Hijos maltratadores en Sevilla: de clase media-alta y sobreprotegidos
Violencia filioparental
La violencia filioparental ha aumentado desde el confinamiento en los hogares sevillanos, un problema que cuenta con el respaldo de profesionales que ofrecen una respuesta integral
La crisis provocada por la pandemia ha dejado datos desoladores en todos los aspectos de la vida, pero en el ámbito familiar, más allá de lo económico, los problemas de convivencia se han agravado, especialmente en aquellos hogares con adolescentes y jóvenes con problemas de conducta. Los últimos datos constatados por la Asociación Albores reflejan que las denuncias por malos tratos de hijos a padres han aumentado a raíz de la pandemia en Sevilla, evidenciando la vulnerabilidad de las familias y la necesidad de recibir una respuesta integral que pueda paliarlo.
Lejos de criminalizar a estos jóvenes, Cosette Franco, pedagoga y antropóloga coordinadora de los proyectos socioeducativos de esta asociación, pone el foco en los progenitores y en el trabajo con ellos como solución a este problema: "Podemos afirmar que las familias que padecen violencia filioparental tienen un perfil socioeconómico medio-alto, donde al menos uno de los progenitores tiene estudios universitarios y en cuya familia prevalece un estilo educativo basado en la sobreprotección. Reconocemos que el grueso de trabajo en este tipo de problemática está centrado en acompañar a los padres y madres a retomar su rol parental de manera positiva y ordenada".
Cosette Franco es experta en violencia filioparental y profesora de la Universidad Pablo de Olavide. Cuando hace 20 años inició su trayectoria profesional en la intervención social lo hizo en el Polígono Sur, siempre con adolescentes y jóvenes. Allí comprobó que los problemas de familia "no son exclusivos de zonas con necesidades de inclusión", por lo que amplió su radio de acción y detectó que en barrios de nivel medio alto existe un elevado número de familias que sufren violencia de hijos a padres en el ámbito privado.
Según datos de Fiscalía General del Estado, durante el año 2020 se registraron 4.699 expedientes de jóvenes por agresiones en el ámbito familiar, algo menos que los 5.055 registrados en 2019. "Este leve descenso creemos que no es significativo puesto que los datos pueden estar alterados por la situación de la crisis sanitaria provocada por el covid-19; si bien, nos tememos que la gráfica hubiera seguido ascendente tal y como demuestran los datos de años anteriores: en 2018 se contabilizaron 4.833, frente a los 4.665 de 2017 y los 4.355 de 2016", detalla Franco.
Durante el confinamiento, esta situación de violencia filioparental se agravó en los hogares sevillanos, ya que "muchos de estos adolescentes y jóvenes que manifiestan problemas de conducta, vinculados a la falta de motivación, falta de referentes positivos o carencia de un proyecto de vida, compartían espacio con unos padres desorientados e impotentes, viendo cómo el confinamiento construía dentro de sus hogares un muro infranqueable -de distancia emocional- con sus propios hijos".
Perfil del hijo que ejerce la violencia filioparental y de los padres
Cada vez más los problemas de conducta se da en edades más tempranas. En el caso de la violencia filioparental, se está empezando a trabajar con niños a partir de los 11 años. Un dato alarmante donde, y aunque resulte paradójico, la falta de autoestima suele ser el desencadenante de este tipo de violencia.
El adolescente o joven que ejerce la violencia filioparental se presenta como un chico o una chica que muestra poco o ningún afecto por los miembros de su familia, que es propenso a la impulsividad y tiene tolerancia cero a la frustración y de excitación fácil y débil ante el abuso o consumo de sustancias tóxicas. "Pero, sin duda, la característica más significativa del joven rebelde es su falta de autoestima. Son jóvenes sumidos en el dolor, que lo están pasando mal y se ven arrastrados a una espiral de violencia. Encontramos numerosos caso familiares donde estas reacciones desmesuradas no son más que un intento de solicitar a sus padres que tomen las riendas de la situación y eduquen de manera ordenada", detalla la también creadora del Método Mentoris, un hermano mayor para estos casos.
Más allá de este estilo educativo indulgente de los progenitores, que conlleva la formación identitaria de jóvenes con falta de responsabilidad, sin empatía, caprichosos o inseguros, la realidad social que vivimos en la actualidad influye de manera notoria en estas actitudes. El desprecio a la educación y el menosprecio a la juventud desembocan en un discurso generalizado que hace mella en los adolescentes. "Educar no es fácil. Estamos viviendo una constante desvalorización de la educación en contra del auge y normalización de la violencia. Tampoco se puede obviar la concepción de la juventud como etapa de la vida vacía, que no tienen futuro y que, por supuesto, han sido los culpables de las nuevas olas de la pandemia por su irresponsabilidad".
Recursos para poner fin a la violencia filioparental
Dentro de la realidad de las familias que viven esta difícil situación, la indefensión ante el desconocimiento sobre cómo poner fin a ello es otro duro proceso por el que pasar. Aunque cada vez son más las familias que dan el paso de visibilizar su problema, las altas cifras de violencia filioparental y la complejidad de la misma hacen que los recursos sean escasos. Desde el punto de vista de la educación en familia se pueden prevenir ciertas conductas o mejorarlas con el control de las nuevas tecnologías en nuestros hijos, el acompañamiento en la gestión emocional o la ayuda en los procesos de toma de decisiones en el futuro formativo. Desde los recursos externos a los que acceder para la intervención, los equipos técnicos y profesionales cada vez están más especializados, pero, aún así, se necesita formación, recursos y herramientas que permitan ofrecer una atención integral y de calidad a las familias.
Desde la Asociación Ariadna plantean una de estas alternativas a través de la Orientación Sistémica, una propuesta de acompañamiento al establecimiento de proyectos de vida para las personas en general y, específicamente, para aquellas en situación de vulnerabilidad, centrándose en los sistemas familiares en los que nos desarrollamos. Para aplicar esta técnica es necesaria la formación de los profesionales en ella. Esta semana, en la UPO se trabajado en este asunto.
Isabel López es formadora y asesora en Orientación Sistémica en el ámbito personal, laboral, en organizaciones y empresa. Como miembro de la Asociación Ariadna, ha dirigido, junto a Cosette Franco, un Curso de Desarrollo Personal Avanzado sobre orientación sociolaboral, donde se ha tratado la importancia de conocer y gestionar las emociones y establecer un proyecto de vida. "La persona profesional, orientadora, que realiza su trabajo habiéndose fortalecido antes conociendo estas técnicas, realiza su acompañamiento con mayor consciencia de proceso, en el que no sólo aprende la persona orientada sino también la orientadora. Es un proceso que se retroalimenta, y esto es muy gratificante", explica.
Aun con el interés y formación de los profesionales, desde estas entidades reivindican un mayor respaldo desde la Administración: "La precariedad del sector social influye negativamente en el aporte de soluciones, así como la falta de compromiso para abordar los efectos sociales de la pandemia y otras crisis que afectan de manera crucial a la población más vulnerable, donde se encuentran precisamente toda la niñez y la juventud de muchas vidas presentes y futuras".
La Orientación Sistémica como proyecto de vida
La Universidad Pablo de Olavide acogió un Curso de Desarrollo Profesional Avanzado sobre la aplicación de la teoría y práctica de la sistémica aplicada a la orientación, no sólo laboral, sino en todo proceso de acompañamiento que implique una relación entre profesional y usuario.
En el curso, dirigido por Cosette Franco, socia fundadora del Método Mentoris y profesora del Departamento de Educación y Psicología Social de la Universidad Pablo de Olavide, e Isabel López Rodríguez, orientadora laboral con perspectiva sistémica, "trabajamos con la información de sus sistemas, les proponemos que veamos si hay desorden, qué lugar ocupan dentro de ellos, si están equilibrados en el dar y recibir, reforzamos la idea de pertenencia y la importancia de preservar el sentido del grupo al que pertenecen. Se trabaja la orientación como un proceso consciente, personal e inclusivo", explica Isabel López.
La Orientación Sistémica es una forma de mirar que implica cambios en nuestra manera de pensar y actuar. Por ejemplo, esto implica, en el caso del trabajo para la mejora de la empleabilidad, no sólo pararse a conocer las aptitudes de la persona y los condicionantes que le influyen, esta mirada supone conocer la actitud de la persona, detenerse también en sus creencias, prejuicios, lealtades y deslealtades, aspectos que proceden muchos de nuestro sistema familiar. Es emplear una mirada integrativa, una mirada externa e interna al mismo tiempo, con ello se encuentra una fuente continua de soluciones creativas.
"Cuando una persona reconoce sus valores, desde el reconocimiento a sus padres, a las personas que admira, da prioridad a sus sistema personal (él/ella misma) frente a otros en los que está inmerso, reconoce su vocación y su profesión de acuerdo a sus lealtades y deslealtades familiares, reconoce las frases sistémicas pronunciadas de pequeño y que le han marcado, descubre que con la honestidad, generosidad y equilibrio puede ampliar sus redes de contacto… Os aseguramos que la persona se siente fortalecida para incluirse en el mercado laboral, resolver conflictos en el puesto de trabajo, organizar mejor sus tareas, por ejemplo", expone Cosette Franco.
Por ello, los estudiantes y profesionales de las Ciencias Sociales que acudieron a este curso tuvieron la oportunidad de aprender que la orientación es un proceso que permite establecer objetivos, fomentar actitudes y desarrollar estrategias de intervención de cara a los procesos de desarrollo profesional y de la empleabilidad.
El manejo de las emociones o conocer nuestras debilidades también son claves para conseguir el equilibrio. "En la formación trabajamos técnicas de comunicación donde no dejamos atrás las emociones, no las ocultamos, y esto nos abre un mundo nuevo de oportunidades. Reconocer las emociones es importante para la compasión y la acción. Otro concepto que trabajamos es el de incertidumbre, invitamos a transitarla para aprender. Es un elemento en la vida fruto de los cambios que se están produciendo, la vemos como caminos abiertos también a las oportunidades", concluyen.
Acompañamiento a alumnos expulsados del instituto y sus familias
Desde la Asociación Albores se ha estrenado este curso un nuevo proyecto con el fin de prevenir la violencia. Proyecto ALA se ha puesto en marcha en colaboración con el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra en tres institutos de la zona. En este caso, se ofrece un acompañamiento al alumno que es expulsado y a su familia, constituyendo una alternativa a estas consecuencias sancionadoras construida a partir del trabajo conjunto con los equipos docentes.
"El centro educativo es una oportunidad, es la segunda casa de adolescentes y jóvenes, y como tal debe estar dotada de recursos, herramientas y estrategias. Pero la realidad es que encontramos a unos equipos docentes implicados pero donde la sobrecarga de tareas y las nuevas exigencias educativas hacen de la labor docente una auténtica carrera de obstáculos. Es por ello que el Proyecto ALA ofrece un servicio a los equipos educativos como herramienta operativa para conectar con el alumnado", expresan desde Albores.
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