Helicópteros: La era de los narcovuelos
El accidente de Pedrera es un indicio de que se ha reactivado la vía aérea para introducir hachís
Desde hace más de dos años no había constancia de esta actividad en Sevilla
El accidente del pasado lunes en Pedrera ha vuelto a llamar la atención sobre la entrada de droga por vía aérea, una práctica que había quedado solapada en los últimos años por el auge de las narcolanchas en el Estrecho de Gibraltar y en el río Guadalquivir. El helicóptero siniestrado a primera hora de la mañana en un olivar de la Sierra Sur de Sevilla no tenía plan de vuelo ni matrícula y volaba a muy baja altura. Lo hacía en una zona en la que no hay helipuertos ni pistas de aterrizaje cercanas. La aeronave chocó contra una encina y cayó al suelo. No había problemas de visibilidad, pues había amanecido un rato antes del accidente, que se produjo sobre las ocho menos cuarto de la mañana.
Desde el primer momento la Guardia Civil manejó la opción de que el aparato estaba siendo utilizado por narcotraficantes. Que no se hallara droga en el mismo no significa que no la hubiera descargado ya y estuviera volviendo hacia su base, o que pudiera estar haciendo un vuelo de reconocimiento o de prueba para realizar después otro cargado de fardos. Que lo hiciera en la Sierra Sur puede suponer que estaban buscando una zona más alejada de las tradicionales que se utilizan como guarderías o almacenes de la droga y despistar así a las Fuerzas de Seguridad, que siempre han sido las cercanías de Sevilla capital, Dos Hermanas y el Bajo Guadalquivir.
Los dos muertos en el accidente de Pedrera son un ciudadano colombiano y un español vecino precisamente de Dos Hermanas. Las mafias suelen recurrir a ex militares de países de Iberoamérica, y también de Europa del Este, para este tipo de vuelos. De hecho, uno de los pilotos más experimentados en estos narcovuelos era de origen colombiano y residía en Bormujos. Santiago F. R., ex piloto de las Fuerzas Aéreas colombianas, se estrelló con un helicóptero a finales de 2007 en una finca de Villablanca (Huelva).
Cuatro años antes de eso, había protagonizado una espectacular persecución aérea con el helicóptero de la Guardia Civil desde Algeciras hasta un prado de Pilas en el que consiguió aterrizar. El piloto logró huir a través de unas casas cercanas, pero no tuvo más remedio que abandonar el aparato con la carga que llevaba, unos 300 kilos de hachís. Sería detenido poco después, pero seguiría vinculado al narcotráfico hasta su muerte en accidente.
El helicóptero con el que protagonizó aquella legendaria persecución era un Robinson R-44, el mismo modelo que se estrelló el lunes en Pedrera. Son aparatos pequeños, capaces de volar a muy baja cota sin ser vistos desde lejos, idóneos para vuelos en los que hay que pasar desapercibidos, que se hacen de noche o a primera hora de la mañana. Esto tiene un inconveniente, claro, que en este tipo de aeronaves caben como mucho (contando que el piloto haga el viaje solo) 400 kilos, mientras que una narcolancha entran hasta diez veces más. Así que hay que dar más viajes, con el consiguiente riesgo, cada vez que se quiera introducir en España un gran alijo de droga. Y los pilotos cobran más que los de las planeadoras. Eso sí, hace falta menos personal para recoger la mercancía y se hace todo mucho más rápido, no hay que estar pendientes del estado de la mar para zarpar.
Puede que la situación actual, con la frontera de Marruecos cerrada y una mayor dificultad de movimientos para sacar la droga del país, haya precipitado que las mafias vuelvan a recurrir a los helicópteros para traer el hachís desde el norte de África. En Sevilla, no había constancia de que se estuvieran realizando narcovuelos desde hace dos años y medio. En febrero de 2018, la Guardia Civil desmanteló una organización especializada en este sistema para importar la droga. La investigación había arrancado un año antes, cuando se intervino un primer helicóptero en la sierra de Ronda. Pertenecía a una red dirigida por un ciudadano marroquí con residencia en Marbella. A partir de ahí, comenzó una operación que terminó con 18 detenidos. Los narcotraficantes estaban buscando una nueva aeronave para poder seguir operando tras perder el primer helicóptero. Lo compraron legalmente en Alemania y lo trajeron hasta España en un camión oculto.Una vez aquí, lo guardaron en una finca próxima al aeropuerto de Córdoba y después en una parcela de Osuna.
Dejaron pasar el verano y prepararon los vuelos para diciembre. A principios de ese mes, la Guardia Civil detuvo al piloto que habían fichado, un ex militar serbio de 60 años muy experimentado, capaz de volar a toda velocidad y a cotas muy bajas. Fue arrestado en una finca de Las Cabezas de San Juan cuando aterrizaba. Había salido de Osuna e ido a Marruecos a por el hachís. Dos personas lo esperaban para descargar una droga que ya no iba en el helicóptero. El aviador se dio cuenta de que había sido detectado y se deshizo de la carga arrojándola al mar. Había llegado pocos días antes a Sevilla, procedente de Suiza, donde tenía su residencia. La Guardia Civil informó entonces que un piloto experto como él podía llegar a cobrar hasta 100.000 euros por vuelo. Venía a España, pasaba unos días en un piso alquilado por la mafia que lo contrata, realizaba el vuelo y se volvía a casa.
Este aviador pilotaba un Bolkow 105, comprado en Alemania por medio millón de euros y modificado por unos mecánicos kosovares para que pudiera transportar una mayor carga. Hasta 900 kilos de hachís podían venir en estos vuelos. Es un aparato más grande que el Robinson R-44. El hecho de tener un tamaño mayor tiene la ventaja de que trae más carga, pero el inconveniente de que es más difícil de ocultar.
Antes de esta banda, el referente del tráfico de drogas por los aires en las provincias de Sevilla y Cádiz era José María Ramírez Mena, el Cabrero, utrerano afincado en Jerez, que en su día fue hombre de confianza del espía Francisco Paesa. Es el encargado de reclutar los pilotos, adquirir las aeronaves y buscar los lugares para ocultarlas. Cayó en dos operaciones de la Guardia Civil de Cádiz en los años 2011 y 2015. Una huella dactilar hallada en el helicóptero abandonado en Pilas en 2013 lo vinculó también con aquel alijo frustrado de 300 kilos de hachís. Por aquel episodio aceptó una pena de tres años de cárcel.
Ha habido más operaciones policiales contra el tráfico de hachís en helicópteros. En Dos Hermanas, en el año 2013, también cayó una red que introducía droga en un Robinson R-44, que se localizó en el barrio de Las Portadas. Cuatro personas fueron detenidas en aquella investigación conjunta de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Para despistar, los narcos habían pintado el helicóptero con colores vivos y le habían rotulado con la frase “Unidad móvil de Televisión”.
Unos meses más tarde, a principios de 2014, la Guardia Civil encontró un helicóptero escondido en un pajar en Utrera. Junto a él había 704 kilos de hachís. A diferencia de los de la banda de Dos Hermanas, los narcotraficantes de Utrera habían pintado el helicóptero de color negro mate para que pasara lo más desapercibido posible durante los vuelos nocturnos. De hecho, la operación surgió porque una patrulla de la Guardia Civil detectó un todoterreno circulando con las luces apagadas una noche en una zona de cultivo entre Los Palacios y Las Cabezas de San Juan. El vehículo se detuvo en un punto y esperó la llegada de la aeronave, a la que hizo ráfagas de luz para señalizarle el lugar para aterrizar. Aquel aparato había sido robado fuera de España. También era algo más grande que los R-44 recuperados meses antes en Dos Hermanas y Pilas.
A estos golpes contra el tráfico de drogas por los aires también hay que sumarle algún accidente. En la provincia de Sevilla, el de Pedrera es el segundo siniestro mortal de un helicóptero que no tenía plan de vuelo ni matrícula en los últimos ocho años. El primero se produjo en Lebrija, una zona más clásica de la ruta del hachís, el 20 de marzo de 2012. Tres personas fallecieron en aquel siniestro. El aparato cayó en un paraje de difícil acceso, muy cerca del límite con el término municipal de El Cuervo. Nadie lo vio caer. Fue un guarda forestal el que descubrió los restos de la aeronave y los tres cadáveres en su interior. Tampoco había restos de droga, aunque el hecho de que no tuviera plan de vuelo ni matrícula lo relacionó entonces con el narcotráfico. El aparato era un helicóptero antiguo, de pequeño tamaño y pintado de color verde oliva. Ha habido accidentes similares durante estos años en las provincias de Huelva, Cádiz y Málaga.
Además de los helicópteros, las mafias han empleado otras aeronaves para traer droga desde el norte de África. Las más frecuentes son las avionetas tipo Cessna, pero también lo han hecho a bordo de ultraligeros y autogiros. Siempre es una forma más arriesgada de hacer el transporte de hachís que a través del mar.
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