucarística. Por este motivo se le retiró el basamento a última hora. El Papa llegó y se arrodilló ante la Virgen antes de comenzar la ceremonia, lo que generó una de las grandes estampas no ya del día, sino de toda la visita del Papa a la ciudad. Juan Pablo II se sentó para esta gran ceremonia en la misma cátedra que en 1982. La misma también que usó el cardenal Amato, prefecto de la Congregación de los Santos, que beatificó a Madre María de la Purísima en septiembre de 2010 en el estadio de la Cartuja.
En el campo de la Feria hubo una silla vacía, por expresa disposición del sacerdote Francisco Navarro, en recuerdo de Madre Teresa de Calcuta, que no pudo participar en el congreso tal como estaba previsto. La Statio Orbis contó con dos sacristías: una para los sacerdotes y otras para los obispos y cardenales. Se entonó el himno del Congreso, con letra de José María Estudillo y música de Manuel Castillo.
Los voluntarios
Los voluntarios fueron fundamentales para la organización de todo el congreso. Se reclutaron más de cinco mil. Hubo jóvenes que se quedaron en la lista de espera, al igual que muchos adultos se ofrecieron para las adoraciones eucarísticas y ya no había más plazas. María del Carmen Rodríguez, activa colaboradora de la Diócesis que formó parte de la comisión de voluntariado, recuerda aquella experiencia con felicidad: "Fueron días de revulsivo. El congreso revolucionó la espiritualidad de las personas. Hubo tantas peticiones de colaboración que hubo que decir que no". El congreso incluyó la organización de un ágape fraterno en casas de congregaciones y particulares. Carmen Rodríguez recuerda que sobraron casas: "Nos llegó el ofrecimiento de demasiadas. Fu un éxito. La experiencia del ágape resultó preciosa e inolvidable".
José Márquez partició activamente como componente de la comisión de liturgia con el canónigo Herminio González Barrionuevo: "Fusionamos varios coros para la Statio Orbis. El de la Catedral, la coral de la Macarena, el coro del Mayor Dolor y el de Valverde. Todo requirió de un gran trabajo previo con doscientas voves, de varios ensayos conjuntos y salió muy bien".
25 años después quedan muchos recuerdos. La gran colecta que fue a parar a Proyecto Hombre, las casullas y los copones que se diseñaron especialmente para la Statio Orbis, las tarjetas de colores que daban acceso y organizaban la participación a los principales actos, etcétera. Por supuesto, los meses previos de preparativos con reuniones interminables en el Palacio Arzobispal que acababan al filo de las doce de la noche. Miguel Oliver, Antonio Hiraldo, Francisco Navarro, Manuel Benigno García Vázquez, Antonio Domínguez Valverde, Miguel Artillo... Una larga lista de sacerdotes que se implicaron desde que el Papa proclamó en en la clausura del 44 Congreso Eucarístico Internacional en Seúl que el siguiente congreso se celebraría en Sevilla: "Esta elección ha sido inspirada por la conmemoración del V Centenario de la Evangelización de América Latina que, de diversos modos, se celebrará en ese período".
Nunca más ha venido un Papa a Sevilla, la ciudad que vio por dos veces a Juan Pablo II recorriendo sus calles. Unos recorridos en papamóvil que siempre tendrán como banda sonora la música de las Sevillanas del Adiós, las de la célebre letra del compositor Manuel Garrido. Nunca más ha venido un jefe de Estado en visita oficial. Sevilla acogió un congreso de más de 7.000 participantes sin necesidad de usar los salones de Fibes. Todo se organizó en la Catedral.
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