Hacienda del Rosario: de duelo en duelo
El lugar en el que murió un adolescente el 9 de febrero es un referente de la arquitectura rural sevillana
Fue el escenario del último lance de honor a pistola que hubo en la ciudad, en el que murió el Marqués de Pickman
El lugar en el que murió un chico de 16 años el pasado 9 de febrero al caerle encima un muro es la Hacienda del Rosario, que en su día fue uno de los cortijos más importantes de Sevilla y, a pesar de que se encuentra en ruinas y en avanzado estado de abandono, sigue siendo un referente de la arquitectura rural y agrícola de la provincia.
Es, además, un lugar marcado por la tragedia, pues fue el escenario del último duelo a pistola celebrado en Sevilla, en el que murió el Marqués de Pickman en 1904. Hoy, 116 años después, el suelo de la Hacienda del Rosario vuelve a teñirse de sangre. El pasado miércoles, tres días después del accidente en el que murió el joven Moisés, todavía seguían en el lugar de los hechos la manta térmica de los servicios sanitarios que le atendieron y una gran mancha de sangre donde cayó muerto. A unos metros, seguían unos restos del precinto de la Policía Local que acordonó la zona.
La hacienda está en ruinas y llena de pintadas. Hay grafitis por todo el conjunto, hasta en la hornacina de la espadaña en la que estaba una imagen de la Virgen del Rosario, que presidía la entrada y que da nombre a la finca. Escombros, todo tipo de basura y desechos se acumulan en este lugar, hoy propiedad municipal, que es escenario habitual de botellonas, fiestas, consumo de drogas y reunión de parejas que buscan un sitio discreto y apartado de las viviendas para practicar sexo.
No hay ninguna barrera ni valla y sólo una cinta que puede sortearse sin ningún esfuerzo indican que no se puede pasar. Fue allí, en la parte trasera de la hacienda, donde unos chicos se divertían la noche del domingo dando patadas a un muro. No se dieron cuenta de que detrás había un amigo suyo. La pared cedió y los cascotes alcanzaron a Moisés en la cabeza. El traumatismo craneal que sufrió le causó la muerte, a pocos días de cumplir 17 años.
"Es duro decirlo, pero quizás lo que ha ocurrido sirva para algo. Si el accidente y muerte sin sentido de Julen en Totalán llevó a revisar y clausurar un buen número de pozos en toda Andalucía, con la de Moisés, quizás los propietarios como responsables del estado de los inmuebles, así como las autoridades competentes en la salvaguarda de sus valores históricos o culturales vuelvan la mirada hacia otros edificios similares", ha escrito el gestor cultural Emiliano Mellado en su blog Sevilla Patrimonio. Para este experto, es fundamental la conservación de bienes como esta hacienda, pero si ésta no puede hacerse, la administración debe velar por la seguridad de las personas, protegiendo el edificio y cerrándolo.
La propia Junta de Andalucía, en su Guía Digital del Patrimonio Cultural y en el Inventario de cortijos, haciendas y lagares de la provincia de Sevilla (elaborado por Álvaro Recio Mir y José Carlos Sánchez Romero), define a la Hacienda del Rosario como "un elocuente ejemplo de la suerte que están corriendo las grandes edificaciones agrícolas de ubicación periurbana".
"Muy próxima al polígono la Chaparrilla, su acceso se realiza desde la autovía Sevilla-Málaga y desde la variante que une ésta con la SE-30 junto a la barriada del Padre Pío. Rodeado de polígonos industriales y solares degradados, el caserío se halla en un avanzado estado de abandono y deterioro, lo que es especialmente lamentable en esta ocasión por la envergadura e importancia arquitectónica e histórica del edificio". Pese a esta importancia, el conjunto no está declarado Bien de Interés Cultural.
La Junta hace un repaso de la historia del cortijo en las últimas décadas. "Desde que perdiera su funcionalidad agrícola y residencial, se ha utilizado de manera marginal para una planta de procesado de áridos, derribándose muros y dependencias para acomodar instalaciones y facilitar las maniobras de maquinaria pesada".
La guía también describe cómo es el conjunto arquitectónico de la hacienda y cita a varios autores que la consideran de suma importancia, sobre todo en la "opulenta portada barroca" que la entronca con la tradición de este estilo en Sevilla en la segunda mitad del siglo XVIII. Sancho Corbacho la define como la "más importante de las haciendas sevillanas" y Francisco Herrera y Fernando Quiles apuntan la semejanza de la fachada con las del convento Casa Grande de la Merced, hoy Museo de Bellas Artes, y la parroquia de San Bernardo. Ambos especialistas no descartan atribuir la portada del cortijo a José Álvarez, maestro mayor del Arzobispado, o a su círculo.
Además de la portada barroca, ante la que Alfredo Sánchez Monteseirín se fotografió para presentar la reurbanización de la zona hace ahora nueve años, destaca el patio "cerrado a la izquierda por un amplio señorío de doble altura, con un elegante pórtico en planta baja articulado mediante una sucesión de arcadas de medio punto que apean en columnas de mármol, recurso frecuente en los accesos de los señoríos de las haciendas de Carmona". Al fondo del patio se hallan la vivienda del casero y la antigua almazara, de disposición paralela a la fachada, con la nave para la prensa de viga rematada por una torre de contrapeso almenada, "quizás reformada en época regionalista".
A la hacienda se le han añadido construcciones modernas, como varios corrales delimitados por tapias que no tienen interés patrimonial. El libro en el que se basa esta información y del que se han transcrito algunas líneas es de 2009. Si ya entonces los autores hablaban de abandono, ahora puede hablarse casi de ruina. En la última década el deterioro ha ido en aumento y la hacienda ha sufrido varios incendios que han debilitado mucho la estructura.
El Ayuntamiento de Sevilla tiene un proyecto de desarrollo de la zona que contempla el derribo de los anexos y la integración del cortijo en un parque y la instalación de un equipamiento en el propio edificio, como se ha hecho en otras zonas de la ciudad como el Tamarguillo, el Guadaíra, el Alamillo o Miraflores. Sin embargo, a día de hoy lo único que es una realidad en la zona es la primera fase de una urbanización de viviendas de lujo que lleva por nombre precisamente Hacienda del Rosario.
"Es el poquito patrimonio que nos queda aquí en esta zona", dice un hombre que pasea su perro por las inmediaciones y pregunta a los periodistas si son empleados municipales que vienen a derribar la hacienda. "No, no, en absoluto", responden los informadores. El vecino espera que la muerte desgraciada del chico sirva al menos para que el cortijo no acabe derribado. El hombre explica que ya se perdió la torre que daba nombre al barrio de Torreblanca, así como las lumbreras o pozos romanos que había más cerca de la Hacienda. "Por aquí pasa el agua que viene de los caños de Carmona, ahí se filtra y mira la vegetación que hay", dice, señalando unos cañaverales que hay en la parte trasera de la hacienda, justo donde la Policía colocó el precinto la noche del domingo.
El suceso cierra también la historia de sangre que tiene la hacienda, donde se celebró el último duelo a pistola de Sevilla. Del episodio hay numerosa constancia documental, pero uno de los libros que mejor lo relata es Duelo a muerte en Sevilla, de Miguel Martorell Linares. Ahí cuenta la vida de Rafael León y Primo de Rivera, que contrajo matrimonio con María de las Cuevas Pickman, marquesa de tal apellido y copropietaria de La Cartuja de Sevilla. Se convirtió así en el III Marqués de Pickman. Su mujer era hija bastarda del segundo marqués y de una obrera de la fábrica. Después sería reconocida.
Cuenta Martorell que Rafael era "hombre pródigo y algo tarambana, que consumió su fortuna y vivió de los préstamos que le brindaba un amigo, el capitán Vicente Paredes". La amistado acabó bruscamente cuando corrió el rumor de que el capitán cortejaba a la marquesa. "Una noche, ciego de ira, Rafael abofeteó al militar en un teatro. Hubo duelo, a pistola: murió el marqués de Pickman". Aquel combate se desarrolló en la Hacienda del Rosario, a las cuatro de la tarde del lunes 10 de octubre de 1904. Se escogió este lugar porque los lances de honor no dejaban de ser una actividad clandestina.
Aunque las autoridades hicieran la vista gorda, tampoco era cuestión de matarse a tiros en pleno centro de la ciudad, por lo que se eligió un lugar discreto y retirado. Pickman tiró primero y Paredes a los tres o cuatro segundos. Ambos erraron. El segundo disparo del marqués rozó la oreja del capitán. La segunda bala de éste, en cambio, entró por la axila de Pickman, que aún tenía el brazo extendido. El proyectil le alcanzó el corazón. "Cayó pesadamente atrás con los brazos en cruz sobre un surco. Le daba aspecto imponente la mirada vidriosa y la sangre que había arrojado por la nariz y la boca. El cuadro era en extremo lúgube", escribió la prensa de la época.
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