Cuando la bata del estudiante cotiza
Evocación de una filigrana al borde del precipicio
Calle Rioja
Testimonio. En su repaso de 23 años de militancia comunista, Fernando Soto reivindica la Transición, la Constitución, la bandera, el papel del Rey y el protagonismo de Suárez.
ESTÁN unidos al número 1001 y como Scherezade pasaron muchas noches en vela hasta que un rey de cuento, el cuento de la Transición, les concedió el indulto. Estos tres mosqueteros se dieron cita en la Casa de la Provincia. En la mesa de los oradores, Fernando Soto; entre el público, sus amigos Eduardo Saborido y Francisco Acosta. Éste hacía las veces de apuntador cuando Soto no recordaba la fecha de la medalla al Mérito del Trabajo, "fue en el 95", o citaba sin autoría, "es de Blas de Otero", un poema para animar a los del 15-M a hacer política dentro de los partidos.
Soto impartió una lección magistral. Supo rebatir las críticas de los más veteranos y el escepticismo de los más jóvenes. "No doy más consejos, porque me van a nombrar jefe del Gobierno y mi Mari no me deja salir por las tardes". Una crónica de la legalización del Partido Comunista de España desde la "ultratumba" de la posguerra hasta los diferentes avatares, incluido aquel congreso de 1965 "en los alrededores de París" del que salió elegido miembro del Comité Central.
Una crónica en primera persona con dos testigos muy especiales: sus nietos Carlos Jordán y María González Soto, periodista uno, estudiante de Periodismo la otra. Oyeron a su abuelo reivindicar la Transición "como una filigrana de zurcidos y bordados al borde del precipicio"; una Constitución, la de 1978, que supera a las de otros países europeos y a la de la Segunda República. "Sólo hay que cambiarle tres o cuatro cosas. Sobra el Rey, pero en aquella época no nos sobraba el Rey. Era con el Rey o irse otra vez al monte".
Hizo un inventario de las huelgas: la de los mineros asturianos (1958), la del campo (1959) y la más compleja, la de las panaderías (1970). "Dejamos Sevilla sin pan, lo cual era muy difícil, porque en las panaderías se cobraba al día en dinero y en pan". Dejó la secretaría general del partido poco antes del 23-F "por falta de aguante para los bajonazos conspirativos". "A lo que tú llamas aguante yo le llamo instinto asesino", diría desde el público José Rodríguez de la Borbolla, cuyo año de llegada a la presidencia de la Junta, 1984, coincide con el abandono de Soto de un Partido Comunista en el que militó durante 23 años.
La amistad sigue incólume con los que no se fueron. "Los que hicimos la Transición fuimos muy valientes, muy inteligentes", diría Eduardo Saborido. "Éramos hasta guapos". Recién indultados, Soto y Saborido, émulos sevillanos de Robert Redford y Paul Newman, se fueron con sus respectivas un fin de semana a Granada. Les llamaron al orden. "Nos dijeron que nos estábamos aburguesando", recordó Soto. En el proceso 1001 contra Comisiones Obreras además de Sartorius y Marcelino, estaba el cura Francisco García Salve. "Yo di ingreso en el Partido, y no exagero, a una veintena de curas".
El 20 de diciembre se cumplen cuarenta años del inicio -y el final- del proceso 1001. "Los zorrocotrocos de ETA", dijo Soto, "que no han movido a la dictadura ni un milímetro le robaron el protagonismo a la clase trabajadora". Ese 20 de diciembre de 1973 que los condujeron a las Salesas, se produjo el atentado contra Carrero Blanco.
Diputado en las Cortes constituyentes, Soto fue testigo de excepción en la cumbre eurocomunista en Madrid. Bromeó de aquella foto con Berlinger, Marchais y Carrillo: "No era Willy Brandt con Felipe González". Valoró el mutuo sacrificio de los pactos de la Moncloa: "Se ganaron cosas, se perdieron cosas". Vivió los feos de algunos militares a Adolfo Suárez cuando viajó con una comisión de parlamentarios a Canarias de escala por varios países africanos.
Soto en la tribuna y Saborido en el patio de butacas negaron que la Transición fuera ese cambalache claudicante y entreguista que ahora refutan izquierdistas a la violeta. "Los que denigran la Transición son ignorantes o arribistas" (Soto). "No hubo olvido, lo que sí hubo fue una voluntad explícita de renunciar a la venganza, a la revancha, a ese odio con el que Franco consiguió abrir un hoyo entre vencedores y vencidos" (Saborido).
1 Comentario