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Fibes: La arquitectura del rigor

Sevilla estrenará tras el verano el nuevo Palacio de Exposiciones diseñado por Guillermo Vázquez Consuegra, un deslumbrante edificio que debe ayudar a la ciudad a escalar puestos en el sector del turismo de congresos.

Foto: Antonio Pizarro
Carlos Mármol

03 de junio 2012 - 06:57

Es un edificio (casi) perfecto. Contenido. Sobrio. Zen. Sencillamente deslumbrante. El nuevo Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla, el equipamiento público más importante que se ha construido en la ciudad durante la última década, se convertirá en una realidad arquitectónica definitiva a finales del presente mes de junio, cuando culminará por completo el sostenido sendero de obstáculos que desde hace ya casi una década acompaña la difícil gestación de este emblemático proyecto municipal.

La obra, diseñada por el estudio profesional del arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra, está prácticamente terminada después de cuatro largos años de mucho esfuerzo -tanto profesional como económico- que a partir de este otoño deberían permitir a la capital de Andalucía, si acierta con una gestión suficientemente profesional, escalar puestos en el ranking de urbes europeas capaces de combinar su tradicional perfil histórico con el rentable mercado de los congresos y las convenciones. Un salto de escala imposible de conseguir sin un equipamiento congresual que permita captar reuniones profesionales de gran tamaño. No ha sido nada fácil. Ni sencillo. Pero ya es indiscutible: Fibes emerge. Y lo hace con la rotundidad de la arquitectura de vanguardia. Una década después de que el anterior alcalde, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, anunciara su intención de ampliar el recinto de exposiciones iberoamericanas de finales del pasado siglo, ahora convertido por la fuerza de los hechos consumados prácticamente en un anexo secundario del nuevo edificio, el Palacio de Congresos de Sevilla definitivo es ya una feliz realidad que probablemente está llamada también a convertirse en una llamativa excepción histórica, dado el actual contexto de crisis económica, que ha vaciado por completo los presupuestos públicos en su capítulo número siete. Las inversiones.

El Fibes de Vázquez Consuegra nace, pues, como un hito profundamente singular. Por la vocación de su autor, que desde hace tiempo practica en solitario, y en contra de las convenciones, una arquitectura impar, de síntesis; capaz de combinar de forma simultánea la modernidad con las más profundas raíces del oficio de crear edificios en Sevilla. Y también porque será la última gran obra pública que se inaugure en la España de la recesión. Justo a tiempo para que Sevilla pueda usarla para potenciar una de sus escasas industrias: el turismo.

Frente a otros muchos proyectos impulsados durante el último decenio en la capital de Andalucía, algunos de ellos causa de hondas polémicas, el nuevo edificio congresual de Sevilla Este es el único que rompe la obsesiva y tradicional tendencia hacia el ensimismamiento intramuros de la capital de Andalucía. Primero, por su propia ubicación: está en uno de los distritos urbanos más poblados de Sevilla y, paradójicamente, más faltos de dotaciones generales; un lugar donde afortunadamente no existen los dogmas identitarios que tanta tinta -y tan poco fruto- provocan en la Sevilla oficial. Y segundo porque, además de cumplir a la perfección su función esencial -permitir un programa de usos adecuado a la máxima de acoger congresos de gran formato-, hace bastante más: construye ciudad, dignifica el enclave urbano donde se sitúa y consolida con hechos ciertos, sin retórica, el sueño de capitalidad regional que los políticos municipales vienen reivindicando desde hace mucho tiempo sin lograr casi nunca pasar del terreno del dicho al hecho.

Vázquez Consuegra no ha construido únicamente un edificio. Ha usado este encargo, que obtuvo tras ganar un concurso de ideas frente a otros cinco grandes profesionales, para articular un ágora contemporánea en plena Sevilla Este, donde ni siquiera existe, propiamente hablando, un centro urbano tradicional. Se trata del monumental atrio de la entrada principal del palacio, coronado por una gigantesca cubierta suspendida en el aire de casi 30 metros de longitud. Un alarde.

También ha sido fiel a su leyenda: se atreve a cometer ciertas impertinencias que, sin salirse del estricto marco del proyecto, mejoran la ciudad. Las fórmulas son diversas. Por ejemplo, ha metido a Sevilla dentro del recinto congresual: una avenida con tráfico rodado lo surca por la mitad en su nivel inferior. Una manera de demostrar que una urbe como la hispalense puede aspirar, sin complejos, a competir en el campo de la arquitectura moderna con ciudades como Berlín o Londres sin dejar por eso de lado su propia personalidad. Como siempre, el secreto está en la destilación inteligente. En la mirada. La arquitectura de Fibes remite, con sus propias variantes, a algunos edificios singulares de las grandes capitales continentales, pero lo hace de otra manera. Siguiendo la narración oculta que marca toda la arquitectura hispalense de calidad, más sobria que ruidosa. Una arquitectura poblada por una sucesión de espacios híbridos, fronterizos, de transición. Estaciones de un modo de concebir los lugares que permiten enseñar sin mostrar del todo, que sugieren sin reiterar. Una arquitectura de sevillano fino y frío, como diría Unamuno. Alejada del tópico. Pero profundamente anclada tanto al lugar como a la voluntad, consciente, de su autor de reinventar con un lenguaje contemporáneo las esencias clásicas de una ilustre ciudad fluvial. Ése quizás es el verdadero secreto de la modernidad: ser capaz de cambiar sin olvidar las raíces

Todo el edificio está construido con cuatro materiales: hormigón blanco, vidrio, aluminio y filita, una piedra negra similar a la pizarra. Nada más. Una apuesta por la sobriedad y el minimalismo que sitúa a Vázquez Consuegra cerca de la cumbre de su exitosa carrera profesional, construida -a pesar de todos los condicionantes ambientales- desde la periferia. Esto es: desde Sevilla.

El material más importante de Fibes, sin embargo, es totalmente local. E ingrávido. Se trata de la luz del Sur. La claridad meridional. Todas las estancias del edificio, que en total viene a ocupar casi 50.000 metros cuadrados construidos íntegramente de nueva planta, están marcadas por la presencia de la luz en sus múltiples manifestaciones. Desde el atrio, que sirve para dar sombra al acceso principal del palacio, al inmenso y deslumbrante vestíbulo de cristal que ayuda a incorporar al distrito de Sevilla Este dentro del propio recinto congresual, creando un nuevo paisaje urbano alejado de las estampas más clásicas de la ciudad. La fachada Norte enseña la Sevilla periférica -en realidad mucho más central de lo que creemos- mientras que la Sur tamiza la entrada del sol a través de paneles lumínicos que permiten configurar espacios polivalentes, amables y abiertos. El aparcamiento (856 plazas) tiene luz natural en sus cinco plantas. El auditorio -la verdadera joya del edificio- tiene luz a capricho gracias a un jardín interior -donde ahora se están plantando palmeras- que permite que cualquier estancia del palacio, sea grande o menor, de oficinas o para eventos privados, cuenten con uno de los elementos característicos de Sevilla: la luminosidad.

El Fibes de Vázquez Consuegra es una caja irregular de luz. El arquitecto juega con los volúmenes de forma que los elementos estructurales del propio edificio -su esqueleto- sirvan, al mismo tiempo, para acoger los usos congresuales. El interior del atrio ha sido convertido en una galería corrida de estancias abiertas al exterior, igual que los tradicionales patios sevillanos. Se usa el interior y, al mismo tiempo, el exterior. Las futuras áreas de restauración, que permitirán acoger hasta a 1.500 congresistas, cuentan con una terraza cubierta externa y el auditorio, que es el más grande de España (3.550 plazas) duplica el aforo del Teatro de la Maestranza, una de los grandes equipamientos que Sevilla heredó gracias a la Exposición Universal.

El arquitecto, que quiere bautizar parte de las 18 salas polivalentes con los nombres de los grandes constructores de edificios sevillanos -desde Hernán Ruiz, maestro mayor de la Catedral y autor de la parte renacentista de la Giralda a Aníbal González, el incomprendido padre de la Plaza de España-, deja su particular herencia en el recinto escénico que es la pieza mayor del proyecto. Y lo hace con elegancia: apenas dos colores -negro y plata; un cambio estético en relación al proyecto inicial, que en principio contemplaba que el gran foro de Fibes fuera de color rojo- y las mínimas líneas posibles, de manera que este cofre de aluminio que acogerá los grandes congresos mute según las necesidades. La secreta arquitectura sevillana. Sustentada en los espacios híbridos, fronterizos, extraños. Capaz de convertirse en eterna, siendo efímera, por su enorme versatilidad.

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