Figueroa: un barroco en su ‘renacimiento’
Calle Rioja
Reparación. El Colegio de Arquitectos y la Archidiócesis colocan una placa en San Vicente para reivindicar la obra de Leonardo de Figueroa, que cambió la imagen urbana de la ciudad
ES imposible dar dos pasos en Sevilla sin encontrar una obra de Leonardo de Figueroa (Utiel, Valencia, 1650-Sevilla, 1730). Este arquitecto y alarife municipal intervino o proyectó total o parcialmente edificios tan singulares como el Hospital de la Caridad, el de los Venerables, la Colegiata del Salvador, la iglesia de SanLuis de los Franceses, el Palacio de San Telmo o el convento de la Merced. Sumen las personas que a diario visitan, rezan, duermen o trabajan en todos esos lugares y se tendrá una dimensión de la Sevilla de Figueroa. La ciudad tuvo su Leonardo.
Pese a esas evidencias monumentales, Leonardo de Figueroa sigue siendo un desconocido en la ciudad donde se formó como artista. En un acto de justicia y de reparación de su memoria, la Archidiócesis Hispalense y el Colegio de Arquitectos de Sevilla acordaron colocar una placa de reconocimiento a “este genio de la Arquitectura española” en la iglesia de San Vicente. El templo donde está enterrado y donde bautizó a diez de sus trece hijos, dos de ellos también arquitectos.
Antes del descubrimiento de la placa, Carlos García Coloma, párroco de San Vicente, ofició el viernes una misa. Al final del acto religioso, el arquitecto Honorio Aguilar ocupó el puesto del sacerdote en el altar y habló de los Figueroa, “tres generaciones de arquitectos que cambiaron el perfil de la Baja Andalucía”.
Leonardo de Figueroa va más allá “del ámbito local”, en palabras de Cristina Murillo, decana del Colegio de Arquitectos. En el Barroco, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, el arquitecto ocupaba el lugar más bajo en el reconocimiento artístico. “Conocemos a los pintores, a los escultores, pero no sabemos nada de los arquitectos”, mantiene Honorio Aguilar.
El misterio envuelve la vida de Leonardo de Figueroa, aunque las investigaciones de José Manuel Higuera han aclarado algunos extremos. Este arquitecto hizo su tesis doctoral, coordinada por Rafael Manzano, sobre la iglesia de Peñaflor, obra de Ambrosio de Figueroa, hijo de Leonardo. Éste nació fortuitamente en Utiel (Valencia), porque el parto se le adelantó a su madre, que tenía previsto dar a luz en Cuenca. Higuera ha demostrado con documentos que Figueroa llega a Sevilla mucho antes de lo que pensaba. “Aquí se hace artista y contribuye a definir la imagen urbana de la ciudad de Sevilla que perdura desde hace trescientos años”.
En Utiel tiene una calle y en Sevilla otra, cerca de la Gran Plaza. Cuando trabajaba en San Lorenzo, vivió “de prestado” en la actual calle García Ramos, donde viven las Siervas de Jesús, algunas de las cuales estuvieron presentes en el homenaje a tan insigne vecino. Figueroa adquirió una casa en la calle Ancha, que actualmente es la calle San Vicente.
No existen indicios de sus restos bajo la bóveda de la iglesia donde lo enterraron. Higuera mantiene la hipótesis de que estén en la plaza Teresa Enríquez, donde hubo un cementerio parroquial. La placa del arquitecto nacido en Utiel está junto a una imagen de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia que los segundos sábados de mes convoca a la comunidad de valencianos residentes en Sevilla.
El Colegio de Arquitectos va a difundir la obra de Figueroa. Enrique Valdivieso demostró su autoría en la torre del hospital de la Caridad. Allí coincide con la etapa final de Murillo y Valdés Leal.
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