Fallece Manuel Barrios, escritor de los narraluces y periodista francotirador
El ensayista ha publicado algo más de setenta libros y ha recibido 44 premios literarios.
Para Manuel Barrios escribir era tan necesario como las decenas de cigarrillos que se fumaba todos los días mientras aporreaba su vieja máquina de escribir en un modesto y digno piso del Polígono de San Pablo. Sólo de esta manera se puede alcanzar una obra que agrupa unos sesenta títulos y en la que tocó cuestiones tan diversas como el flamenco, el bandolerismo o la activísima vida sexual de la reina Isabel II.
Como toda obra amplia, también fue desigual. Probablemente, el tiempo respetará, sobre todo, sus novelas de primera época, aquéllas que escribió bajo el paraguas de los narraluces, como El crimen (1963) y La espuela (1965), ambas finalista del entonces muy prestigioso Premio Nadal, y sobre todo, Epitafio para un señorito (1972), Premio Ateneo de Sevilla. Tuvo la suerte (o la desgracia) de formar parte de esa lista de escritores a los que José Manuel Lara tenía en nómina para nutrir continuamente las imprentas de Planeta.
Nacido en San Fernando en 1924 y fallecido ayer en Sevilla a la edad de 87 años, fue escritor, ensayista y periodista, profesión que ejerció como jefe de Programación de Radio Nacional de España en Sevilla y redactor jefe de Radio Sevilla, obteniendo en esta etapa la Antena de Oro y cuatro Premios Ondas. También colaboró en medios escritos como Abc, Pueblo, Informaciones o La Razón, donde escribió su último texto periodístico el pasado mes de diciembre bajo el amparo de Francisco Reyero.
Sus columnas, sobre todo las que escribió en Abc durante los años de la corrupción del felipismo, fueron más que polémicos, y el propio Barrios terminó condenado por la Justicia a no ejercer el periodismo durante una época. Ese episodio le dejó un buen número de enemigos y una amargura que llevó hasta sus últimos días. Su hijo, también llamado Manuel Barrios y actual decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, lo definió ayer perfectamente: "Era un francotirador, con sus aciertos y sus errores, pero siempre, como solía decir él, de frente y por derecho".
Considerado por algunos como un periodista de la derecha mediática, lo cierto es que Barrios fue en una época eso que se conoce como un progre. Nicolás Salas lo recuerda como un "periodista de trinchera" en el tardofranquismo, "cuando lo arriesgado era ser crítico con el Régimen". Después, "cuando se impuso la hegemonía política de izquierdas en la Democracia", Barrios "se pasó al otro bando, al difícil, en vez de aprovecharse del perol que con tanta generosidad se ofrecía a los plumíferos adictos".
Como tantos hombres de su época, Manuel Barrios sintió un profundo amor por el teatro, especialmente el marcado por el humor, dejando obras que tuvieron el altísimo honor de provocar más de una carcajada como El encierro de San Serapio, El día en que Gilda se quitó el guante, El recurso de Amparo y El otro nombre de la Rosa.
Manuel Barrios, cuyos restos se encuentran en el tanatorio de la SE-30, será incinerado hoy en el cementerio de San Fernando.
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