Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
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EL año 1958 fue un gran año para el fútbol. El Betis volvía a Primera División después de una travesía del desierto de quince años y Brasil ganaba el Mundial de Suecia, el primero de los tres que ganó Pelé, el único que los cariocas conquistaron en Europa. Ambos acontecimientos están relacionados con la trayectoria vital y profesional de Isidro Sánchez García Figueras (1936-2013).
Nacido en Jerez en los últimos días del primer año de la guerra, en 1956 fichó por el Betis. Participó en el histórico ascenso y en la temporada 58-59 jugó 27 de los 30 partidos, incluido aquel histórico 2-4 del Sevilla-Betis en el debut oficial del nuevo estadio de Nervión. Años después, ya retirado del fútbol, para dejar bien explícita su pasión por este deporte, bautizó Maracaná el restaurante que abrió en la plaza del Museo. Un local que después acogió sucesivamente los bares El Museíto e Iscariote, que ahora está en plena reforma de temporada. Hay un pintor (de brocha gorda) en este bar del Museo. Se llama Marcelo, nació en 1952, es sevillano pero dice que perdió el acento "porque me he pasado media vida por el mundo trabajando con dominicanos, con colombianos". No le suena el nombre de Isidro. "No tengo ni idea de fútbol. Sólo he conocido a dos futbolistas, a Ramón, del Sevilla, porque vivía en Alcalá de Guadaíra, y a Paquirri, que jugó en el Betis y después en el Deportivo de la Coruña, y que ya retirado del fútbol trabajó conmigo en una empresa de pintores de la Cruzcampo".
El restaurante Maracaná estaba en un inmueble posteriormente rehabilitado por el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra para vivienda en una de sus plantas del pintor y cantante Benito Moreno, bético como los colores del primer equipo de Isidro. Después del restaurante, en un lateral del Museo de Bellas Artes, en Miguel de Carvajal esquina con la calle Bailén, el ex futbolista y ex cuñado de Lola Flores abrió un bar con pretensiones más modestas pero con la misma afición al buen gusto en la gastronomía y la atención a los clientes. Allí popularizó exquisitos pescados cocinados por él mismo y tapas como la lechuga a la cordobesa.
Cuando cerró, esta cotizada esquina del Museo fue una tienda de cerámica de la artesana Ana Delage. Su actual inquilino, el inglés Laurence Shand, conservó para su tienda de grabados y mapas antiguos el suelo y las estanterías de la ceramista, pero no quedan secuelas de los fogones donde bregaba Isidro. "En 1994, recién llegado a Sevilla, vine a tomar unas tapas al bar de Isidro", dice Laurence. Nació en Little Easton, a 40 kilómetros de Londres, en 1961, el mismo año que Isidro Sánchez puso fin a sus cinco años en el Betis para fichar por el Real Madrid. Un año después, disputó en Amsterdam la final de la Copa de Europa que su nuevo equipo perdió 5-3 contra el Benfica de Eusebio. Al equipo lisboeta lo terminaría entrenando Quique Sánchez Flores, el hijo de Isidro, miembro en aquel Betis de una generación de padres de futbolistas: León Lasa, Eusebio Ríos, aunque fue el suyo el que más lejos llegó en el campo y en los banquillos. El hermano de Quique también jugó al fútbol, pero en el Pegaso, equipo arlequinado como el Sabadell, donde su padre colgó las botas. Laurence era del Manchester United y del Ipswich Town, y su mujer sevillana lo hizo bético.
En aquella temporada 58-59 Isidro fue pareja en la media de Areta, Azpeitia, Bosch o Valderas, según las necesidades técnicas. También le acompañó en temporadas precedentes Espejín, un futbolista canario que llegó al Betis después de jugar en el Martos y el Algeciras. El fútbol es un tiovivo de memorias que la muerte de uno de sus protagonistas esparce en mil direcciones.
Como una premonición de su fichaje tres años después por el Real Madrid, en la quinta jornada de la temporada 58-59, el Betis perdió 2-3 frente al equipo de la capital. Los goles madridistas los anotaron Gento, DiStéfano e Isidro en propia puerta. Las crónicas de la época dejan claro que las estrellas de hoy antes además eran gladiadores: "... en el primer tiempo se lesionaron Del Sol y Kopa pero siguieron jugando hasta el final".
El juego que habría dado un restaurante Maracaná en puertas del Mundial de Brasil 2014. A Isidro le tomó el relevo en la zona Salva Anarte, que abrió su restaurante de comida mediterránea en la calle Pedro del Toro en 1983. Un ágrafo balompédico, un sabio de la vida que se fue unos meses antes que este compañero de confidencias culinarias.
Marcelo sigue pintando las paredes del Iscariote. Escucha música latina. "Yo soy más de bachata y vallenato que de sevillanas y flamenco". En la temporada 58-59 el Betis de Isidro le ganó 7-0 al Zaragoza, donde jugaba un Murillo con el mismo apellido del pintor que preside la plaza.
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