Las peores dos semanas de Inés Rosales que quedaron en un falso positivo de lactosa

La alerta "precipitada" que lanzó a las redes sociales la consejería de Sanidad de Valencia causó también un daño económico a la empresa sevillana, cuyas ventas cayeron un 9% en algunos establecimientos

Inés Rosales, presente en las ferias gastronómicas internacionales de Estados Unidos y Alemania

Juan Carlos Espinosa, director general de Inés Rosales, antes de la entrevista.
Juan Carlos Espinosa, director general de Inés Rosales, antes de la entrevista. / David Domínguez

La dirección de Inés Rosales, empresa sevillana con 115 años de historia y una plantilla media de 140 empleados (80% mujeres), relata el daño que, durante dos largas semanas, causó a la empresa la alerta sanitaria que lanzó a las redes sociales la consejería de Sanidad de Valencia, que finalmente resultó ser "un falso positivo".

El mayor agobio de esta alerta, hasta el análisis final que la descartó, fue lo rápido que se difundió. "Nosotros internamente estábamos muy tranquilos. Sabíamos que era imposible que tuviera un fondo de cierto. Pero al final las noticias aparecen, los titulares se leen, la gente se queda con parte de la información...", lamenta Juan Carlos Espinosa (Cádiz, 1964), director general de Inés Rosales, que lleva casi toda su vida profesional en la empresa, donde acumula 33 años de experiencia.

El daño también fue económico, ya que las ventas se redujeron. "Ha habido un retraimiento inicial sobre la compra del producto, si bien entendemos que es mínimo y que va a ser muy pasajero". Espinosa cifra en un 9% la caída de las ventas en algunos puntos. “La caída media de las ventas ha sido de un 9% en algunas cadenas y durante algunos días. Excepcionalmente en algunos clientes hemos llegado hasta el 18%. Es un período tan corto que casi no es analizable”, explica.

Reconoce que el peor sabor de boca fue ver la reacción de la consejería de Valencia, a quien señala porque "no ha habido un poco de sentido común, sobre todo tratándose de un valor tan mínimo y tan cerca de ese valor crítico tan bajo, que cuando menos debería haberles hecho dudar, contrastar y compartir", antes de lanzar la alerta a las redes "como si fuera verdaderamente un problema de salud".

Atribuye la precipitación con que Valencia lanzó la alerta "a un exceso de celo o a una práctica sin medida". Y niega por completo que tenga origen en un competidor malintencionado.

El director general de Inés Rosales elogia la actuación de la Junta de Andalucía en este caso. "Igual que en Valencia han sido un poco precipitados, en el caso de la consejería de Sanidad de la Junta de Andalucía nos han ayudado en todo momento y han entendido que no había un problema de fondo, como finalmente se ha demostrado".

Valencia hizo saltar la alerta

La alerta alimentaria referida a Inés Rosales saltó en Valencia el 30 de abril de 2024 por la tarde, tras una analítica de la Consejería valenciana de Sanidad, referente a un lote muy concreto de torta de aceite que supuestamente arrojó "la presencia de proteínas de la leche no incluidas en el etiquetado en tortas de aceite de oliva virgen extra", un valor de lactosa de 0,5, cuando el valor de confianza de Valencia es de 0,4.

El director general detalla que este valor de Valencia no se da en el resto del país. "Hay una falta de uniformidad en los criterios, procedimientos y protocolos de control y de verificación. En otras autonomías, por ejemplo en Andalucía o en el Centro Nacional de Alimentación, el laboratorio referente en España, el límite es 2,5 y por debajo de 2,5 se considera que no hay nada. El valor es lo suficientemente bajo como para dudar de que hay realmente un problema", expone.

La sorpresa de la empresa fue que la alerta se lanzara precipitadamente a las redes sociales sin hablar con la parte afectada. "Fue una sorpresa que, en lugar de buscar algún tipo de colaboración o de intentar investigar el caso, directamente lanzaron la alerta a nivel nacional. Entonces lo que se queda en los titulares y el consumidor es que Inés Rosales tiene lactosa".

A la dirección de la empresa no le cuadraba esta alerta porque Inés Rosales tiene "protocolos de seguridad alimentaria a nivel internacional, que son los que nos abren las puertas de los clientes internacionales, ya que sin eso no puedes exportar".

Con todo, la empresa inició el procedimiento contradictorio encargando analíticas alternativas de un paquete de la misma muestra que tenían en la Comunidad Valenciana, con el mismo kit de análisis y con las mismas restricciones. El resultado fue negativo y permitió a Inés Rosales pasar del convencimiento inicial a la seguridad de que no había tal alerta.

La Comunidad valenciana hizo un tercer análisis que también resultó negativo, con lo cual se demostró que el análisis inicial era "un falso positivo", aclara Espinosa, quien lamenta que la Consejería de Sanidad de Valencia no diera siquiera a la empresa la oportunidad de contrastar los análisis antes de lanzar la alerta.

El aprendizaje de lo sucedido

El maltrago que acabó en falso positivo le ha servido a Inés Rosales para ratificar que hace bien su trabajo. "Esta experiencia nos ha ayudado a reforzarnos. Estábamos perfectamente seguros de que no teníamos esa sustancia en el producto, pero es un sarampión que hemos tenido que pasar. Nos refuerza en nuestros valores, en cómo trabaja nuestro equipo, y en el sistema que tenemos, que es perfectamente garantía de producto sano saludable y con la calidad de siempre. Si algo nos mantiene vivos, después de 115 años, es que el producto es como siempre: usamos la misma calidad de materias primas y lo hacemos artesanalmente, como se ha hecho siempre, y mejoramos con el conocimiento y la profesionalidad de nuestro de nuestra gente. Esa es la garantía de nuestro futuro".

La empresa no cree que haya habido voluntad de hacerle daño. "No quiero pensar que nadie quiere hacer daño al producto ni a la marca, pero sí tenemos que pedir que en la Comunidad Valenciana tuvieran un poquito más de mesura. Porque, además, la situación te deja indefenso y no tienes la capacidad de reaccionar al mismo nivel que ellos. Tú tienes que demostrar que eres inocente".

Cifras de negocio

Han pasado 115 años desde que Inés Rosales Cabello empezó en 1910 en Castilla de la Cuesta en un horno de pan de forma artesanal. Desde la llegada de la familia propietaria actual Moreno Pedrosa, la compañía ha crecido en dimensiones y capacidades manteniendo los pilares de la eficiencia y seguridad alimentaria.

Inés Rosales factura actualmente 18 millones de euros anuales y exporta a 35 países. El 20% de la facturación procede de exportación, especialmente Estados Unidos (que se lleva el 70% de toda esa venta exterior). La expectativa es seguir creciendo en la gama de productos de torta de aceite y en la torta de polvorón y cortadillo "porque la propuesta de valor nuestra sigue siendo productos saludables, sin aditivos, artesano, con muchas historias personales y familiares alrededor del producto. La gente tiene emocionalmente ligado el producto a su vida".

Venden 12 millones de paquetes al año, que son 70 millones de tortas, todas hechas a mano.

La torta de aceite original supone el 65% de todas sus ventas y es el producto que más consumen los adultos. A los niños les pirra la torta de polvorón.

22 tortas por minuto

"Las manos de nuestras empleadas aportan valor a nuestro producto. Cada labradora (el nombre que reciben las mujeres que elaboran artesanalmente) hace 22 tortas por minuto".

Hacer tortas tan deprisa a mano es una habilidad que no abunda. "Cuesta mucho trabajo encontrar personas que lleguen a desarrollar esa habilidad. Invertimos un entrenamiento mínimo de seis meses para formar a una persona para que haga la torta como la tiene que hacer y al ritmo al que la tiene que hacer. Es cuestión de desarrollar la memoria muscular", cuenta Espinosa.

Nuevos productos

Inés Rosales busca innovar en los productos, en las variedades de estos y en la forma de presentarlos.

En lo que respecta a productos, han desarrollado la marca Crujío, de la familia de los cracker. Lo están lanzando en el mercado nacional, tras llevarlo a Estados Unidos. Son unos crackers para acompañar, para dipear, para tomar entre horas. Creen que puede tener muy buena aceptación.

En la torta de aceite avanzan en sabores que les demanda el público. Hay quien le gusta más con naranja, canela o limón. También han observado un aumenta de los momentos de consumo de la torta. Tradicionalmente fue para el desayuno, café o merienda, pero ahora lo puedes tomar como tapa basada en una torta de Inés Rosales en locales de restauración, o incluso como sabor de helado (en Rota, en la Fábrica de Oli).

Helado sabor torta de aceite Inés Rosales en una heladería de Rota.
Helado sabor torta de aceite Inés Rosales en una heladería de Rota. / La Fábrica de Oli

Sobre el empaquetado (packaging) avanzan en sostenibilidad. La empresa cuenta con una planta fotovoltaica que les da 600 megavatios al año, que equivale a un 40% de la energía que consume. Las emisiones que ahorran a la atmósfera en los 25 años de vida de esta instalación equivalen a 7.000 árboles plantados.

En reciclaje, están reduciendo la presencia de plástico y su grosor. La meta para 2024 es que todos sean reciclables. Y en la sustitución del plástico por papel cartón.

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