Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
Pregón
Lo mejor de Henares, o quizás lo más llamativo, no fue cuando habló de cofradías, sino cuando abordó por derecho temas de actualidad. Semejante afirmación entraría en contradicción con quienes -guardianes de la ortodoxia o críticos con el sistema cofradiero- consideran que el Pregón está para hablar exclusivamente de cofradías. ¿Se extralimitó reiteradamente el pregonero? Está claro que este abogado laboralista se saltó a la piola cualquier cautela. ¿Le faltó tratar algún tema de los habituales de primeras páginas de los periódicos nacionales en su larguísima intervención? El pregonero abordó temas de la actualidad más acerada, como la crisis económica, la retirada de los crucifijos, la enseñanza de la religión en los colegios, la ley de memoria histórica, los matrimonios entre homosexuales y la eutanasia. Y también de la actualidad local, como las obras en la Plaza de la Encarnación, que calificó en presencia del alcalde como de "atentado urbanístico", rematando la crítica con una coletilla en alusión a la demora en concluir los trabajos.
Henares, que ha sido discreto desde la noche de su designación hasta el Domingo de Pasión, se ha acabado metiendo en todos los charcos. Para muchos su intervención ha sido una sorpresa, pues quizás esperaban el típico Pregón del sota, caballo y rey en su versión del culto, formación y caridad. Tópicos y ripios los hubo. Cualquiera pudo darse cuenta. Tantos como muchos aplausos y hasta risas con la narración de una serie de anécdotas que ayudaron a los asistentes a sobrellevar la audición de un pregón que se hizo largo. El acto comenzó a las doce del mediodía y acabó acercándose peligrosamente a las tres de la tarde, poniendo en jaque por momentos la emisión de los informativos de radio de las emisoras que transmitían el acto. Gracias a determinadas anécdotas y vivencias, Henares consiguió en cierta manera ir de menos a más. Hasta incluyó en el tramo final una letanía de tabernas y tertulias populares, tan importantes para las cofradías a la hora de la verdad como la cera, la orfebrería o los claveles.
El pregonero se erigió en portavoz de muchos sevillanos para despedir al cardenal, sabedor de que el de ayer fue el último Pregón bajo la presidencia del purpurado de Medina de Ríoseco. La alabanza a monseñor Amigo fue extensa y generosamente ovacionada. Henares le pidió que se quedara a vivir en Sevilla, que no se fuera al convento gallego. Acto seguido, aprovechó la presencia del arzobispo coadjutor, Juan José Asenjo, situado en la primera fila del patio de butacas del teatro, para darle un tirón de orejas. Le recordó el momento en el que un macareno le ofreció una estampa de la Virgen de la Esperanza el día de su toma de posesión en la Catedral y, al parecer, el nuevo prelado instó a su secretario personal a que recogiera el obsequio. Henares le explicó la necesidad de comprender a las hermandades de Sevilla y le reprochó aquella actitud con unas palabras que debieron sorprender al propio Asenjo: "La Virgen de la Esperanza no sabe de secretarios".
El pregonero hizo gala continuamente de su condición de costalero. Hasta sustituyó el vaso de cristal para el agua por un jarrillo de lata, del que bebió en innumerables ocasiones. Presumió del orgullo de tener un hijo costalero. Citó a muchos de los viejos cargadores del muelle y a históricos capataces, a los que conoció y trató durante muchos años. Reclamó, hilando con otro tema de actualidad, que las cuadrillas de hermanos costaleros no actúen como grupos de presión. Se mostró en contra de la erección de un monumento al costalero en la ciudad. "El costalero no necesita ningún monumento. Es esencia de la Semana Santa de Sevilla en esa humildad e íntimo orgullo del que hemos hablado. Cada día de la Semana Santa el costalero es un monumento; pero un monumento con vida, con arte, con sangre, con gracia. Para qué hacerle un bronce inmóvil y que por inmóvil no dice nada. Monumento vivo todos los días".
A los actuales hermanos costaleros les mando un mensaje no exento de crítica: "Cuánto hay que aprender de aquellos viejos asalariados que fueron más decentes, más puros y más fieles a lo que tanto queremos. Menos exhibicionismo, menos protagonismo y más verdad y más hombría; ten la clara conciencia de que el único protagonismo es el de Cristo y su Madre, que para eso somos las alpargatas de Dios y sandalias de esa Madre. Fidelidad y respeto al capataz. Humanidad con los compañeros, ayuda mutua en las trabajaderas y fuera de las trabajaderas. No traicionar un trabajo tan importante que nos iguala a todos sin clases, sin títulos y hasta sin apellidos".
Y homenajeó a capataces como José Ariza, los hermanos Rechi, El Penitente o Manuel Bejarano: "Gente dura, gente valiente, gente con personalidad. Desde aquí mi homenaje a aquellas viejas generaciones comprometidas hasta el tuétano con la Semana Santa de Sevilla a la que siempre resultaban fieles hasta en su último esfuerzo, porque entendían su trabajo como un servicio a la propia ciudad. Todavía recuerdo el ejemplo del viejo Villanueva que, enfermo durante toda la Semana Santa, no quiso abandonar este mundo hasta que sus hijos y nietos no terminaran la última desarmá. Buena casta de hombres cabales".
La polémica retirada de los crucifijos centró uno de los capítulos del Pregón con aguijón incluido a las autoridades políticas: "Lo que realmente me resulta inaceptable es que se pretenda justificar la retirada de los crucifijos en razón a no herir otras sensibilidades. ¿No hiere a quienes organizan y mandan nuestra sociedad, con independencia de su ideología, el no retirar a los crucificados diarios de nuestra sociedad?: miseria, hambre, aborto, millones de parados, personas sin techo, víctimas de la crisis que sufren el dolor de perder sus propias viviendas, víctimas de la droga, madres agredidas y abandonadas, pobres vergonzantes de los nuevos malos tiempos... De todos esos crucificados diarios se ocupa la Iglesia en gran medida, esa misma Iglesia a la que se le afecta queriendo cruz".
Los nazarenos de la Borriquita inspiraron el texto dedicado al polémico proyecto de ley del aborto: "Será el infantil nazareno que llegó a la vida porque nació en una familia normal o porque su madre abandonada y valiente, sin ninguna ayuda oficial, que son más fáciles y menos costosas las leyes abortistas que se predican como libertad para la concepción y para la destrucción de un ser que ya concebido tiene vida, quiso que llegara a ser y fuera niño nazareno de la Borriquita. ¡Ole las mujeres valientes!"
El Pregón incluyó una dura denuncia de lo que Henares considera que es el "resquebrajamiento" de los cimientos del "edificio social". Puso varios ejemplos de su tesis: "Se ha llamado matrimonio a lo que natural y jurídicamente nunca lo será, y sin perjuicio de la necesaria regulación legal de tales situaciones en aras de la igualdad. Por esa vía se han sacralizado adopciones sin sentido, sin perjuicio de la buena fe de los adoptantes. Por esa vía el matrimonio se deshace sin tiempo de reflexión. Por esa vía el aborto se facilita como una costumbre social. Por esa vía se maneja a los emigrantes como una simple mercancía para la ganancia política. Por esa vía se hurta a los padres la educación social primaria de los hijos. Por esa vía se habla hipócritamente de la ansiada y verdadera paz".
Entrado el siglo XXI con todas sus modernidades, el pregonero introdujo una reflexión. Se preguntó por el sentido de una cofradía en la calle en la sociedad actual: "Ciertamente cuando la llegada del hombre a la Luna ya es un capítulo antiguo de nuestra historia, cuando hablamos de aviones espías sin pilotos, de bombas inteligentes, de comunicación sin cables, de ordenadores que se vuelven obsoletos en sólo meses, de internet, de correo electrónico, de videoconferencias y de no sé cuántas cosas más, nos podríamos engañar para concluir que efectivamente la Cofradía es un anacronismo [...] Pero seguimos necesitando, lo llamen como lo llamen, de un Dios, ese que nosotros a través de su Hijo Unigénito ponemos en la calle".
Henares ejerció de descendiente de saga torera por su apellido materno, Ortega. Recordó a su abuelo El Almendro, "torero de profesión y cantaor por afición", que una Madrugada le cantó una saeta a la Macarena por Correduría: "Quisieron subirte al cielo/ para conocer tu cara/y Tú te pusiste un velo /pues siendo la noche clara /eclipsabas los luceros".
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