Artillería toma forma de contenedor cultural para hacer de Sevilla un referente de Europa
La recuperación del patrimonio histórico
La obra arranca con el hallazgo de elementos del siglo XVIII ocultos que mejorarán la restauración de la fábrica
Dice el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, que las obras de rehabilitación de la antigua Fábrica de Artillería de Sevilla, sin uso desde hace tres décadas, son la “mejor vacuna contra el esceptismo”. Hace un mes que se iniciaron los trabajos que ponen fin a una década de abandono, el tiempo que hace que este complejo fue cedido al Ayuntamiento de Sevilla, convirtiéndose en una asignatura pendiente.
El proyecto es, además, singular por varios motivos: por el propio patrimonio sobre el que interviene, una fábrica del siglo XVI; como por el dinero que se invertirá en ello y su procedencia, pues son más de 20 millones de fondos captados en Europa para un proyecto cultural, algo inusual; y también por el equipamiento en sí que se diseña, un gran contenedor para creadores que pretende relanzar a Sevilla como referente del sur de Europa.
La antigua Fábrica de Artillería en uso es la pieza que la capital necesitaba, según el gobierno municipal, para completar su lista de atractivos que la resitúan en el mapa del mundo. La idea de convertir antiguos complejos e inmuebles industriales en espacios para la cultura no es nueva en Europa. Riga lo ha hecho con una base militar; Florencia, con un antiguo centro penitenciario; París, con una morgue; Zaragoza, con una harinera; y Madrid, con un antiguo matadero.
Pero ninguno en España tendrá la envergadura del que se plantea en Artillería, donde se van a recuperar 8.000 metros cuadrados dentro de un complejo que duplica esta extensión y que no sólo será un lugar para la exhibición, también para la creación, devolviendo a la fábrica su espíritu y vinculación con la generación de trabajo y riqueza para la ciudad.
Con esta intención han arrancado a primero de año unas obras que fueron presentadas oficialmente ayer y que, de entrada, lo han hecho con sorpresas, pues los trabajos iniciales han dejado al descubierto elementos arquitectónicos del siglo XVIII que fueron tapiados en otra época, lo que ha permitido su buena conservación y, además, la ampliación de las posibilidades del proyecto que, aunque en un primer momento ha quedado algo desbaratado, podrá mejorarse ahora al contar con espacios diáfanos y con un sistema de luz natural.
Según han explicado los responsables de las obras, adjudicadas a la UTE Heliopol y Ferrovial, el derribo de tabiques ha descubierto arcos, rejas y puertas de forja del siglo XVIII que aportan una disposición distinta del espacio. Una versatilidad que favorece al proyecto, pues las distintas naves se adaptarán a diferentes y nuevos usos: las crujías de la fachada de Eduardo Dato pasarán a ser la zona de administración y gestión; el taller de barrenado se habilitará como sala polivalente; la nave del Botani será el foro Magallanes; el taller de fundición será un área de creación y las naves de crisoles serán el espacio de formación. Precisamente, en la búsqueda de hacer el proyecto lo más flexible posible y preservar el carácter singular del edificio, los técnicos han planteado utilizar un antiguo callejón que separaba a la fábrica del barrio para instalar ahí todos los dispositivos necesarios para alimentar de energía al nuevo centro y de ahí saldrá todas las instalaciones que quedarán bajo el suelo, invisibles.
Juan Espadas, alcalde de Sevilla
"Las obras son una vacuna contra el escepticismo; los sueños de la ciudad y del gobierno a veces se cumplen con constancia y trabajo riguroso y serio”
La obra es muy compleja, “pero estamos tranquilos porque estamos en manos de los mejores”, apuntó el delegado de Hábitat Urbano, Turismo y Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz. Los responsables del proyecto son Eduardo Martínez, a quien lo avala, entre otros, sus trabajos en la Capilla Real y el Sagrario de la Catedral, la Giralda o en el Oratorio de San Felipe Neri de Cádiz; y Francisco Reina, autor de proyectos destacados en Itálica, Carmina, Carteia o Baelo Claudia. Ambos dirigen a un equipo de una treintena de profesionales que han planteado una propuesta arquitectónica que adapta los espacios a los nuevos usos conservando con un criterio arqueológico las texturas, huellas y cicatrices de las reformas a las que se ha visto sometido el edificio con el paso del tiempo. Así las intervenciones van a ser mínimas y reversibles, pues el propio edificio y su arquitectura es el principal elemento patrimonial que se pone en valor. En los paramentos quedarán las cicatrices del paso del tiempo que ayudan a evocar potentes sensaciones asociadas al calor de la fundición, el estridente sonido de las máquinas o el penetrante olor del aire.
Hitos en un complejo soberbio
1. La Real Fundición de Artillería de Sevilla fue una de las más importantes fábricas de cañones del Estado durante la Edad Moderna. Los modestos talleres de fundición que formaban la fábrica desde 1565 hasta 1717 se transformaron, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en un soberbio complejo de más de 18.000 m2 con altos niveles de producción en serie y especialización de los distintos procesos, precursora de una temprana revolución industrial en España. Por su capacidad productiva llega a convertirse en la única fábrica española de artillería de bronce a partir de 1802.
2. A partir se 1766 se produce un punto de inflexión en el devenir de la fábrica cuando se inicia una etapa de gestión directa por el estado y aparece la figura de Jean Maritz, experto fundidor suizo. Aprovechando las remodelaciones anteriores, Maritz proyecta la ampliación de las instalaciones para dar cabida a hornos de mayor capacidad y concentrar las distintas fases de manufactura, promoviendo el empleo de la energía hidráulica para el barrenado horizontal “en sólido” de los cañones. Eso es lo que explicaría la gran altura de las naves, se elevan para que los gases de combustión y los humos tengan mejor salida.
3. Luego se dio un paso atrás, pues este barrenado que se hacía con molinos de agua se abandonó y se pasó de nuevo en el barrenado en las naves, en esta ocasión, con máquinas de sangre, con animales. Esto implicó una necesaria reforma. Tomás Botani construyó naves que salvan luces considerables mediante el empleo de cerchas de madera y hierro, todo un alarde estructural justificado por la instalación de estas barrenas movidas a tracción animal, eso fue otra innovación arquitectónica. Maritz incrementó el complejo en altura y Botani lo hizo en extensión, creando espacios muy contemporáneos.
4. El empuje de la fábrica se mantuvo y el edificio se fue adaptando a los nuevos tiempos y remodelando sus espacios. El esquema original del siglo XVIII es tan potente que se mantiene, pero conviven diversos espacios y algunos se cerraron incluso en el siglo XIX. Los militares adaptaron también el complejo a sus necesidades administrativas y tapiaron y ocultaron elementos que ahora han aparecido con algunos derribos de tabiques.
“Hay que remontarse mucho tiempo atrás para hablar de una licitación municipal de esta envergadura”, advirtió Muñoz, recordando que, sin duda, Artillería era uno de los proyectos estrellas del mandato socialista. “Los sueños de una ciudad y de un gobierno a veces se cumplen con constancia y trabajo riguroso y serio”, añadió Espadas, explicando cómo se inició un proceso que ha sido largo, de varios años. De hecho, la idea de vincular al proyecto a la efemérides de Magallanes fue posterior, pues en un primer momento se buscaron fondos europeos. Luego surgió la opción de optar al Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder) a través del programa de Cooperación Interreg V-A España Portugal (POCTEP) 2014-2020, en una estrategia que da entrada tambien a los socios portugueses para mejorar la competitividad de las empresas culturales, impulsar la innovación y fomentar la colaboración transfronteriza.
La propuesta de rehabilitación no sólo incluye el nacimiento del nuevo espacio, el nuevo Centro Magallanes de Industrias Culturales y Creativas, también se plantea la integración de la fábrica en el barrio con la apertura de la calle interior, como prolongación de la calle Cristo de la Salud. “Fábrica y barrio eran lo mismo”, apunta Francisco Reina, uno de los responsables del proyecto. También se habilita el acceso a las cubiertas de la fábrica, un espacio que se convierte en museístico y que facilita también ese nexo de unión con el entorno.
Los trabajos tienen una duración prevista de 18 meses, por lo que se estima que terminarán el verano próximo y que ello permitirá poner en servicio el centro a finales de 2022, convirtiéndose en uno de los hitos del mandato de Espadas. El alcalde confió ayer en que la puesta en uso de lo que será el Centro Magallanes servirá de imán para atraer nuevas inversiones que permitan concluir la puesta en valor del resto del complejo industrial, donde ya se ha ido interviniendo en los últimos años, y que contempla lo que se denomina la Catedral, espacio con muchas posibilidades.
El futuro pasa por un modelo de gestión público-privada
¿Qué aporta realmente este espacio cultural a Sevilla? De entrada, las dimensiones de este complejo permiten el desarrollo de actividades que no tienen cabida en ningún otro espacio actual de la capital. Un ejemplo pueden ser grandes muestras de escultura que ahora tendrían que quedar al aire libre. O montajes escénicos como el de algún espectáculo que ya ha tenido lugar en la llamada Catedral de Artillería con grandes maquinarias al estilo de la Fura del Baus.
Son ejemplos, pero la idea es que el nuevo equipamiento cultural no sólo esté vinculado a la exhibición, sino a la producción y el emprendimiento. El Centro Magallanes podría ser un lugar idóneo para compañías y artistas que encuentren en él un espacio donde residir de manera fija.
El reto posterior a las obras no es sólo conseguir una programación más o menos estable, sino llenar de contenido el espacio. El proyecto Magallanes ha sido concebido para perdurar en el tiempo y una vez que concluya el plazo objeto de la financiación europea, el Ayuntamiento de Sevilla será el socio encargado de mantenerlo en funcionamiento.
En paralelo a las obras, el ICAS trabaja en colaboración con el cetro Centquatre (París) y Zemos 98 para la definición de un modelo de gestión cultural y de uso de los espacios del nuevo centro de forma que se convierta en un equipamiento cultural singular que apueste por el emprendimiento y que sea un elemento de reactivación y dinamización de la actividad económica en Sevilla con proyección nacional e internacional.
Si el Centro Magallanes se ubicará en una histórica fundición, el Centquatre ocupa el espacio que antes fue el servicio de pompas fúnebres de París, un conjunto arquitectónico inédito y monumental con espacios interiores muy modernos. Este centro parisino recibe al año más de 700.000 visitantes, que avalan un modelo que se intentará exportar a Sevilla y que es mixto: público-privado. Es la opción que se baraja también en Artillería.
El centro galo, cuyo acceso es gratuito, ofrece una mirada nueva sobre las artes contemporáneas, es un espacio polivalente, reactivo, vivo y abierto a todos. Acoge festivales, pero no sólo está pensado para la cultura, también alberga actividades deportivas y danza. De hecho, un sábado al mes se convierte en un salón de baile popular. Cuenta con tiendas, un café, un restaurante e instalaciones públicas para actividades creativas. Los artistas tienen la oportunidad de participar en encuentros con el público, una idea que se persigue también en Sevilla.
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