Así es José Luis Sanz, nuevo alcalde de Sevilla
El perfil
Nadie le puede discutir su capacidad para aguantar: salió limpio de un delicado frente judicial y se sobrepuso al derrocamiento como candidato a presidente del PP andaluz
Sevilla/Un tipo con más capacidad de resistencia que un buzo, criado políticamente a la vera de Arenas y que un día de hace ya mucho tiempo decidió volar solo y demostrar que sabe sufrir. La promesa de construcción de un teleférico entre Tomares y la capital en 2010 fue clave para consolidar la Alcaldía del considerado como el Pozuelo de Alarcón sevillano. Un patinete ha sido finalmente el talismán para alcanzar nada menos que la Alcaldía de Sevilla tras dos sufridos años de carrera electoral. José Luis Sanz (Sevilla, 1968) sorteó en el tramo final de la campaña uno de estos vehículos entre quienes se hicieran seguidores de su cuenta de Tik Tok. Y ahí lo tienen, el patinete trajo la suerte para que el PP recupere el bastón de mando de la ciudad perdido dolorosamente en 2015. La combinación de la popularidad de Moreno en Andalucía y la perseverancia de Sanz han sido fundamentales para el vuelco en la capital de Andalucía.
En la serie ochentera Fama, con la que Oseluí creció como tantos de su quinta, la profesora de danza de la Escuela de Arte de Nueva York agitaba la vara de mando: “Para triunfar hay que sufrir”. Y todos los alumnos –estética de sudor, mallas ajustadas y calentadores en las piernas– atendían la arenga en silencio, hieráticos, en posición de disciplina marcial. Algo parecido hizo un día el padre natural del PP andaluz, Javier Arenas. Reunió a todos sus hijos políticos en los sótanos de la sede regional para comunicarles sus nuevos destinos, a modo de capitán general en la entrega de despachos a la nueva promoción: Tomares, Mairena del Aljarafe, Palomares, Guillena… Mandó a sus centuriones a las campañas municipales de la provincia con el objetivo de sumar losetas de poder municipal de cara a la carrera autonómica. Los muchachos de Arenas se iban al frente, como Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena.
Sanz era entonces el coordinador de la presidencia del PP andaluz. Era un chico de Arenas, que era el cargo que realmente importaba entonces. Y Arenas lo mandó a Tomares: “Para estar en este partido hay que aprender a sufrir, José Luis”. El padre del centro derecha andaluz lo clavó. ¡Anda que no ha sufrido José Luis desde entonces! Si casi lo dejan herniado para la política. Cuando recibió la encomienda de Tomares, no es que Sanz sonriera, porque es un tipo sacado de El nombre de la rosa –un monje no debe reírse– pero cumplió con disciplina un encargo que suponía un cambio de aires, no sólo porque iba a estar más fresquito gracias al microclima aljarafeño que tanto apreciaban los musulmanes, grandes buscadores de la sombra urbana hasta que Monteseirín se la cargó y Zoido fue incapaz de arreglar el desaguisado, sino porque salía así de la disciplina del maestro Arenas, cuya hiperactividad no da lugar a un respiro.
–Con Zoido al menos da tiempo a hacer vida familiar y se puede tomar uno una cerveza.
–Y hasta con tapa, Oseluí.
Pocos podían seguir en aquel tiempo el ritmo de Arenas, por aquellos años con continuos demarrajes que sólo aguantaba Antonio Sanz, hoy consejero de Presidencia.
José Luis Sanz se hizo con la Alcaldía de Tomares en 2007, que gobernó con una pequeña ayuda del PA. En 2010 anunció, efectivamente, la construcción de un teleférico para comunicar el municipio con la capital en los años del boom inmobiliario en que regía aquello de "tonto el que se no compre un adosado". Un arquitecto técnico y compañero de filas, Jaime Raynaud, dibujó el proyecto del funicular y fue el mejor reclamo que se pudo inventar con una Junta socialista que jamás le iba a hacer caso. Nada tenía que perder. Y sacó la mayoría absoluta que ya nunca perdería.
Nunca hubo un teleférico, pero la Real Academia de la Lengua Española siempre agradecerá a Sanz su intención de adecuar la realidad al uso del lenguaje. Hay tanto cursi aljarafeño que dice lo de subir y bajar a Sevilla, que Sanz se empeñó en que fuera verdad a base de montar a los vecinos en cabinas de verdadera subida y bajada: los tomareños bajaban directamente a la zona nacional de Los Remedios y los sevillanos subían hasta Casa Esteban a jamar los célebres huevos fritos con patatas.
Este político de apariencia amodorrada es un sevillano de ruan que sólo se ríe en la distancia corta. Y lo hace hacia dentro. Por ejemplo, un día le contaron que Zoido le prometió a un vecino pasar una noche en el Palacio de las Marismillas de Doñana, donde pernoctan los jefes de Estado, para que conociera in situ este inmueble de Patrimonio del Estado. Cuando Sanz oyó el relato de semejante promesa, no pudo reprimirse: encogió los hombros, esbozó una sonrisa blindada a lo Gillete y emitió un sonido que era una suerte de carcajada difundida por un transistor con la batería baja. A lo perro Risitas, pero sin dolo.
Debe ser verdad que Sanz gana en la distancia corta, que es el elogio que se hace de los tímidos. El zoidismo emergente de 2012 lo convirtió en secretario general del PP andaluz. Cuando llegó al despacho regional no había banderas: ni española, ni andaluza. La señora de la limpieza le dijo que se las había llevado su antecesor, Antonio Sanz: “Don Antonio dijo que eran suyas, que se las llevaba para Cádiz”. Desde ese nuevo despacho trató de renovar el partido como si fuera un plato de la nueva cocina: Solomillo del PP andaluz a la reducción de Arenas. Y, claro, como diría Calvo Sotelo, esa receta equivalía a un metafísico imposible. El PP andaluz de entonces o era Arenas o sencillamente no era el PP andaluz. Y todavía, con la mayoría absoluta de Moreno, la influencia sociológica de Arenas es notoria por la sencilla razón de que casi todos se han criado bajo su auspicio.
Sanz sufrió el cornalón de un fiscal que diezmó sus aspiraciones a la presidencia regional del partido. Game over. Se acostó Papa en las vísperas del cónclave del PP andaluz, con sus amigos Juan Bueno y Eloy Carmona recogiendo avales para su causa, y se despertó cardenal, con los mismos Bueno y Carmona pasando los avales por la trituradora. La sotana blanca era para un malagueño llamado Moreno Bonilla. María Dolores de Cospedal, entonces secretaria general, apostó por Oseluí. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santa María, por Moreno. Ganó Moreno. “Juanma, tú lo has querido”, le dijo Rajoy al malagueño en el congreso de Sevilla.
Algún acto público se celebró aquellos meses de zozobra, aquellos días sin cargo regional y con el aliento de la justicia en la nuca, donde sus camaradas ya no se le acercaban como antaño. Hasta decían que una victoria electoral en Tomares no era una contienda que mereciera medallas, pues el municipio tiene la renta per cápita más alta del Aljarafe y ni siquiera tiene la población del distrito más pequeño de la capital. Pero era alcalde con mayoría absoluta. Y eso en el PP de Sevilla era y es de premio, de fin de semana en Zahara de los Atunes con todos los gastos pagados y derecho a almuerzo con Mayor Oreja. Tomares se convirtió en una especie de Covadonga para el centro derecha en los peores tiempos. Y su alcalde, en un Don Pelayo sin teleférico.
Quién se lo iba a decir a este José Luis que suena a aperitivo en la Plaza de Cuba. Enviado por su emperador a morir en el frente electoral de 2007, consiguió la victoria con la muleta andalucista tras los escándalos de la socialista Antonia Hierro, aquella que puso escolta de la Policía Local en la boda de su hija.
Tomares se convirtió en la aldea gala que resiste al invasor socialista y a las nuevas modas políticas. Sanz aguantó como nadie desde la tribuna los falsos reconocimientos a su persona el día del congreso regional que certificó su caída autonómica. Puso la cara de palo de siempre, el carro de la nieve por delante. El fin traumático de la aventura andaluza no le dejó tumbado. Luchó por ser senador y siempre, siempre, defendió el bastión de la Alcaldía de Tomares, su mejor plataforma. Consiguió mantenerse políticamente vivió pese al varapalo andaluz y pese al frente judicial.
No reside en Sevilla, pero está empadronado en la calle San Pablo. Es de dos cofradías señeras, La Candelaria y San Isidoro. Su abuelo, Afrodisio Sanz, fue hermano mayor de la cofradía de San Nicolás, donde el pasado Martes Santo vio la salida del cortejo junto a Feijóo y Moreno.
Ha alcanzado la Alcaldía sin los apoyos naturales que se le presumen a un candidato de la derecha sevillana. Logró que Moreno compareciera a su lado en muchos actos de la campaña, pese a que el presidente malagueño siempre recela, no sin razones, del PP hispalense. Sanz partía de los peores resultados del PP en la capital: ocho concejales. Se empeñó en tener dos años por delante como alcaldable. Consiguió ser nombrado candidato con esa antelación por el PP de Casado. Cayó Casado, pero Sanz se mantuvo y fue confirmado por el PP de Feijóo. Cuando se trata de resistir, Sanz no tiene rival.
No hay comentarios