Historia del ombú, el árbol de Sevilla vinculado a Colón
Especies singulares
Llegó hace 500 años al monasterio de la Cartuja de la mano de Hernando Colón
En 1992 estuvo a punto de morir por una restauración mal planteada que empeoró su estado
La historia del precioso ombú de Sevilla que el Ayuntamiento quiere incluir en el Catálogo de Especies Singulares junto a otro millar de árboles tiene ingredientes para una serie de Netflix.
Llegó hace 500 años a la Cartuja de Sevilla de la mano de la familia de Colón. El hijo del Almirante, Hernando Colón, que lo había plantado en su arboreto con semillas del continente americano, donó algunas semillas de ombú a los frailes del monasterio de la Cartuja cuando su padre falleció. Lo hizo porque Cristóbal Colón había pasado temporadas de su vida en este apacible cenobio preparando sus viajes a América. Así pues, el ombú de la Cartuja puede ser el primer ejemplar europeo de esta especie, señala Ricardo Librero, paisajista y miembro de Salva tus árboles Sevilla.
La parte dramática es que el árbol estuvo a punto de morir hace casi 30 años cuando se sometió a una restauración mal planteada por encargo de la administración andaluza. "Quien restauró en 1992 para la Junta los jardines de la Cartuja, territorio de la Junta, llenó todas las oquedades que sufría el ombú por exceso de humedad con una técnica en desuso: meterle espuma de poliuretano. No consultaron a nadie. Cuando los técnicos de la Expo vimos lo que se había hecho y que el árbol estaba a punto de morir, retiraron rápidamente la espuma de poliuretano", relata Librero, que trabajó como técnico en el Programa de Forestación y Jardinería de la isla de la Cartuja para la Expo92.
El experto explica que por su formación en cirugía arbórea en Barcelona sabían que esta espuma empeoraba el estado del árbol al absorber más agua que genera hongos porque el problema del ombú es que acumula mucha agua. "En cirugía arbórea cuando hay mucha humedad hay que meter cánulas en los lugares más adentro del árbol para que salga el agua. Si la herida está seca el árbol cierra la herida. Pero si está húmeda, proliferan hongos, con lo que al final se hace es un chancro mayor", comenta.
La paradoja es que el tratamiento para mejorarlo aumentó aún más el problema que se quería corregir. "Afortunadamente dieron marcha atrás y terminaron quitando al árbol aquella masa pegajosa. Le hicieron más daño al árbol porque tuvieron que abrir más las oquedades para retirar el poliuretano, pero al final se consiguió salvar", cuenta Librero.
Desde 1992 no ha vuelto a tocarse el árbol, que tampoco admite bien la poda. "Cada poda que le hagas genera una oquedad muy grande porque es muy acuoso y muy difícil de contener", advierte Librero.
La prioridad debe ser protegerlos
Librero señala la importancia de que Sevilla disponga de un Catálogo de Especies Singulares para proteger bien estos árboles con vallas a su alrededor en las que se identifique el ejemplar, también en el caso del ombú. "El ombú tendrían que vallarlo para que nadie entre, como se hace en Inglaterra o en los parques públicos de Lisboa, y dejarle un perímetro de copa por fuera para que la gente lo admire sin tocarlo ni hacerse fotos subida al tronco. Un tacón ya daña el tronco porque es muy blando, no es madera leñosa".
Protegerlo con antelación a publicar el catálogo es clave. "Hacer un catálogo puede ser contraproducente sin realizar una serie de medidas de protección y de concienciación previas porque puedes señalizar aún más los lugares donde ir a hacerse una foto encima del árbol. Hay que procurar que sea al lado del árbol, no encima".
Protegerlos es alargar su vida. "Si no los señalizas y los proteges bien de la entrada de las personas, estos árboles pueden tener una vida muy limitada, cuando aún les quedarían 300 a 400 años con nosotros", explica Librero.
El plan municipal de ofrecer estos árboles singulares a la visita turística le parece bien al experto porque los árboles valiosos de las ciudades son parte del patrimonio de esta y en todas existe un catálogo de árboles singulares que en Sevilla hace muchos años que debería estar hecho. Recalca que ese catálogo es bueno "si sirve para que se le tenga mucho más respeto a esos árboles singulares desde los servicios de conservación de la ciudad".
En esta protección entrarían los ficus de los Jardines de Murillo, de la Plaza de San Pedro, la Plaza del Museo, de la Universidad, etc., que ya están sufriendo al estar contenidos por muretes. Cree que hay que incluir también los primeros eucaliptos del Parque de María Luisa, de los primeros que entraron en España por Santander procedentes de Australia, aunque sea una especie denostada por sus efectos en los acuíferos. Las casas reales y aristocráticas los compraron para tenerlos en sus jardines. Así como los primeros ginkgo biloba de Sevilla en el jardín inglés del Alcázar, que llevan en la ciudad más de 100 años.
El ombú es originario de las zonas sub-tropicales de América del Sur (Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina). En Uruguay está el bosque de ombúes más grande del mundo en la laguna de Castillos, a 50 kilómetros al noreste de la capital, y hay quien dice que todos los ombúes de Sevilla proceden de la bahía de Montevideo.
El ombú de Colón ya estaba plantado en su casa de Sevilla en 1529.
En opinión de los jardineros, es un árbol porque tiene un solo tronco dominante que termina formando una copa. "No es una hierba, es un árbol considerable. Solo hay que ver cómo han crecido en poco tiempo los que plantaron en la avenida que va al Hospital Virgen Macarena al lado del Parlamento", recalca. Con todo, aclara que el árbol funciona como un arbusto cuando se corta, ya que se le puede quedar una oquedad.
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