Historias de cal: de Vitruvio a los Gordillo

Oficios en peligro

Morón de la Frontera tiene la única fábrica artesanal de cal de Europa que ha sabido reinventar el producto y abrir nuevos mercados a base de I+D aplicado a una técnica ancestral con mucho futuro en esta era de lo sostenible

Galería gráfica: Así se fabrica de manera artesanal la cal

Trabajadores de Gordillos Cal de Morón colocan las piedras para levantar un horno.
Trabajadores de Gordillos Cal de Morón colocan las piedras para levantar un horno. / Juan Carlos Vázquez
María José Guzmán - Fotos: Juan Carlos Vázquez

25 de abril 2021 - 06:00

Al pie de la carretera que une Morón de la Frontera con Montellano, Isidoro Gordillo señala hacia arriba, a la trinchera de los caleros, yacimientos del que tradicionalmente han extraído la piedra caliza en la Sierra de Esparteros. "Podemos remontarnos mil años atrás, a la taifa de Morón, para encontrar referencias documentales, pero la verdad es que estos yacimientos ya existían en la época romana,y más atrás, y no se han agotado, de ahí para abajo puede haber 300 metros de roca caliza", explica con la autoridad de alguien que no sólo ha crecido en Caleras de la Sierra, sino que ha empleado los últimos años en investigar todo sobre la cal de Morón. Lo ha hecho desde el negocio de su familia, que se inició en 1846 y en el que representa a la quinta generación.

Su fábrica es la única de Europa que sigue elaborando hoy la cal de manera tradicional. Desde hace 21 años sólo trabajan artesanalmente los Gordillo. Los otros hornos que se ven encendidos son industriales y se instalan en una zona que suma 25, declarados Bien de Interés Cultural (BIC), sin contar con otros en Caleras del Prado. La familia Gordillo es la propietaria de seis, pero sólo tres están habilitados. "Un horno industrial saca 70 toneladas de cal en cuatro horas, lo que a mí me lleva 30 días y corriendo, pero alguna diferencia habrá", apunta.

Isidoro Gordillo, gerente de Gordillos Cal de Morón, la única empresa de Europa que sigue fabricando cal de manera artesanal.
Isidoro Gordillo, gerente de Gordillos Cal de Morón, la única empresa de Europa que sigue fabricando cal de manera artesanal. / Juan Carlos Vázquez

El empresario mira alrededor mientras empalma un cigarro tras otro e introduce a los reporteros en la historia de Morón y la cal, un prólogo necesario para entender su empeño por mantener viva una cultura, además de su negocio: "Este pueblo era una encrucijada perfecta para la producción de cal, en el entorno hay materia prima asegurada, yacimientos y leña de olivo, el combustible para encender el horno y que hace que la roca caliza absorba nanopartículas vegetales, que le aportan flexibilidad y elasticidad al producto final". Pero hay más: una buena comunicación, pues Morón se asienta en la colada de Montellano, próxima a la vereda real de Jerez, una vía pecuaria donde todavía hoy pasta el ganado entre piedras blancas. "Lo tenía todo y ahora..."

Sierra de Esparteros

Las canteras se encuentran en la Sierra de Esparteros, denominación que justifica el esparto que crece en la cresta de la sierra y que artesanos como Antonio Márquez, de 66 años, sigue trabajando para elaborar persianas que se cotizan a 60 euros el metro cuadrado. Otro oficio en extinción que puede observarse al lado de la fábrica de los Gordillo.

Antonio Márquez, espartero de Morón de la Frontera.
Antonio Márquez, espartero de Morón de la Frontera. / Juan Carlos Muñoz

Todo es la riqueza suficiente para garantizar la prosperidad en la comarca gracias a un oficio ancestral que ya se habría extinguido de no ser por el trabajo de los Gordillo y del que apenas hay nada escrito, dos libros editados por la familia. "No es que no queramos transmitir el conocimiento, es que este oficio es muy duro y a pocos les pica la cal como para ponerse a picar esos bolos", explica mientras varios trabajadores exhiben sus fuerzas partiendo piedras blancas. El hijo del gerente de Gordillos Cal de Morón, al igual que el hijo de algún trabajador, conoce el oficio pero están dedicados a otros menesteres de momento.

El de la cal es un paisaje humano, con rostros blancos y mucho sacrificio. Los caleros vivían en los mismos hornos, en lo que se denomina el pecho, una antesala donde se guardaban también los aperos. Y son los que atesoran la sabiduría de un oficio que ha sido reconocido por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad hace ahora diez años.

Siete vecinos que alzaron la voz ante la Unesco

La cal es una cultura y, con ese convencimiento, un grupo de siete vecinos de Morón de la Frontera se empeñaron en luchar para que así se reconociera en todo el mundo. En 2011 la producción artesanal de cal de este municipio fue reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y gran parte del mérito fue de ellos, que se encargaron de la burocracia y supieron despertar el entusiasmo y el dinamismo en torno a las caleras y a sus protagonistas, los caleros, que concurrieron al premio representados por la Asociación Cultural Hornos de la Cal de Morón, constituida en 2001. Para darle forma a todo este proyecto se constituyó un museo, que en realidad es un centro de interpretación, donde se recrean la casilla del calero y dos hornos musealizados, donde, además, se organizan numerosas actividades relacionadas con oficios en extinción. Una iniciativa muy valiosa que apenas cuenta con apoyo institucional pero que sigue adelante, a pesar de la pandemia. Está abierto a la visita previa cita. Más información en museocaldemoron.com

Manuel Gil, del Museo de la Cal, en el pecho de uno de los hornos musealizados.
Manuel Gil, del Museo de la Cal, en el pecho de uno de los hornos musealizados. / Juan Carlos Vázquez

El relevo generacional no está garantizado. Hubo un proyecto para crear incluso un máster en materiales con fondos europeos, pero finalmente resultó fallido y los únicos que por ahora han recibido formación por parte estos artesanos de Morón son los misioneros de San Pablo Apóstol, que viven y trabajan desde hace 30 años en el cuerno de África, en Turkana. Este pueblo asolado por las hambrunas y las sequías necesitaba construir presas que les garantizase el agua y, por tanto, la vida. Y acudieron a los caleros para aprender a edificar con cal y arena. Junto a la fábrica de los Gordillo, en los terrenos que hoy forman parte del Museo de la Cal, está el horno que se construyó para enseñar a los misioneros que, tras varios intentos fallidos, han conseguido reproducirlo en Kenia, dando un soplo de esperanza para una población multiplicada por diez.

La cal es fuente de riqueza y en Morón fue un medio de vida hasta los años 60, cuando la producción entró en declive por el auge de otros materiales de construcción como el cemento y las pinturas plásticas. "Los caleros empezaron a emigrar y el oficio se fue perdiendo", explica Isidoro Gordillo que sitúa otro duro golpe en 2008, con la crisis del ladrillo. Él había estado diez años fuera del negocio, trabajando como comercial en la industria cárnica, pero regresó a la empresa familiar que dirigían su padre y su tío con ganas de hacer cosas nuevas: "Apliqué el refrán de quien con veneno se cría, el veneno le da la vida".

Su incorporación a la empresa supuso una nueva etapa en la que empezó a investigar sobre las propiedades de la cal. "Yo me crezco con las adversidades. Si tienes una vaca y la vaca da leche pero la gente no quiere leche, no te vas a comer la vaca, haremos yogures y quesos".

Montaña de cal en polvo apagándose junto al horno.
Montaña de cal en polvo apagándose junto al horno. / Juan Carlos Vázquez

Y se reinventó. "Todos sabíamos que la cal es muy buena y la de aquí muy pura, pues tiene un 98% de carbonato cálcico, pero ¿cómo de buena?”"La solución la fue encontrando en los libros, remontándose al arquitecto romano Vitruvio, y los especialistas universitarios que fueron cofirmando sus apuntes. "Ahí nos fuimos creciendo, las universidades se fueron acercando, empezamos a trabajar con laboratorios, a obtener certificaciones...", explica el responsable de Gordillos Cal de Morón, una empresa que cuenta con una decena de sellos y acreditaciones que pocas de su tamaño tienen y que avalan la calidad de un producto que muchos asocian a la blancura de los pueblos andaluces, pero que es un material de construcción milenario que ha encontrado en la restauración del patrimonio un importantísimo nicho de mercado. De hecho, cuenta Gordillo, los yacimientos calizos de Morón eran explotados hasta el siglo XIX por los canteros y los caleros se quedaban con los residuos.

Detrás de estas certificaciones hay muchas horas de estudio y también mucho dinero invertido que han abierto la puerta de una pequeña empresa local a nuevos mercados. Hoy la cal de Morón está detrás de proyectos de rehabilitación como los de la Catedral de Sevilla, la iglesia de Santa Catalina, la fábrica de Artillería o la Casa Velázquez en Sevilla, el patio de los Leones de la Alhambra de Granada, la muralla de Soria y numerosos monumentos en Mérida, Toledo y también Madrid o el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela. "Estudiamos los materiales originales y los reproducimos con mucho acierto", explica Gordillo, que llevaba años dando vueltas al asunto indignado por técnicas que observaba en los monumentos.

Esta empresa ha desarrollado una línea de productos de última generación (desde cales hidráulicas a morteros de cal en polvo o en pasta, estucos, tadelakts o pinturas de cal con una carta de colores muy amplia) sin aditivos químicos con los que ha abierto nuevos mercados nacionales, para la restauración de monumentos, y también internacionales, pues el catálogo desarrollado tiene clientes no sólo en Europa, también en Asia y América, en países como Qatar, Panamá, Malta, Holanda, Bélgica, Italia y Portugal. "Combinando un producto tan noble como la cal con I+D se desarrollan morteros y armados con nanopartículas de grafeno que aumentan la plasticidad y resistencia de éstos y pinturas térmicas, que aumentan el aislamiento y evitan el vaho". Entre el surtido de productos hay incluso un pegamento de gran flexibilidad.

Cal en pasta obtenida mediante un proceso de inmersión. El agua de cal se bebía antiguamente al considerarse una fuente de calcio.
Cal en pasta obtenida mediante un proceso de inmersión. El agua de cal se bebía antiguamente al considerarse una fuente de calcio. / Juan Carlos Vázquez

Gordillo explica muy gráficamente propiedades de la cal como la transpirabilidad y hace un paralelismo entre el cuerpo humano y las construcciones: "El cuerpo tiene una estructura, unos huesos duros que en las construcciones son las piedras, el ladrillo o el tapial; después tienes una musculatura y unos tejidos que son los enfoscados; y luego una piel que son los revestimientos y la pintura. El cuerpo humano respira y la cal respira. Si te metes en una bañera tu cuerpo no se llena de agua, pero cuando tienes calor sale para fuera, lo mismo que pasa con la cal que impide que entre el agua pero deja salir el vapor". Esto explica que un muro revestido con pintura plástica no transpire, por lo que el agua se condensa en su interior y se bofa. "Los tratamientos antihumedad lo que hacen es ir tapando y provocando que ese agua intente salir y vaya subiendo, no solucionan el problema", explica el gerente de la empresa, que compara el mortero de cal con una amplia red capilar. Él mismo construyó su casa con cal, convirtiéndola en un laboratorio que demuestra que el material purifica el ambiente, absorbe C02 (0,25 kilos por metro cuadrado), transpira y evita humedades, aisla del frío y el calor y absorbe los olores.

El catálogo de productos desarrollados por la empresa a partir de la cal.
El catálogo de productos desarrollados por la empresa a partir de la cal. / Juan Carlos Vázquez

Echando la vista hacia lo que hacían los arquitectos de la Antigüedad, ha convertido la cal en un material con mucho futuro en una era donde se impone la sostenibilidad, crea ambientes sano. De hecho, con cal han intervenido en las obras de la planta de oncología del Hospital Infantil, un proyecto que también le ha servido para certificar el producto. Y la pandemia ha obligado a aparcar proyectos de edificios sostenibles hechos de cal y madera, pero no el interés de grandes empresas, que quieren comprar su material.

Las nuevas líneas de negocio han remontado la empresa, pero, por ahora, más que el beneficio económico, lo que más crece es el orgullo de estos caleros. Historias de cal muy viva, de supervivientes que recurren al pasado para generar futuro y progreso con una marca internacional: cal de Morón.

Cal en polvo.
Cal en polvo.

El proceso que se transmite de padres a hijos

El proceso comienza con la selección de la piedra en la cantera. Los Gordillo no la explotan directamente ahora, por cuestiones de rentabilidad, por lo que escogen las mejores vetas de una de las explotaciones industriales. Esta elección requiere de un conocimiento que los caleros han ido adquiriendo a lo largo de los años, sin manuales, con la experiencia transmitida de generación en generación. Primero se retiran las armaderas, que son las piedras grandes que sirven para ahornar y construir las bóvedas; luego los matacanes, que son las piedras con las que se calzarán las bóvedas; y, por último, los ripios, que son las más pequeñas que se pegan a las paredes del horno. Pura arquitectura que se mantiene en pie a pesar de estar durante dos semanas ardiendo a más de 1.000 grados. En la parte inferior del horno se abren tres vanos: la puerta del horno por la que se alimenta con leña de olivo; la puerta terriza a ras de tierra por donde respira y deja pasar al aire a su interior y por donde se extraen las cenizas; y el caballo, el conducto que va desde la boca al centro de la caldera para perimitr que el aire circule internamente.

Durante la cocción el horno se cubre con otro material: arcilla también caliza, un conglomerante esencial que sirve para ir haciendo composturas y evitar así que pierda temperatura. El horno va pidiendo leña durante días y obliga a una vigilancia y control continuo por parte del calero, que va rotando actualmente en turnos de ocho horas. "Antes, cuando cuando se concentraban una veintena de hornos encendidos, aquello era una feria", comenta Isidodo Gordillo. ¿Cómo está el bicho? Es la expresión habitual utilizada durante el proceso en el que el horno se transforma y toma vida. Espectaculares son las imágenes de los hornos encendidos.

Una vez que la cochura termina, los terrones de cal también se selecciona, a diferencia de en los procesos industriales, y se desechan los que no son puros. Con máquinas excavadoras se va extendiendo la cal del interior del pozo en el suelo para dejar que se enfríe. Y una vez fría se selecciona para su comercialización en forma de cal viva en terrón, cal apagada en polvo o cal en pasta, ésta última se consigue por inmersión.

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