Extraños en un tren
calle rioja
Hito ferroviario. El próximo año se cumplen 150 años del ferrocarril Córdoba-Málaga, de la Mezquita a la Costa del Sol, efeméride que el viajero de Sevilla leyó en la estación de Bobadilla.
EL tren tren Sevilla-Málaga se detuvo en la estación de Bobadilla. Muy poco tiempo. El suficiente como para que el viajero leyera lo que decía la placa. El 15 de agosto de 1865 se inauguró el ferrocarril Córdoba-Málaga, que el próximo domingo se puede convertir en un partido de Primera División. En 1990, con motivo del 125 aniversario de ese hito ferroviario, se colocó una placa. Hago cuentas y el próximo año esa línea que va desde la Mezquita a la Costa del Sol cumple 150 años de historia. El tren tiene hermosas coincidencias. Puedes leer, dormir, ver el paisaje, imaginar diálogos o tenerlos en realidad. En este viaje hubo una mezcla de todo eso.
Lo más sorprendente de la placa que leí en Bobadilla es que minutos antes había cerrado el libro de David Stevenson sobre la Primera Guerra Mundial que leía en el tren. Una guerra que estalla en 1914, es decir, un año antes de las bodas de oro del ferrocarril Córdoba-Málaga y viceversa. Un medio de transporte que fue de vital importancia en el desarrollo de los acontecimientos bélicos. Stevenson cuenta que los franceses utilizaron más de 10.000 trenes en la movilización y otros 11.500 en la concentración. Los alemanes usaron 20.800 trenes, entre otras cosas para llevar 11.800 caballos. El curso de la guerra varió al no consumarse el acuerdo ferroviario entre rusos y franceses.
Cierro el libro, el tren reanuda su traqueteo. Frente a mí se sentó una mujer de bellísimos ojos y rasgos africanos. A las dos horas sonó su móvil y su español era cristalino. "¿Cubana o dominicana?", me atreví a preguntarle. Ni una cosa ni otra. Dora, que así se llama, es ecuatoriana de Guayaquil. Lleva doce años viviendo en Sevilla y se dirigía a Fuengirola. Tiene dos hijas de veintipocos años de un progenitor colombiano.
La charla con Dora coincidió con las visiones más agrestes del paisaje. Esas estampas que conmovieron a Richard Ford. Leía los carteles de algunas estaciones donde no hacía parada pero disminuía la velocidad: El Chorro, Las Mellizas. Sobre una montaña se veían ícaros que practicaban parapente. En un valle entre riescos, un rebaño de cabras, los primeros ingenieros de caminos de la Andalucía que vio Richard Ford. Dora sabía que su selección jugaba el domingo contra Suiza. Un partido seguido por muchísimos espectadores en España, porque dicen que después de la de los marroquíes la de ecuatorianos es la presencia más numerosa en nuestro país. Ecuador empezó el Mundial perdiendo con Suiza, igual que España cuando lo ganó en Sudáfrica.
Hablamos de Sevilla y de Ecuador. De mi amigo Wellington, óptimo ecuatoriano que jugaba con nosotros en los campos de San Benito; de los pintores quiteños que iban en la expedición de Celestino Mutis a Colombia; del recibimiento como si fuera un cantante de rock de Rafael Correa, presidente de Ecuador, cuando dio la conferencia en la Olavide; del convenio de esta Universidad con la ecuatoriana de Cuenca para un proyecto sobre las islas Galápagos que presentó en Sevilla Aminta Buenaño, escritora y embajadora del país de Dora en España; del nacimiento en su país de Manuel Prado Colón de Carvajal, descendiente del almirante y amigo y confidente del rey saliente.
Córdoba-Málaga. Hay trenes de Sevilla a la costa que pasan por la capital califal. Siglo y medio de historia ferroviaria. 8 de agosto de 1865. El fútbol no se había inventado. Hablan de tercera república y no había llegado ni la primera. El tren llega a la estación Málaga María Zambrano. Escritora de Vélez-Málaga que volvió en un tren del exilio y no había nacido cuando el jefe de estación anunció la llegada de aquel histórico primer tren.
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