La Iglesia en Sevilla cuenta con una nueva virgen consagrada
La consagración de Elisa Heredia tuvo lugar este fin de semana en la Catedral
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La Catedral de Sevilla acogió el pasado sábado la consagración de Elisa Heredia como virgen seglar, una vocación desvinculada de una congregación religiosa en particular y cuya misión es servir precisamente a la pastoral diocesana y que depende directamente del obispo, según ha informado la Archidiócesis en su página web.
La eucaristía estuvo presidida por monseñor Rafael Zornoza, obispo de Cádiz, y fue concelebrada por el delegado episcopal para la Vida Consagrada, Jose Ángel Martín, y el consiliario diocesano de las Vírgenes Consagradas, Andrés Ybarra, así como por el párroco de Santa Marta, de Los Morales, Óscar Uwitonze, entre otros presbíteros. Asimismo, la protagonista estuvo acompañada por numerosos familiares, amigos y allegados.
En su homilía, monseñor Zornoza explicó que la ceremonia de la consagración de vírgenes es “el hecho más importante en la vida de Elisa después del bautismo”. Así, la consagración es “una profundización de la alianza bautismal que el Espíritu Santo pide a algunos bautizados a quienes llama a un amor esponsal, absoluto, irrevocable y definitivo con Jesucristo, viviendo la virginidad por el Reino de los cielos”.
Asimismo, el obispo felicitó a la Archidiócesis y, especialmente, a la comunidad de Los Molares, origen de la nueva virgen consagrada, por esta vocación. Y dirigiéndose directamente a ella, monseñor continuó su homilía: “Como a la esposa del Cantar de los Cantares, Él te ha pedido que le pongas como sello sobre tu corazón para amarle a Él en exclusiva, que grabes su nombre en tu brazo para que nunca olvides su elección de amor. Él te ha concedido el carisma de la virginidad, que es un don de Dios. Nadie puede aspirar a esta vocación si no la recibe de Él, pues supera las fuerzas del ser humano”.
“La virginidad -insistió- es, sin duda, un bien muy grande para toda la Iglesia. En las vírgenes consagradas, la Iglesia tiene uno de sus mejores tesoros, pues nos recuerda permanentemente a todos los fieles que nuestro Señor Jesucristo merece ser amado con el amor más grande, porque Él nos ha amado antes con ese mismo amor esponsal”.
Por otra parte, el obispo de Cádiz explicó el Orden de las Vírgenes: “Las vírgenes consagradas viven en medio del mundo. No son monjas, ni medio monjas. No pertenecen a ninguna familia religiosa, ni pierden su condición de laicas. Por ser personas seglares, no dejan su familia o su trabajo profesional. Consagradas al Señor, son una riqueza para la Iglesia, pues la edifican con su presencia, con su trabajo apostólico en la Diócesis o en la parroquia y, sobre todo, con su testimonio de amor a Cristo y a sus hermanos por amor a Él. Dios quiera que sean muchas las jóvenes que se sientan atraídas por su testimonio y sienta la llamada a consagrarse al Señor”.
Además, monseñor Zornoza presentó a la Virgen como “el mejor modelo” para la nueva virgen consagrada: “El sí de María es la medida de tu respuesta a Dios que te ha elegido para colaborar en su proyecto de salvación. La respuesta de María fue la fidelidad plena, la consagración del corazón, de la voluntad y de la mente y la obediencia de los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. María es el modelo de tu consagración”.
Finalmente, le pidió directamente que “Espíritu Santo encuentre siempre tu corazón dócil, como el de María, para que Dios pueda hacer a través tuyo su obra de salvación en favor de los hombres”; “Que este estado de vida te haga más disponible para la oración en favor de todos los hombres. Que vivas con humildad el don inmenso que has recibido. En la humildad está la clave de la fidelidad y la perseverancia”, añadía.
A la finalización de la eucaristía, Elisa Heredia agradeció a todas y cada una de las personas que le han acompañado y ayudado en estos años de discernimiento, su familia y amigos, su comunidad parroquial de Los Morales, su párroco, entre otros.
"Desde mi adolescencia he sentido la llamada del Señor a consagrarme a Él"
En una entrevista publicada por la Archidiócesis, la nueva virgen consagrada se refería así al nacimiento de su vocación:
"Desde mi adolescencia he sentido la llamada del Señor a consagrarme a Él, pero no sabía cómo, pues ninguna forma de vida consagrada ni carisma que conociese coincidía exactamente con aquello que yo vivía, sentía y deseaba realizar. Adorando al Señor, mi enamoramiento alcanzó el punto más alto de mis posibilidades humanas y el deseo de responder a su amor con el don total de mi ser se convirtió en una necesidad de mi alma. Fue entonces cuando decidí ir a hablar con mi pastor, el arzobispo de Sevilla, en ese entonces, monseñor Asenjo. En los libros sobre el Orden de las Vírgenes Consagradas que él me dio, encontré por fin mi vocación. La Iglesia confirmó mi carisma y me ha dado todo lo que necesitaba para poder reconocer y realizar en esta preciosa vocación mi verdad y mi propia identidad. He tenido el gran privilegio de haber sido acompañada durante estos años por sacerdotes maravillosos que me han estado apoyando y llevando de la mano en este camino hacia mi consagración".
Sobre lo que significa vivir esta vocación, esta era su respuesta: "La virginidad consagrada es un don que Dios me ha regalado, una llamada del Señor a ser totalmente suya para siempre y a la que yo, libremente y por amor, he respondido con un sí generoso en el que le he entregado mi vida entera. Vivir la esponsalidad con Cristo es sentirme una sola cosa con Él. Vivir en Él, por Él y para Él, totalmente poseída por su amor. Es comulgar con su corazón, asumiendo sus mismos sentimientos y compartiendo su estilo de vida, entregada completamente a su voluntad y con un celo incansable por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Es también sentirme imagen escatológica, anticipando la realidad de la comunión definitiva con Dios a la que toda la humanidad está llamada a vivir en la eternidad y testigo del amor más grande".
El obispo es el responsable de admitir a la aspirante
El Ordo Virginum es una vocación que nace en una diócesis, desvinculada de una congregación religiosa en particular y cuya misión es servir precisamente a la pastoral diocesana. Esta orden no cuenta con fundadoras o superioras entre sus consagradas, sino que depende directamente del diocesano del lugar. De este modo, corresponde al obispo admitir a la aspirante a su vocación y celebrar su consagración. Y una vez consagrada debe también velar por la atención pastoral de estas mujeres. Las vírgenes consagradas tampoco viven en comunidad, sino que pueden hacerlo solas, con sus familias o en otras condiciones favorables a su vocación. Sí se les pide vivir el consejo evangélico de la castidad que, si bien no es voto, la tradición siempre lo ha considerado muy próximo a él.
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